¡Bienvenido Papa Francisco!
Los colombianos esperamos ilusionados la llegada del Santo Padre a nuestro país. Finalmente, la anhelada visita se hará realidad y Francisco, el Papa que hace cuatro años los cardenales “fueron a buscar al fin del mundo”, el Papa que en un abrir y cerrar de ojos, atrajo la mirada de millones de personas en todos los rincones del planeta, estará con nosotros. Poco a poco aumenta la expectativa y la emoción. Sí, llega el Papa. Durante cinco días tendremos el privilegio de acoger al hombre de sotana blanca y zapatos negros, que nos ha invitado a que “demos el primer paso”, lema de su visita. En el pontificado de Francisco el verbo caminar ha sido recurrente y no podía ser de otra manera para un sacerdote apasionado por la labor de pastorear. Precisamente, una de las frases más recordadas del Papa, la pronunció apenas quince días después de su elección, cuando pidió a los presbíteros “ser pastores con olor a oveja”. El Santo Padre ha invitado reiteradamente a la Iglesia a que salga “del cerco de sus murallas externas y de sus trabas internas, para dirigirse hacia el encuentro con el pueblo de Dios y al mundo”, como lo señala el periodista Giuliano Vigni, quien ayudó a compendiar en un pequeño libro-testimonio de Francisco, “las enseñanzas recogidas durante toda una vida, como él suele decir, caminando con Jesús”. En el mismo sentido ha formulado su propuesta para que cada uno de nosotros salga del entorno individual y se abra a los demás. Todo camino se inicia con un primer paso, en el cual se evidencia nuestra fuerza y dinamismo, lo mismo que el rumbo, el lugar hacia donde nos dirigimos. El primer paso es determinante: nos pone en movimiento, rompe la quietud y la seguridad, nos invita al riesgo. Solamente el hacernos al camino nos permitirá el encuentro, palabra entrañable que sobresale en el magisterio de Francisco. Colombia ha vivido en los últimos años una situación excepcional, una transición de la guerra a la paz, del enfrentamiento armado entre el Estado y un grupo insurgente, al diálogo pacífico y la búsqueda de acuerdos, en medio del cansancio y de no pocas dificultades. Es cierto que son muchos los obstáculos, pero lograremos superarlos si damos el primer paso para enterrar de una vez por todas, el pasado de muerte y destrucción; para avanzar como Nación y continuar construyendo una sociedad incluyente, defendiendo la libertad y el respeto de los Derechos Humanos; para fijar nuestra mirada en lo que nos une, abandonar esas posiciones que nos dividen y promover decididamente la reconciliación; para fortalecer el núcleo familiar y tratar de responder mejor al llamado que Dios hace a cada uno de nosotros. En este contexto, la presencia del Papa en nuestro país es un estímulo, es aire fresco para un pueblo que busca con ansiedad el sendero de la concordia y la convivencia. Un nuevo aliento encontraremos en las palabras y los gestos de Francisco, en su sonrisa y sus abrazos, en ese rostro amable que solo se torna serio y adusto cuando se refiere a la violencia, la corrupción y la injusticia, a la tragedia y el sufrimiento. Desde el comienzo de su pontificado, nos pidió convertirnos en custodios: “Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación”. Este fue un primer anticipo de su célebre Encíclica sobre “el cuidado de la casa común”, la Laudato Si’, que tanto impacto ha tenido. Además de custodiar la memoria y mantener la alegría, el Papa nos ha invitado también a ser misericordiosos: “No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura”, fue su indicación el día en que recibió el anillo del pescador. Entonces dijo: “Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz”. Para la Javeriana, la Universidad Católica que hace 80 años fue distinguida por la Santa Sede con el título de Pontificia, que lleva con orgullo en su escudo el emblema de los Papas, lo mismo que en su bandera los colores distintivos del Vaticano, el amarillo y el blanco, la visita de Francisco es motivo de júbilo, como lo fueron aquellas jornadas memorables cuando vinieron a Colombia Pablo VI, en 1968, y San Juan Pablo II, en 1986. Sin duda alguna, los días por venir también dejarán huella perdurable. Con regocijo y optimismo, le damos nuestra bienvenida al Santo Padre. Sabemos que Francisco ha sido un fiel compañero en el camino de Colombia. Ahora, junto a él, un mensajero que anuncia la paz y siembra la esperanza, daremos el primer paso en una nueva etapa de la historia nacional.