1 de Octubre del 2015 | Edición N°: Año 54 N° 1312
Por: Redacción Hoy en la Javeriana | Pontificia Universidad Javeriana



La comunicadora social javeriana Claudia Palacios lanzó su nuevo libro el 14 de octubre, en el auditorio Félix Restrepo, S.J., con la asistencia de varios de los protagonistas de las 85 historia de perdón que ella plasma en su publicación.

Ni el vestido azul que traía puesto ni su evidente belleza le robaron protagonismo a las palabras que le regaló al auditorio la periodista Claudia Palacios en el acto de lanzamiento de su nuevo libro “Perdonar lo imperdonable. Crónicas de una paz posible”, editada por Planeta.

Ella compartió escenario con el también periodista Darío Fernando Patiño, quien a través de un conversatorio que duró un poco más de una hora, logró que Claudia motivara a los presentes a leer el libro, pero sobre todo, a comprender que la paz no es solo de quienes están dialogando en La Habana, sino que es una tarea pendientes de todos los colombianos.

En el acto estuvieron presentes varias de las 126 víctimas y exvictimarios que ella entrevistó a lo largo de año y medio recorriendo todo el país. Cada uno narró su historia y la forma en que han ido superando las marcas que les dejó de la guerra.

“Las 85 historias muestran que sí es posible perdonar lo imperdonable. A través del amor, de la fe, de la solidaridad, del deporte, del arte…  muchas  de  las  víctimas  han  podido  transformar  sus  vidas  en  historias  ejemplares,  aun  siguiendo en condiciones vulnerables. ¿Si lo hacen quienes realmente vivieron estas tragedias, quienes sufrieron la desaparición de sus hijos, los violaron, los secuestraron o los desplazaron, por qué no lo vamos a hacer el resto de los colombianos?”, se preguntó Claudio Palacios.

Por eso su llamado central y uno de los mayores objetivos de su libro es que cada uno desde su rol de arquitecto, estudiante, periodista, chef, artistas, ingeniero…  tiene  una  función  que  cumplir  en  la construcción  de  la  paz  en  Colombia.  “El  acuerdo puede quedar muy bien cuando lo firmen, pero si todos nosotros desde nuestra vida cotidiana y desde nuestro trabajo no hacemos gestos de paz, esa paz no va a servir para nada”. Ella no pretende convencer de apoyar o no el proceso de paz, pues dice que ambas  posturas  son  válidas,  pero  afirma  que  cada  ciudadano  debe dejar la indiferencia y convertirse en un constructor de paz y de reconciliación.

 

Por qué el libro

Cuando  Claudia  Palacios  regresó  a  Colombia  en 2012, después de vivir en Atlanta por ocho años debido a su trabajo para CNN, le impactó mucho que la noticia  de  empezar  un  proceso  de  paz  no  fuera  una buena  noticia  para  todos.  “No  me  sentí  con  ningún tipo de autoridad para criticar a los que no estaban de acuerdo, a mí me parecía que sí era una buena noticia y quería entender por qué para ellos no”.

Empezó  a  hacer  entrevistas  con  gente  relacionada con el tema y encontró que hay muchas historias de paz  en  Colombia  que  no  están  contadas,  porque  los medios han estado más preocupados por narrar la guerra que por narrar la paz.

“Mi  conclusión  es  que  si  somos 47 millones de colombianos, de los cuales  7  millones  son  víctimas  y 100  mil  han  sido  victimarios,  tenemos casi 40 millones de colombianos que no hemos sido víctimas directas,  pero  somos  determinanTes  para  que  en  el  país  haya  paz. Con nuestra opinión, con nuestras acciones, con nuestro voto determinamos  que  el  proceso  de  paz sea avalado o no, y lo hacemos teniendo como insumo algo sesgado y  es  el  hecho  de  que  lo  que  más nos llega a través de los medios de comunicación es la historia de la guerra y no la historia de la paz”. Por eso Claudia decidió contar esas historias a través de un libro.

Perdonar y pedir perdón

Afirma  Claudia  Palacios  que  “aunque  las  condiciones  de vulnerabilidad  permanecen  para  muchas  de  las  víctimas, sobre todo las más humildes logran salir adelante y deciden perdonar, terminan siendo por lo general más pragmáticas y dicen: ‘bueno, pa’ delante y si tengo que reunirme con mi victimario lo hago, o no me reúno con él, pero hago algo para que esto no le pase a nadie más’”.

En cuanto a los victimarios Claudia detectó en sus entrevistas que en algunos casos terminan reconociendo que hay una cantidad de víctimas inocentes que no debieron sufrir eso, entienden el dolor que causaron y se muestran dolidos por no poderle decir a una mamá dónde están los restos de sus hijos porque los quemaron o los tiraron a un río. Hay otros que se justifican, aunque reconocen, que hi- cieron mucho daño y ese es un paso.

“El  común  denominador  para  esta  población  afectada emocionalmente  es  que  el  perdón  no  es  un  favor  que  la víctima le hace al victimario, sino un favor que la víctima se  hace  a  ella  misma  para  poderse  quitar  una  carga  que le causó un dolor enorme y que no quiere tenerla bajo sus hombros el resto de su vida”, afirmó.

Agrega  que  hay  muchas  cosas  buenas  de  la  resiliencia de los colombianos y de su lucha por no dejarse vencer por el conflicto, pero que también con eso se ha desarrollado una indiferencia enorme.

“La sociedad civil no crea unos mecanismos para entender el conflicto porque mientras en su metro cuadrado donde vive no le explote una bomba ni le huela feo, entonces no le importa y eso es una cosa con la que tenemos que luchar los colombianos.

Que aquí no me pase nada no quiere decir que por allá en otros barrios de mi propia ciudad o en el monte no haya una cantidad de gente a la que les está pasando una cantidad de cosas que a mí no me gustaría que me pasaran”.

De  las  exvíctimas,  exvictimarios,  expresidentes,  excomisionados de paz, exnegociadores de paz, académicos, empresarios, filántropos, voluntarios y ciudadanos del común con los que habló, Claudia Palacio aprendió que todos tienen razón, pero que es necesario comprender que hay que pensar diferente y obrar diferente para conseguir resultados diferentes a los obtenidos en los procesos de paz anteriores. Ella ya dio el primer paso, en un país cansado de contar la guerra, ella optó por contar la paz.

“El   común   denominador para esta población afectada  emocionalmente  es que  el  perdón  no  es  un favor   que   la   víctima   le hace  al  victimario,  sino un  favor  que  la  víctima se hace a ella misma para poderse  quitar  una  carga que   le   causó   un   dolor enorme  y  que  no  quiere tenerla bajo sus hombros el resto de su vida”