Junio 2021 | Edición N°: 1368
Por: Carlos Julio Cuartas Chacón | Asesor del Secretario General

En la lista de los santos que han recibido el reconocimiento de ‘Doctor de la Iglesia’ se encuentran dos grandes luminarias de la Compañía de Jesús en su primera centuria.


Un siglo separa el año de nacimiento del holandés Pedro Canisio, 1521, y el de la muerte del italiano Roberto Bellarmino, 1621, los dos jesuitas que, además de haber sido canonizados, son los únicos que han sido proclamados Doctores de la Iglesia y, por lo tanto, hacen parte de ese grupo selecto de treinta y cinco personas, cuatro de ellas mujeres, que en diversos momentos de la historia de la Iglesia han alcanzado esta dignidad.

Nacido en Nijmegen, Canisio estudió en la Universidad de Colonia y años después, fue admitido en la Compañía de Jesús por el P. Pedro Fabro, uno de los fundadores. Profesor del Colegio de Messina, Sicilia, fue destinado a Alemania con el fin de defender el Catolicismo de las amenazas de la Reforma. Después se radicó en Viena, Austria, donde publicó su famoso Catecismo (1555), que llegó a tener numerosas ediciones y más de 200 impresiones durante su vida. En 1562 asistió en calidad de experto al Concilio de Trento, años después de haber sido consultor teológico de uno de los cardenales participantes en su primera sesión. Provincial de Alemania, territorio del que hacían parte Austria y Hungría, -lo fue por 14 años-, a él se atribuye el éxito de la llamada Contrarreforma en esa región. A partir de 1580 estuvo en Friburgo, Suiza, donde abrió un nuevo colegio. Falleció en 1597, a los 75 años de edad.

Por su parte, Bellarmino, nacido en Montepulciano, Toscana, en 1542, estudió en las universidades de Padua y Lovaina. Profesor en el Colegio Romano, la actual Universidad Gregoriana, fue creado cardenal en 1599, ejerció como arzobispo de Capua, cerca de Nápoles, antes de radicarse definitivamente en Roma, donde fue miembro de varias Congregaciones, entre ellas las del Santo Oficio, de Ritos y de Propagación de la Fe. Autor muy reconocido, entre sus escritos se encuentran la monumental obra Disputationes de Controversiis Christianae Fidei (1586-1593), una exposición en tres volúmenes sobre la doctrina de la Iglesia Católica Romana, y el Catecismo (1598), que fue traducido a 62 lenguas. “Abogado por excelencia de un cristianismo de la luz, de la tolerancia y de la alegría («mi santo», escribirá Goethe)”, según el juicio del historiador Jean Lacouture (1991), el nombre de Bellarmino ha quedado vinculado a los procesos de Giordano Bruno y Galileo Galilei. Una de las más grandes figuras de su tiempo, también uno de sus santos, falleció en Roma, a los 78 años de edad.

De esta forma, nos unimos a la conmemoración del quinto centenario del natalicio de Canisio, y del cuarto de la muerte de Bellarmino. El primero fue canonizado y declarado Doctor de la Iglesia en 1925; el segundo, canonizado en 1930 y declarado Doctor de la Iglesia al año siguiente, todos estos hechos ocurridos durante el pontificado de Pío XI (1922-1939), el papa que en 1937 le concedería a la Javeriana el título de Universidad Pontificia. Esos dos jesuitas fueron hombres grandes, destacados entre sus contemporáneos, que bien vale la pena presentar a las nuevas generaciones.