agosto 2017 | Edición N°: año 56, nro. 1330
Por: Luis Miguel Renjifo Martínez | Vicerrector de Investigación.



Luis Miguel Renjifo Martínez, vicerrector de Investigación de la Universidad Javeriana, viajó a Japón para recibir una capacitación
de Alta Gerencia que realiza Educación Continua al cuerpo directivo en su proceso de fortalecimiento institucional.

Japón es un país extraordinario. En plena hora pico en Tokio, la estación de Shinagawa, una de las más concurridas, donde confluye el tren bala, líneas de trenes y de metro, había ríos de gente, y sin embargo, no había ni empujones ni desorden. Nadie tropezaba con nadie, no se ve ni un solo papel o colilla en el piso. La infraestructura es impresionante, incluso en zonas rurales remotas. La isla Hachijojima, a 300 kilómetros de Tokio, tiene 2.500 habitantes y cuenta con un aeropuerto mejor que el de Armenia. El último día en Tokio fuimos a cenar a un restaurante en el piso 47 de un edificio. No se alcanzaba a identificar en dónde terminaba la ciudad. Tokio y el conjunto de ciudades que ya están unidas albergan a 30 millones de habitantes. Todo es reluciente, incluso las tapas de las alcantarillas. Es interesante que una ciudad tan grande y densamente poblada sea tan verde. Hay muchos árboles. Es difícil decir cuál fue la experiencia más destacable. Aunque probablemente fue la cultural. Después de haber sido la capital imperial por más de mil años, Kioto es una ciudad moderna con tesoros culturales a cada paso. En medio de calles y en los callejones más insospechados hay templos milenarios, cementerios y otras edificaciones bellísimas. La ciudad tiene más de 1.600 templos budistas y 400 santuarios sintoístas. Varios han sido declarados patrimonio de la humanidad por la Unesco. En uno de ellos que se llama Kinkakuji, hay un bonsái de 600 años con tres metros de altura. De la innovación ambiental lo más interesante fue ver el funcionamiento de la ciudad de Kawasaki. Allí reciclan casi todo. Toda el agua de lluvia es captada subterráneamente y llevada a una planta de tratamiento que elimina cualquier traza indeseable antes de ser vertida a la bahía de Tokio. Las basuras no pueden ser llevadas a otra ciudad. Cada ciudad debe solucionar sus asuntos. Uno no encuentra basureros en las calles. La gente lleva a la casa la basura que produce. Como todas las sociedades los japoneses tienen sus propios problemas y como en casi todas partes, el principal, son ellos mismos. La presión social y familiar para que las personas sean exitosas es insoportable. La gente trabaja larguísimas horas. Hay una enfermedad llamada “Karoshi”, consiste en que la gente muere en frente del computador por agotamiento. Hay 30 mil suicidios al año, gran parte por la presión social de ser exitosos. Muchos jóvenes no se casan y hay tan pocos niños que están cerrando colegios por todo el país. Tendrán que ver cómo se reinventan como sociedad. De este viaje quedó gran cantidad de aprendizajes para nuestra esfera personal, laboral y como ciudadanos. Aquí menciono sólo algunos.