
Una nueva era para el aprendizaje y la educación: formación integral en época de pandemia
Sin duda alguna, este tiempo de confinamiento nos ha traído múltiples retos y desafíos en lo educativo. Hemos tenido que adaptarnos, forzosamente y de modo intempestivo, a nuevas maneras de enseñar y aprender. A pesar de lo difícil que ha resultado este esfuerzo, lo estamos logrando exitosamente. Nuestros estudiantes avanzan y generan nuevas habilidades y conocimientos, al tiempo que nosotros como maestros desafiamos la tecnología y nos reinventamos para no perder ese vínculo que nos une a quienes formamos. La pandemia que hoy afrontamos, equiparada por diversos expertos con aquella vivida por el virus de la gripe española a principios del siglo XX, nos ha llenado de incertidumbre y de caminos que debemos construir día tras día. En este escenario, la figura del maestro se ha tornado imprescindible, y hoy nos descubrimos como actores vitales para la construcción y resignificación del tejido social que constituye a nuestras comunidades. Somos portadores y facilitadores del cambio conceptual, del desarrollo de destrezas y competencias para la vida, de la formación de los ciudadanos del futuro.
A través de las pantallas y la tecnología estamos presentes en la vida de miles y miles de estudiantes, ansiosos por aprender. Y para que nuestra huella siga haciendo camino, trascienda las aulas y genere transformaciones que nos permitan avanzar en este complejo proceso de reencontrarnos en y después de la pandemia, no podemos bajar la guardia. En nuestras manos descansa el ímpetu, la fe y la esperanza para construir con nuestros alumnos otras maneras de afrontar esta crisis, que estén marcadas por el cuidado del otro y de la casa común. También para trascender con ellos las fronteras del conocimiento y apoyarlos en el desarrollo de mayores niveles de autonomía y autoeficacia.
Asimismo, para construir de su mano una nueva sociedad que sea más consciente de las necesidades del planeta y de aquello que precisan quienes nos rodean. Tenemos un espacio privilegiado en nuestro ejercicio como maestros de cara a reivindicar valores como la tolerancia, el respeto, la humildad, la vida misma.
Acerquemos el conocimiento desde otras emociones que no sean el miedo al fracaso o la necesidad de una victoria inmediata.
Mucho se ha dicho sobre la necesidad de que nuestra educación (en general, no solo la superior) sea inclusiva. Y por esto último entendemos que la educación dé cabida a todos sus aprendices, y así, cada miembro de la comunidad educativa encuentre un lugar para desarrollarse y potenciar sus fortalezas, su diversidad. Aprovechemos este tiempo para hacer un pare en nuestro propio ejercicio docente y demostrarnos a nosotros mismos, bajo la inspiración del magis ignaciano, cuánto somos capaces de dar en pro de lograr ese ideal. Así pues, construyamos con nuestros estudiantes una cultura de cuidado propio e interpersonal, que beneficie al planeta y a cada una de las personas que nos rodean. Impulsémoslos para que encuentren en el confinamiento otras formas de estar consigo mismos y para que desarrollen nuevas maneras de conexión afectiva con sus pares, sus familias y con nosotros como sus guías y facilitadores en la maravillosa aventura de aprender. Acerquemos el conocimiento desde otras emociones que no sean el miedo al fracaso o la necesidad de una victoria inmediata.
Ayudémosles a descubrir el valor de aquello maravilloso que sabemos hacer con tanta pericia, el acto de educar. Abramos las puertas para que, conjuntamente con nosotros, redescubran la pasión por el conocimiento, el interés por responder preguntas y encontrar caminos que, ahora más que nunca, nos faciliten ver la luz en medio de las pocas certezas que nos ha dejado la pandemia.
En pocas palabras, reivindiquemos aquello que hace más de dos décadas se ha planteado como un reto imprescindible para la educación del siglo XXI: formar ciudadanos comprometidos con el mundo, creativos y capaces de cooperar eficazmente con otros. Ese es nuestro desafío, y las herramientas las tenemos a la mano. Una comunidad educativa altamente comprometida, maestros calificados y, sobretodo, estudiantes que quieren seguir el camino, a pesar de las dificultades. Sigamos avanzando, confiados en que la única manera de salir avante en estos tiempos de tormenta es unirnos y trabajar colectivamente. ¡Manos a la obra! No hay tiempo que perder…