No faltan quienes afirman que la Iglesia no tiene ninguna palabra sobre la explotación de nuestros recursos naturales. Con todo respeto, pero se equivocan. Nada de lo humano es ajeno a la catolicidad, todo lo contrario, verifica el Concilio Vaticano II. El Evangelio no nos cuenta que Jesús pasaba todo el tiempo rezando encerrado en el templo. En contraste, sí nos relata con énfasis cómo el Hijo del Hombre se dedicaba a curar enfermos, dar pan a los hambrientos, defender a los excluidos y denunciar las injusticias cometidas por los poderosos. En una frase, el Cristo se empeña en el total desenvolvimiento de las diversas dimensiones que constituyen la persona y la sociedad, ya que al fin y al cabo[…]