La responsabilidad de tomar decisiones
Al analizar las decisiones que cada uno de nosotros ha tomado en diferentes momentos de la vida, encontramos que así como algunas han sido fáciles, otras han requerido mayor consideración. En este caso se habla de decisiones complejas. También las ha habido que son gratas, conceder una distinción, por ejemplo. Otras no lo son: la terminación de un contrato o una llamada de atención, lo cual es más grave si nos une a la persona afectada un estrecho vínculo como podría ocurrir con los inmediatos colaboradores. En esta categoría se ubican las decisiones que no comparten y a veces tampoco respetan, grupos de personas, pequeños o grandes, dentro de una organización, decisiones que nos enfrentan y crean controversias que en ocasiones llegan a tener grandes repercusiones, no sólo en el entorno propio de la entidad, sino también en los medios de comunicación. Es entonces cuando aparece la tentación del populismo que conduce solamente a decisiones que estén en todo acordes con el parecer de los otros, así contravengan ideales arraigados o propósitos establecidos. En este contexto se acude al ‘hagámonos pasito’, coloquial expresión que apunta a complicidades censurables. En casos como este imperan los intereses y la decisión queda finalmente sometida a las consecuencias que pueda traer en el futuro para quien tiene la responsabilidad de tomarla, y no a lo que la ley y el bien aconsejan. Y esto lo tienen bien presente quienes saben que ejercen cargos de autoridad con período limitado, con fecha de vencimiento, y que mañana, cuando regresen a ‘la base’, las personas afectadas por sus decisiones podrán ser sus superiores. Y qué decir cuando detrás de una decisión se esconde el beneficio personal, a veces con perjuicio para la dependencia o entidad. Definitivamente, una persona que toma una decisión pone en juego y evidencia su carácter e integridad. Ahora bien, de especial interés resulta hablar de las decisiones que toman los organismos colegiados, que en el caso de la Javeriana, deben ser el resultado de un consenso a juicio de quien preside el respectivo organismo. Puede ocurrir que uno de sus miembros no esté de acuerdo con la decisión adoptada, lo cual de ninguna manera le resta legitimidad. Sin embargo, como integrante del organismo colegiado y de la entidad tiene la obligación de acatar dicha decisión, divulgarla y sustentarla entre sus subalternos, so pena de crear divisiones que atentan contra la dimensión corporativa de la institución.
También al hablar de decisiones surge el criterio de oportunidad. No siempre la discusión de un asunto admite dilación, o lo contrario, porque hay casos en los cuales la prudencia aconseja esperar un tiempo para tomar una decisión en particular. Todo lo anterior nos hace pensar en el arte de decidir, en la sabiduría necesaria para tomar una buena decisión, en la importancia del discernimiento, palabra clave en la espiritualidad ignaciana, que hace referencia a un proceso riguroso de elección que nos permite examinar motivaciones y circunstancias, establecer contrastes y asumir consecuencias. Pues bien, más allá de las funciones que las disposiciones jurídicas establecen para las autoridades de gobierno de una institución se encuentra la responsabilidad de tomar decisiones y apuntalar el itinerario histórico de la organización. Gobernar es decidir, y como mandatarios se debe buscar el cabal cumplimiento de los objetivos corporativos, siempre en concordancia con los principios y valores propios de su identidad.
En este contexto, el rector de la Universidad, los Vicerrectores y los Decanos de su Sede Central, tuvimos ocasión recientemente de reflexionar sobre el gobierno de la institución, tanto en el nivel general como en el ámbito de las Facultades, distinción que en ocasiones ofrece la oportunidad de equívocos pues con frecuencia se habla de ‘la Universidad’ cuando se alude a las decisiones tomadas por las autoridades del Gobierno General que tienen sus oficinas en el Edificio Central. Entonces ‘la Universidad’ surge como de una entidad diferente, de la cual no hacemos parte, y se olvida que las decisiones de orden institucional son analizadas en el ámbito del Consejo Académico, del Consejo del Medio Universitario, del Consejo Administrativo o del Consejo Directivo Universitario, este último, autoridad superior de gobierno en la Universidad, organismos en los cuales tienen asiento también Decanos de Facultad. El tema de las decisiones es, pues, de especial relevancia para la cultura organizacional de una entidad. A una persona se le nombra en un cargo o se le elige para que haga parte de un cuerpo colegiado, con el fin de que entre diversas posibilidades, juzgue cuál es la posición más acertada, y decida. no hacerlo constituye grave falta contra la responsabilidad que se le ha encomendado.
Al llegar al último número de Hoy en la Javeriana en el año 2010, enviamos a todos nuestros lectores desde esta página editorial un cordial saludo de navidad y formulamos votos por su bienestar en el período de vacaciones y el nuevo año.