
La metáfora del bombero: las relaciones exteriores de la administración Uribe
A PESAR de los cambios positivos en quienes dirigen el Ministerio de relaciones Exteriores y de los que todavía no podemos sacar conclusiones sobre el manejo cotidiano de las relaciones exteriores del país, un análisis de los hechos recientes y de las tensiones con nuestros vecinos inmediatos, Ecuador y Venezuela, nos lleva a plantear que el actual gobierno de Álvaro Uribe Vélez adelanta una política exterior reactiva lo que es un contrasentido y equivale a decir que, en términos reales, se carece de política, ya que la existencia de ésta implicaría haber hecho una evaluación previa de los efectos que ciertas decisiones tendrían en los gobiernos de los países vecinos. El denuncia vía los medios de comunicación (a pesar de que el Ministerio haya aclarado que en notas diplomáticas se había pedido discretamente explicación a Venezuela) de que las FARC estaban en posesión de armamento que había sido vendido a las fuerzas armadas del país vecino y la divulgación de los mismos medios de la ampliación del acuerdo de cooperación militar con los Estados Unidos de Norteamérica (aquí tampoco tiene mucha importancia si se trata del uso de instalaciones existentes o la ampliación de las mismas o creación de nuevas, el golpe mediático es que son bases para ser usadas por los norteamericanos) le ofrecieron en bandeja a Hugo Chávez la posibilidad de crear un factor de tensión y de aprovechar la situación para proyectarse y hacerse visible en los medios de comunicación.
Chávez, personaje mediático, supo utilizar tres hechos que le permitieron salir del relativo ‘ostracismo’ al que lo había reducido la inauguración de una nueva administración en los Estados Unidos, el golpe militar en Honduras, la denuncia de las armas y el acuerdo bilateral sobre la cooperación militar. Sólo cuando el daño ya estaba hecho Uribe decide salir a explicar a los dirigentes de los otros países del continente el alcance de las decisiones que concernían a Colombia. El problema es que esta actitud reactiva no es nueva y hunde sus raíces en la manera como las administraciones del presidente Uribe han concebido la política exterior, no como un ejercicio de sopesar las potencialidades y debilidades del Estado Colombiano frente a los desafíos domésticos, internacionales, transnacionales y tomar decisiones a largo, mediano y corto plazo, sino como algo secundario.
El otro factor que llevó a estas dos administraciones, bajo un mismo presidente, a dar un tratamiento inadecuado a las relaciones exteriores del país es haber apostado de manera incondicional a la permanencia en el poder en los Estados Unidos de la élite imperialista y guerrerista que se encontraba detrás del presidente George W. Bush. las incongruencias de las decisiones tomadas después de los atentados del 11 de septiembre del 2001, en particular las de combatir el desafío del terrorismo islámico (que por definición se basa en un gran flexibilidad de acción sin bases territoriales fijas) con acciones de guerra convencionales y utilizar este pretexto para controlar zonas ricas en recursos de hidrocarburos, escaparon totalmente de la percepción de la presidencia de Uribe Vélez así como escaparon los cambios en la política doméstica de la potencia. El deslumbramiento por el tratamiento preferencial que la administración Bush brindó a la administración Uribe llevó al convencimiento que era posible sustraerse al entorno regional inmediato, convertirse en un enclave. Ni siquiera el tratamiento dado a las negociaciones del TlC y su proceso de aprobación por el Congreso norteamericano llevaron a plantear un viraje en esa no política exterior.