Noviembre 2019 | Edición N°: Año 58 N° 1353 – Noviembre – Diciembre 2019
Por: Hoy en la Javeriana | Redactor



Hay lugares y momentos de la vida en que no podemos evitar tener expectativas. Las vísperas de sucesos previstos, a veces teñidos de ilusión, como lo son un grado, una boda o el nacimiento de un hijo, nos hacen conocer con claridad lo que significa ese sentimiento. Los aeropuertos, por ejemplo, son un sitio donde, no solamente los viajeros, sino también quienes salen a recibirlos, tienen expectativas sobre lo que va a suceder en el futuro inmediato: las maletas, que ojalá lleguen; el reencuentro con seres queridos y los abrazos deseados. Y qué decir de los hospitales, donde tanto el enfermo como sus seres queridos se enfrentan a los resultados de tratamientos, pensando en la recuperación de la salud para poder así abandonar pronto esas instalaciones que son de tránsito.

Otro tiempo de expectativas se da, sin la menor duda, al final de los cursos académicos. Como estudiantes, todos conocimos lo que se siente en ese período previo a los exámenes, que tienen fecha y hora definidas; de igual manera, en los días que siguen a una evaluación, cuando nos parece que no llega el momento de conocer las calificaciones definitivas.

Pues bien, algo similar ocurre con la Noche de Navidad, momento que figura de manera especial en la agenda de los bautizados, y que es precedido por la expectativa que surge ante la inminente celebración de esa fiesta asociada a un acontecimiento histórico que dejó huella profunda en la Humanidad. En efecto, se trata de recordar el nacimiento del Niño Jesús, el hijo de María, que vino al mundo en un establo, en las afueras de la ciudad; que para los creyentes tiene una relevancia mayor porque fue cuando “El Verbo se hizo carne” (Juan 1,14), Dios se hizo hombre, y habitó como uno de nosotros.

El respeto y el silencio son dos herramientas esenciales. Necesitamos ponderación y sensatez, necesitamos ‘hombres y mujeres de buena voluntad’, para lograr que el país se enrumbe por un camino que favorezca el desarrollo y asegure mejores condiciones para todos.

Por otra parte, la Nochebuena es también la antesala del final de un año y el comienzo de otro, que seguramente traerá nuevas situaciones y desafíos, cambios y oportunidades. ¡Todo es expectativa! Así es. Se acercan las ansiadas vacaciones, la interrupción del trabajo y el tiempo disponible para descansar, compartir con los amigos y la familia, reflexionar sobre el pasado reciente y lo que viene. Estos días son propicios para formular planes y elaborar esas listas de buenos propósitos que, a veces, no logran superar tal condición y nunca se hacen realidad. Pero no por ello, pierden todo su encanto y su valor.

En Colombia, estas navidades tienen una connotación particular. Diciembre llegó en medio de manifestaciones públicas de descontento que, si bien han recordado con fuerza los grandes problemas no resueltos en el país, han afectado la movilidad de los ciudadanos, su tranquilidad y seguridad, lo mismo que el normal funcionamiento de establecimientos comerciales y de otro tipo de entidades públicas y privadas. Hemos vivido semanas de mucha inquietud y zozobra, porque no sabemos lo que va a pasar al final del día o lo que ocurrirá mañana, o cómo será la situación al regresar de vacaciones, cuando debamos retomar el curso ordinario de la vida. Sin lugar a dudas, el clima es de especial expectativa, aún más si tenemos presente que no faltan voces pesimistas, incluso apocalípticas, que anuncian tiempos peores por venir.

Nos preguntamos, entonces, ¿qué debemos hacer? La respuesta es sencilla: ayudar a que pasen cosas buenas y se eviten, en lo posible, escenarios de alta tensión que puedan terminar en enfrentamientos, agresiones y daños. El respeto y el silencio son dos herramientas esenciales en estos casos. Necesitamos ponderación y sensatez, necesitamos ‘hombres y mujeres de buena voluntad’, para lograr que el país se enrumbe por un camino que favorezca el desarrollo y asegure mejores condiciones para todos los ciudadanos, que atienda los reclamos que sean justos, en especial los de aquella inmensa población que ha sido marginada y que hoy no puede vivir con dignidad. Solo si procedemos de esta manera, mejorará la convivencia, en medio de inevitables diferencias de opinión y perspectiva. Solo así podremos vivir en paz.

Que el espíritu de la Navidad nos ayude a bajar la temperatura del debate público, a renovar nuestra capacidad de escucha y de diálogo. Levantemos nuestra mirada, pensemos en grande y empeñémonos en transformar positivamente la realidad. De todos depende que surja un clima social diferente. No nos cansaremos de repetirlo: tenemos que ser artífices de esperanza. Esa es nuestra opción.

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A todos nuestros lectores agradecemos su fiel compañía durante 2019, les deseamos que, en unión de sus seres queridos, tengan unas alegres fiestas y unas vacaciones en paz, y que el año nuevo les traiga salud y prosperida