Noviembre-Diciembre del 2015 | Edición N°: Año 54 N° 1313
Por: Carlos Julio Cuartas Chacón | Asesor del Secretario General.



En  el  año  2007  me  invitaron  a dictar  una  charla  sobre  “Humanismo Ignaciano”, compromiso que acepté gustoso y me obligó a profundizar en los conocimientos que tenía al  respecto.  De  tiempo  atrás  me  había interesado en la figura de Ignacio de Loyola,  el  santo  cuya  fiesta  conmemoramos cada 31 de julio; en contraste, poco había  trabajado  sobre  el  concepto  de Humanismo, que puede ser considerado desde muy diversas perspectivas, una de ellas, la histórica. En este contexto, nos encontramos  con  el  Renacimiento, esa fuerza renovadora que influyó en la primera mitad del siglo XVI, precisamente la época en que vivió el fundador de la Compañía de Jesús.

Ahora bien, el quehacer universitario en la Javeriana y en particular, el ejercicio de la docencia, me habían obligado a fijar la mirada en el ser humano y en la sociedad en general, en los problemas y  los  desafíos  que  enfrentamos.  Es  así como aprendemos a reconocer en cada persona,  sus  talentos  y  limitaciones,  a valorar  las  inmensas posibilidades  que le ofrece la vida para aprender y crecer, para establecer relaciones y hacer cosas que puedan ayudar a la construcción de un mundo mejor. Por estas razones, muy pronto  terminé  en  las  filas  de  quienes creemos que el Humanismo debe ser el talante  inconfundible  de  nuestro  quehacer universitario en el siglo XXI.

Preparar  la  conferencia  me  permitió entonces,  adentrarme  con  rigor  en  el estudio de estos asuntos y hacer la respectiva  presentación.  Decidí  replantear el tema, y así surgió el título definitivo de  la  exposición  y  del  escrito,  “Humanismo y Legado Ignaciano”, que en una primera versión compartí ese año. Posteriormente,  tuve  oportunidad  de  revisarlo  de  nuevo,  enriqueciéndolo  con otras fuentes y consideraciones. De esta manera,  poco  a  poco  cobraron  forma definitiva, apenas hace unos meses, las palabras que han quedado recogidas en un  pequeño  volumen  que  el  Centro  de Fomento de la Identidad y Construcción de Comunidad ha tenido a bien publicar. El  lector  encontrará  en  este  ensayo monográfico, que contiene más de doscientas citas bibliográficas, -los autores correspondientes   son   los   auténticos expertos en la materia-, un análisis de los distintos significados de la voz Humanismo, y una referencia particular al Humanismo Cristiano. Luego de repasar la  especial  connotación  que  tiene  ese vocablo  en  términos  históricos,  podrá acercarse a una serie de personajes que en  distintas  épocas  han  merecido  el calificativo de Humanistas, entre ellos, el  P.  Manuel  Briceño,  S.J.,  mi  maestro y  amigo,  con  quien  pude  transitar  algunos  tramos  del  maravilloso  mundo académico.  Por  supuesto,  me  detengo en  Erasmo  de  Rotterdam,  llamado  con frecuencia  “príncipe  del  Humanismo”. A continuación, el estudio se centra en Ignacio  de  Loyola  y  su  legado,  destacando  tres  aspectos  fundamentales  de su  vida  y  obra:  la  santidad,  como  opción y logro; la Espiritualidad Ignaciana, un extraordinario aporte que no pierde vigencia; y la Educación Jesuítica, asumida por los hombres que han aceptado compartir  su  propuesta  y  se  han  empeñado  en  hacerla  realidad.  El  trabajo concluye  con  una  breve  comparación entre el célebre hijo de Rotterdam y el santo nacido en Loyola, y una reflexión final sobre el Humanismo Ignaciano. La bibliografía que fui elaborando a lo largo de los años, es extensa y se incluye al final de la publicación.

Como lo anoté en el preámbulo, creo que  el  tema  es  importante,  especialmente  en  el  ámbito  educativo  y  aún más, en una universidad de la Compañía de Jesús como la nuestra. Deseo que la publicación de la conferencia despierte interés acerca de estos asuntos y contribuya  a  su  conocimiento,  lo  que  sin duda  redundaría  en  el  fortalecimiento de la comunidad universitaria y nuestro sentido de pertenencia.