
La mochilera astral

Silvia Prietov puede ser una de nuestras egresadas de la carrera de Artes Visuales con mejor reputación y proyección en América en la actualidad. Su mundo es el de la animación y en él ha desarrollado una carrera pertinente y prometedora. A su haber de premios, becas, reconocimientos y alianzas con grandes medios se suma un logro reciente de gran calado: hace unas semanas estrenó en Cartoon Network el piloto que codirigió de una serie llamada Astropackers. Estar en dicha plataforma es un éxito indiscutible, pero es resultado de una trayectoria sostenida en la que nada queda en segundo plano.
Ensoñación millennial
Los de la generación Y, mejor conocidos hoy día como millennials, fuimos marcados en nuestra infancia y adolescencia por los medios audiovisuales y en especial la animación. En las tiernas edades en que la concentración era poca y en los años de exacerbación hormonal que nos hacía rebelar en contra de la tradición, nos era fácil prestar menos atención a los libros y a la radio, para concentrarnos en las pantallas. Disney, Cartoon Network y MTV nos acompañaron con sus productos animados en el desarrollo del ser emocional, el imaginativo, el aspiracional e incluso el social: lloramos la muerte con El rey león, sentimos deseo con Tarzán, empatizamos con el ñoño en El laboratorio de Dexter, acogimos el empoderamiento femenino con Las chicas superpoderosas y entendimos los valores de la originalidad y la espontaneidad con Daria y Beavis & Butthead. Como buena millennial, ese fue el entorno audiovisual animado en el que creció Silvia Prietov y con el que empezó a forjar su lenguaje, técnica y estilo artístico.
“A los 6 años tuve una epifanía: en mi primer viaje a los Estados Unidos vi, en vivo y en directo, a un equipo de animadores de Disney trabajando. En ese momento decidí cuál iba a ser mi profesión”, dice Silvia con seguridad, como si el camino recorrido hasta hoy fuera destino y vocación. Con un talento innato para el dibujo desde niña, quizás herencia de sus padres arquitectos, conoció los rudimentos de la animación cuadro a cuadro, una práctica algo ya pasada de moda cuando ingresó, años más tarde, a la Carrera de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana en 2003. No obstante, Silvia encontró en la Javeriana tres elementos que renovarían aquella técnica por la que se había decidido: la teoría le permitió familiarizarse con la historia, la apreciación y los lenguajes cinematográficos; la práctica de la dirección audiovisual le dio estructura y vuelo a su creatividad, y el encuentro con otros estudiantes de talentos complementarios al suyo la llevó a conformar un equipo de colegas, de amigos, con quienes aún trabaja en la empresa que fundó después de graduarse: Lucy Animation Studio.
Materializar lo imaginado
En Colombia hay una audiencia extensa y creciente en torno a la animación, pero no existe una industria nacional avanzada. Ante esta situación resulta gratamente sorprendente que una animadora colombiana haya sido una de las dos únicas personas en la historia de la Vancouver Film School (referente mundial de cine y medios audiovisuales) en obtener una beca completa para estudiar animación clásica. Allí llegó Silvia Prietov en búsqueda de herramientas para desarrollar su propuesta artística: «luego de mi paso por la Javeriana, en la maestría en arte que hice en la Universidad Nacional de Colombia, entendí lo que quería hacer en mi papel como artista, pero fue en la VFS donde encontré la manera de ejecutar mis ideas sin que el medio —la animación— fuera un obstáculo».
“A los 6 años tuve una epifanía: en mi primer viaje a los Estados Unidos vi, en vivo y en directo, a un equipo de animadores de Disney trabajando. En ese momento decidí cuál iba a ser mi profesión”, Silvia Prietov.
En Canadá, Silvia pulió su técnica hasta el punto de ponerla a total disposición del espíritu creador. Según ella, lo más bonito, interesante y gratificante que aprendió acerca de la animación como medio artístico es la posibilidad que esta brinda para crear universos imposibles tal cual fueron imaginados. “Con la animación nada es fortuito ni hay limitaciones, lo que me permite diseñar mundos de realismo mágico, surreales y no lineales”. Tras su regreso a Colombia, la animadora ya tenía afianzados los elementos con los que potenciaría su carrera.
Y llegó la cosecha: con Lucy Animation Studio empezó a conquistar espacios en plataformas, productoras y creadoras de contenido para toda América como Sony, Obento Box, Apple TV, Marvel Studios, Paramount, Netflix, Nickelodeon, Ted Education y Cartoon Network. Y sus animaciones han recibido importantes reconocimientos: ganó el premio a mejor serie web en Bogoshorts, el estímulo para creación de corto animado del Fondo de Desarrollo Cinematográfico de Proimágenes, la financiación del programa Encuentros del Ministerio de Cultura, el premio a mejor serie latinoamericana en Chilemonos, el premio Animation! de Ventana Sur (Argentina), la Residencia Internacional de Animación de APA LAB (Argentina) y la convocatoria Girl Power – Pitch me the Future de Cartoon Network y Pixelatl (Latinoamérica y México).

La agenda internacional de Silvia, que la lleva de premio en premio, de concurso en concurso, de rueda en rueda de negocios, la complementa con su actividad formadora en Colombia, apalancándose en Lucy Animation Studio como una escuela para potenciar a otros animadores. Silvia ha expresado en algunos medios que tal vez no sea necesario desarrollar una industria de animación en Colombia que objetivice al creador y al producto, sino más bien un entorno fértil que genere una animación de identidad local colombiana y latinoamericana; un ecosistema que facilite y promueva la experimentación, la inventiva y la innovación. Esto revela la coherencia de la artista, para quien su creación y producción, su relación con la industria y su labor docente no traicionan sus valores y creencias.
Crear mundos deseables
Unos cortos comentarios de cierre merece el trabajo de Silvia Prietov: al revisar su producción es notoria la intención de explorar, como objeto de estudio y como asunto estético, lo diferente e inusual, lo que transgrede lo normativo. De allí su gusto por crear mundos de impacto visual en los que se mezclan escenarios a veces oscuros y de ultratumba, a veces distópicos, de contrastes en color entre lo fosforescente y fluorescente con lo plano, de personajes perturbados o potenciales nuevos modelos posmodernos. Algo de ello puede verse en el piloto de Astropackers, la historia de un mochilero intergaláctico que llega a sacudir la aburrida vida carente de sentido de un personaje robotizado. Sin duda esta animadora javeriana propone mundos posibles sobre los que podemos hacer preguntas trascendentales. Allí su arte.