Noviembre- Diciembre 2011 | Edición N°: año 50 No. 1273
Por: Pedro Pablo Mejía Salazar | Comunicador Social y Periodista, editor de la revista Hoy en la Javeriana.



Blanca Leiva, Milena Tovar y Natalia Lozano, estudiantes de la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Javeriana, viajaron sagradamente durante un año, primero todos los viernes y luego todos los jueves, hasta la vereda Cebadal, ubicada en el municipio de Ciénaga (Boyacá). Lo hicieron por iniciativa propia, porque se propusieron no hacer una tesis de grado común, sino un trabajo con contenido social que les aportara en su crecimiento personal y profesional y que a su vez sirviera para la formación de niños de lejanas zonas rurales. Su trabajo se centró en la Escuela Rural Mixta Eduardo Barajas Coronado, donde capacitaron y fortalecieron en lectura y escritura a 18 niños de primero de primaria, con edades entre los 6 y los 7 años. Su proyecto surgió de observar una experiencia similar en ámbitos rurales que años anteriores realizaron otros estudiantes de la Facultad en el municipio de Úmbita (Boyacá). El profesor Mauricio Pérez y la profesora Mónica Bermúdez fueron motivadores del proyecto social que emprendieron Blanca, Milena y Natalia.

“Nos levantábamos a las 3:00 de la mañana todos los viernes durante el primer semestre y todos los jueves durante el segundo. Nos encontrábamos en el Terminal de Transportes a las 4:30, tomábamos una flota hasta Ramiriquí, a donde llegábamos entre 7:30 y 8:30 dependiendo de los trancones, del estado de las vías y del invierno, y de ahí salíamos para la escuela donde nos reuníamos con los niños hasta las 2:00 de la tarde; a Bogotá regresábamos a las 7:00 de la noche y a las 10:00 ya estábamos en nuestras casas”, contó Blanca Leiva. Su trabajo consistía en realizar actividades de lectura, escritura, oralidad y argumentación con los niños, con elementos pedagógicos y lúdicos para que ellos no sintieran que estaban en una clase formal y obligatoria sino en un encuentro para aprender divirtiéndose. “Para la institución fue una apertura innovadora, porque llegar una Universidad tan importante, de tan lejos, a un sector rural a
5 o 6 horas de camino, era un triunfo y un regalo para nosotros y para los niños”, contó la profesora Rosa Elia Wilches Goyeneche, de la Institución educativa Eduardo Barajas Coronado.

Agregó que para los niños cada viernes o cada jueves eran días de alegría. “Llegaron profesoras nuevas, jóvenes y alegres que les proyectaban energía, que les enseñaban actividades lúdico pedagógicas nuevas, cuentos nuevos, que para ellos eran actividades totalmente diferentes, leían y escribían, pero no era el momento aburridor de sentarse a leer y escribir, sino que lo hacían con innovación pedagógica”. La idea, según explica Natalia, era integrar la cultura con el lenguaje escrito y oral, y por eso se apoyaron en las coplas y en los juegos típicos de la región, para ingresar a los niños en el mundo de la escritura. “Logramos que los niños acogieran los espacios de lectura que nosotros proponíamos en clase, que eran espacios de lectura en voz alta, lectura entre pares, lectura individual…, que ellos se apropiaran como goce y no como un espacio impositivo”, agregó Milena. Los primeros meses consistieron en enseñarles a leer y escribir, y lograron que los niños tuvieran avances notables no sólo en escritura sino también en oralidad. “Al principio eran tímidos, no hablaban, y ahora salen al frente con mucha naturalidad a exponer sus logros”, contó Natalia. El último mes construyeron con ellos dos libros, uno de coplas, que ellos mismos propusieron, y otro de juegos tradicionales boyacenses. Las coplas las compusieron los niños a partir del tema de los juegos. “Los niños fueron productores de los libros y así mismo investigaron sobre el tema, con los abuelos, con los papás, con profesores, con estudiantes de grados superiores. Nosotros les dijimos que en Bogotá no se jugaba lo mismo y que la idea era contarles a los bogotanos qué juegos había en Ciénaga. Por eso hubo más proceso de indagación y comenzamos a descubrir varios juegos como la Quimba, El Bochocolo, la Bola Criolla…”, comentó Milena.

Cuando todo estuvo listo se integró a las familias. “Decidimos hacer una jornada con los papás de los niños, en la que terminamos todos jugando, fue algo muy emocionante, cada momento allá fue inolvidable”, manifestó Blanca. La clausura y entrega oficial de los libros se llevó a cabo el primero de diciembre en la Universidad Javeriana. Los estudiantes y sus familias viajaron desde Ciénaga con el apoyo de las tres javerianas. “Fue muy lindo ver que llegaron todos los niños y algunos estaban incluso estrenando ropa, fue un gran esfuerzo el que hicieron para estar acá, valió la pena las caminadas, las montañas y el barro”, agregaron Milena y Natalia. Los dos libros regresarán a Ciénaga para formar parte de la biblioteca del colegio, y aunque allá quedaron interesados en continuar contando con el apoyo de la Javeriana, las estudiantes no lograron convencer a sus compañeras de trabajar en un proyecto similar. De esta forma Blanca, Milena y Natalia, que están en séptimo y octavo semestre, terminaron su trabajo de campo y ahora continuarán la fase de escritura de su tesis de grado.