1 de agosto del 2015 | Edición N°: Año 54 N° 1310
Por: Eduardo Pastrana Buelvas | Director del Departamento de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.



Colombia  y  el  resto  del  mundo están siendo testigos de las indignantes,  flagrantes  y  masivas violaciones   a   los   derechos   humanos (DDHH)  que  el  gobierno  de  Venezuela viene comentiendo en contra de los colombianos.    Nuestros    compatriotas están  siendo  deportados,  sin  que  se cumplan tanto el derecho internacional como el mismo venozolano, a través de la  frontera  binacional.  Tales  medias  a todas  luces  ilegales  han  generado  una crisis humanitaria sin precedentes. Infortunadamente, tenemos frente a nosotros a un régimen autoritario, caracterizado por la perdida absoluta de legitimidad  política  y  social,  que  naufraga.  Por  ello,  intenta  utilizar  como tabla  de  salvación,  en  forma  velada, el  desencadenamiento  de  un  conflicto militar con Colombia en la frontera, a fin de tener un pretexto que le permita endurecer el régimen –autogolpe- y suspender las próximas elecciones que, según  los  sondeos,  podría  perder.  De manera  que  la  puesta  en  marcha  de una política exterior agresiva y provocadora, que como política simbólica recrea la figura del enemigo externo para exacerbar  la  pasión  del  nacionalismo, le  permite  a  Maduro  la  utilización  de medidas  excepcionales,  a  fin  conjurar aquellos males foráneos que han sumido  a  la nación   en  la  crisis  estructural en que se encuentra.

Por tanto, el desabastecimiento,  la  inseguridad  y  tantas otras  desventuras  que  padece  el  pueblo venezolano no serían el fracaso del modelo  que  ha  implementado  el  régimen  populista,  sino  las  consecuencias de una conspiración que ha sido urdida desde afuera.

El  presidente  Santos,  hasta  hoy,  había conducido las relaciones con Venezuela a través de una diplomacia de la conciliación en medio de las diferencias ideológicas  con  el  gobierno  del  vecino país.  Sin  embargo,  la  gravedad  de  la crisis humanitaria y el escalamiento de las  tensiones  entre  ambos  países,  han conducido a que se cierren, por el momento, las vías de la diplomacia  bilateral; y,   por   supuesto,   a un giro en la acción exterior del gobierno colombiano. Además de endurecer su lenguaje y reclamar con vehemencia el respecto a la dignidad y los  DDHH  de  los  colombianos,  Santos ha iniciado una ofensiva diplomática en los escenarios multilaterales regionales: OEA y Unasur. No obstante, ambos escenarios de diálogo político, a causa de los cambios globales, hemisféricos y las fracturas  ideológicas  entre  los  Estados latinoamericanos,  han  evidenciado  recientemente ser poco eficaz en la mediación  y  solución  de  crisis  regionales. Como alternativa al anquilosamiento y parálisis tanto de la OEA como de Unasur, la diplomacia colombiana debe recurrir también al Consejo de Seguridad de la ONU, porque un escalamiento de la crisis podría poner en peligro la seguridad y la paz de la región.

Es  acertado  que  Colombia  visibilice internacionalmente  la  crisis  y  es  necesario que despliegue una diplomacia más acorde con los cambios que se están  llevando  en  las  Américas.  En  este sentido, se debe apelar a la imaginación y utilizar mecanismos diplomáticos que vayan  más  allá  de  lo  tradicional.  Por ejemplo, Colombia podría buscar la mediación  conjunta  o  paralela  de  EE.UU. y  Cuba.  Tal  constelación  hubiese  sido imposible antes del 17.12. 2014. Desde entonces, ambos Estados se encuentran en un proceso de normalización de sus relaciones, hecho que   ha   comenzado a transformar las dinámicas de la política hemisférica.

En ese sentido, Cuba sigue siendo un aliado de Venezuela  y  anfitrión  de  los  diálogos  de paz entre el gobierno colombiano y las FARC. En el pasado, no sólo sirvió como mediador en crisis entre ambos países, sino que puede desempeñar de nuevo el mismo rol en la actual, ya que goza de la confianza de las partes. Al mismo tiempo EE.UU., quien le genera confianza a Colombia,  más  no  a  Venezuela,  podría respaldar la mediación de Cuba. En consecuencia, si cooperase con Cuba para acercar la partes y buscar una solución negociada  a  la  crisis,  podría  enviar  un mensaje positivo sobre su nueva estrategia de reaproximación hacía América Latina.  En  fin,  los  nuevos  tiempos  requieren innovaciones diplomáticas.