
“En Orocué llueven peces”
* Foto: Orocué es un puerto sobre el Río Meta. El transporte por esta población del Casanare debe hacerse mayoritariamente en canoas. Fotografía: Leonardo Andrés Ariza, ecólogo.
Los ecosistemas que tienen los humedales de Orocué (Casanare) son el centro de atención de las Facultades de Estudios Ambientales y Rurales, y de Ciencias, de la Pontificia Universidad Javeriana, que adelantan una investigación allí desde enero de este año.
“Caen del cielo cuando llueve”, es la respuesta que con toda seriedad y convicción dan los habitantes de Orocué (Casanare) cuando se les pregunta sobre uno de los misterios que tienen sus humedales: ¿de dónde salen los peces que aparecen en las zonas inundadas después de seis meses de sequía?
La duda forma parte de los múltiples interrogantes que procura resolver la investigación que adelanta desde enero de 2009 en los Llanos Orientales la Pontificia Universidad Javeriana, a través de sus Facultades de Estudios Ambientales y Rurales, y de Ciencias, en convenio con Colciencias y con la Universidad Internacional del Trópico Americano, con sede en Yopal.
La mitad de la llanura colombiana es una zona de sabana que se inunda durante seis meses del año conformando humedales donde conviven y sobreviven múltiples especies de aves, de peces, de fauna y flora terrestre y acuática. Los otros seis meses los terrenos se secan completamente, pero quedan algunos caños y lagunas que permiten que el ecosistema no sufra grandes traumas.

Fotografía: Alma Ariza Ramírez, investigadora.

Las planicies inundables del Casanare siempre han sido consideradas un problema económico, porque se dice que no es tierra que se pueda aprovechar para la agroindustria o para las formas tradicionales de cultivo. Por eso durante décadas se ha intentado buscar formas de drenar y secar esa sábana sin resultados satisfactorios, porque el suelo sigue con problemas de compactación y de erosión. Lo único que se trabaja allí es la ganadería.
El trabajo de las dos Facultades, a través de los departamentos de Colombia y Territorio y de Biología, consiste entonces en dar a conocer todas las características de los ecosistemas de flora y fauna que tienen esos dos millones de hectáreas inundables y sugerir estrategias de manejo y aprovechamiento, es decir formas distintas de agroindustria, de ganadería, de turismo…
Los investigadores y expertos trabajarán durante 18 meses con el fin de entender cómo varía el ecosistema en invierno y en verano. La Universidad del Trópico Americano tiene un programa de Biología que se encarga del análisis del fitoplancton, es decir, de las algas.
El profesor Saúl Prada, de la Facultad de Ciencias, está estudiando los peces; el profesor Augusto Repiso, trabaja en aves y vegetación; Carlos Devia está haciendo la caracterización de las aves asociadas a los cuerpos de agua, que según los primeros censos, son más de cien especies diferentes en un día; y Alma Ariza se ha encargado de conocer la vegetación acuática. Todo bajo la dirección del profesor Luis Guillermo Baptiste.
A lo anterior se agrega que en la zona se han construido obras de infraestructura: vías, terraplenes, zanjas, diques y compuertas que han transformado la sabana, y se desea conocer qué efectos tienen en las condiciones naturales. Un sitio con estas características es el Parque Ecotemático Wisirare, llamado antes los Módulos de Orocué, pues fue un sistema de diques y compuertas que tenía el objetivo de retener el agua en época de lluvias y liberarla paulatinamente en época de sequía. El sistema no funcionó y se convirtió en una represa de mil hectáreas colonizada por la fauna de la región.
Los investigadores y expertos trabajarán durante 18 meses con el fin de entender cómo varía el ecosistema en invierno y en verano. La Universidad del Trópico Americano tiene un programa de Biología que se encarga del análisis del fitoplancton, es decir, de las algas.

Otras características que le dan un contexto al trabajo que allí se realiza es que cohabitan en la zona resguardos indígenas de la Etnia Saliva, que hay explotación petrolera y que es un puerto sobre el río Meta, donde además tuvo presencia la Compañía de Jesús entre los siglos XVII y XVIII, antes de su expulsión en 1767.
“En Orocué estuvo la misión de San Miguel de Macuco, y la Universidad ha empezado a recuperar esa historia de los Jesuitas que se encargaron de impartir el catecismo, de proteger a los indígenas y de promover el desarrollo de sistemas productivos. Las ruinas de las edificaciones que construyó la Compañía de Jesús están abandonadas, comidas por la selva, en medio de un resguardo indígena”, afirma Luis Guillermo Baptiste.
“Allá se manejan muchos mitos, como que los Jesuitas dejaron baúles llenos de oro y que ahora nosotros vamos a rescatarlo”, agrega Baptiste. Sin embargo, lo que hay en la región es el oro de la biodiversidad, los peces, las aves, el agua. Por el rescate de ese oro es que trabajan los investigadores de la Javeriana.
Por eso Colciencias aprobó comprar una casa, donde se alojan cada vez que profesores y estudiantes visitan la región para hacer sus investigaciones, que incluso han dado pie a por lo menos 15 tesis de pregrado. “La casa tiene un nombre muy pomposo que es Centro de Investigaciones Ecológicas y Sociales La Vorágine, porque se dice que en Orocué José Eustacio Rivera escribió parte de su novela”, cuenta el profesor Baptiste.
Hasta ahora el Centro es sólo un nombre pero ya se están gestionando los recursos para tener más investigadores en la región, para concretar la idea de abrir allí un espacio de investigación para todas las facultades de la Javeriana y para seguir resolviendo los misterios del Llano, como la “lluvia de peces”.
