Julio 2009 | Edición N°: 1249
Por: Pedro Mejía Salazar | Periodista Oficina de Información y Prensa



*Foto: Laura Villamil vive en una residencia universitaria en el sector de Flórez, Buenos Aires, en donde el invierno fue uno de los causantes del incremento del virus AH1N1. Fotografía: Mauricio Ocampo.

Laura Villamil, quien se graduó de Ecología en la Universidad Javeriana en el 2004, superó la gripa AH1N1 en Buenos Aires (Argentina) en donde vive actualmente adelantando estudios de Maestría.

Argentina es hasta el momento el segundo país del mundo con más casos de gripa AH1N1 después de Estados Unidos, superando incluso a México, donde empezó la enfermedad. Las cifras se dispararon durante la última semana de junio y la primera de julio, y entre las personas afectadas estuvo una colombiana, egresada de Ecología en la Universidad Javeriana. Ella, Laura Villamil, compartió su experiencia con la revista Hoy en la Javeriana. El siguiente es su testimonio.

Yo llegué a Argentina el 9 de mayo, para adelantar estudios de posgrado en la Universidad de Buenos Aires. Es una maestría en Recursos Naturales, con posibilidades de doctorado. Acá prácticamente no conocía a nadie y tuve que buscar donde alojarme hasta que encontré una residencia estudiantil en el sector de Flórez.

Pasaron siete semanas, y todo iba bien, acostumbrándome a una nueva cultura, a compartir cuarto con una compañera y a convivir con muchos estudiantes extraños. Un viernes, el 26 de junio, después de clase, llegué normal, sin síntomas de nada, comí, mire mis correos en internet y me acosté a dormir.

El sábado en la madrugada me empecé a sentir mal, me desperté con mucho dolor en el cuerpo y fiebre alta. Me quedé en la cama todo el día, sólo me levanté a almorzar y a bañarme, para ver si con la ducha me bajaba un poco el calor corporal. Me tomé un Dólex y te verde con limón, pero no sentí mayor mejoría.

Ya en la noche tenía fiebre de 41 y escalofrío, y a pesar de que me sentía muy caliente necesitaba estar cobijada todo el tiempo. El dolor de cuerpo aumentó, era literalmente dolor de huesos, como calambres, y malestar en el pecho, diferente al malestar que se siente cuando da sinusitis. Lo que sentí nunca lo había sentido con ninguna otra gripa, es el malestar más fuerte que he tenido.

En una oscura habitación de 4 por 3 metros pasó sus cinco días de aislamiento la egresada javeriana mientras se recuperaba del virus. Fotografía: Laura Villamil.

La señora que maneja la residencia me vio tan mal que me insistió mucho que fuera al hospital. Si no hubiera sido por ella no hubiera ido. Eran las 8:00 de la noche más o menos cuando una compañera de las residencias me acompañó al hospital en un taxi.

Me atendieron, me tomaron la temperatura y me mandaron para otro consultorio donde estaban mirando los casos de fiebre alta. Allí la doctora vio que tenía todos los síntomas de la gripa AH1N1: la fiebre, el dolor en el cuerpo, escalofrío y tos, producto de la flema que tenía acumulada en el pecho.

Me recetó Oseltamivir (conocido comercialmente como Tamiflu). Debía tomarme una pasta cada 12 horas. Me ordenó estar aislada por cinco días, muy quieta y evitando contacto directo con otras personas. Además me recomendó tener una vajilla para mi sola. A la compañera con la que compartía habitación le tocó irse para otro lado.

No recuerdo bien cómo pasé esa primera noche. Estaba tan cansada que seguramente dormí y me imagino que también surtió efecto la pasta que me tomé a medianoche. Al otro día la fiebre disminuyó bastante, tenía temperatura de 38 o de 37 y medio. Ya el cuerpo no me dolía tanto, pero sí empecé a sentir nauseas cuando comía, sobre todo después de tomarme cada pasta.

La alimentación era normal, me tocaba comer lo que me llevara la señora de la casa, porque no podía bajar a la cocina a prepararme lo que me gusta, igual en esa indisposición no dan ganas de nada, comía porque me tocaba.

Estuve totalmente sola, no hablé con casi nadie durante esos días. Eso fue lo más duro, estar totalmente aislada, sin poder salir de una habitación pequeña (de 4 por 3 metros aproximadamente), donde no tenía televisor. Pasaba los días acostada, porque no me provocaba pararme siquiera, intentaba leer o estar en internet, pero me cansaba mucho los ojos y me molestaba el brillo de la pantalla.

Me quedé en cama hasta el martes o miércoles, cuando ya los síntomas se habían reducido. Algunos compañeros empezaron a visitarme con tapabocas, a otros no los volví a ver sino después de los cinco días cuando ya salí del cuarto. Igual había que prevenir algún contagio y no salir a regar el virus.

Las noches las pasé bien, porque de todas formas me tomaba el medicamento a las 12:00 y dormía. Eran 10 pastas por 5 días, hasta el viernes, que terminaba el aislamiento. Ese día ya no sentí nada, ni fiebre, ni escalofríos, ni dolor, sí tocía porque tenía mucha flema. La reacción del cuerpo es toser y desgarrar, por eso tomé agua todo el tiempo.

Después ya no volví al hospital. Cuando volví a ver televisión, me di cuenta que en Buenos Aires había caos y se había decretado la emergencia sanitaria por la cantidad de gente con el virus. Hubo una explosión de personas con el síntoma esa semana, justo después de las elecciones. Entonces preferí evitar tacos de gente, porque no daban abasto, y para evitar contagiarme de nuevo.

Nunca supe dónde adquirí la enfermedad, posiblemente fue por el aeropuerto, cuando llegué Argentina, pues hasta donde tengo entendido el virus puede durar hasta siete semanas de  incubación. Tampoco soy consciente de alguien que haya estado enfermo al lado mío o que me haya estornudado encima.

Todavía no conozco los resultados de los análisis y creo que ni los conoceré, porque acá se pasó en una semana de 10.000 a 320.000 análisis, con 56 muertos. El número de casos sobrepasó cualquier posibilidad de reacción y atrasó semanas la entrega de resultados.