Cátedra Unesco de Comunicación

Comunicación, información y lenguajes en tiempos de pandemia

Cátedra Unesco de Comunicaciones 2020

ISBN: 978-958-781-870-3    |    DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.9789587818703
Cómo citar este libro: Pereira, J. M. y Gutiérrez, G. E (eds.). (2023). Comunicación, información y lenguajes en tiempos de pandemia. Cátedra Unesco de Comunicación 2020. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Asimetrías en la construcción de las identidades y la relación ser humano-naturaleza

Sergio Cruz Hernández1Doctor en Ciencias y Humanidades para el Desarrollo Interdisciplinario. Especialista en proyectos Social-comunicativos en grupos y comunidades indígenas y de pescadores. Profesor de tiempo completo de la Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales, Universidad Autónoma de Baja California, México.

Resumen

Distintas tensiones en las formas de producción, circulación y consumo se expresan en la injusticia social, la construcción de las identidades sociales y la relación ser humano-naturaleza. En este texto se comenta el papel que juega la injusticia social en la configuración de las relaciones sociales. Ciertos movimientos cuestionan las formas de circulación de las mercancías y los servicios en el orden económico actual, o las formas que refuerzan los procesos de generación de riqueza e impactan en elementos culturales a distintas escalas. ¿Cuáles son las expectativas de los actores sociales expresadas en términos del ejercicio de la ciudadanía? ¿De qué manera los procesos de reoccidentalización, desoccidentalización y decolonialidad se expresan en las formas de vida cotidiana? Los ciudadanos cuestionan a los gobiernos sobre la ligereza con la cual se acogen megaproyectos que pasan por encima de vestigios históricos, comunidades, saberes locales y recursos naturales; sin embargo, las preguntas para el ciudadano son: ¿qué tipo de desarrollo queremos para nuestra localidad? ¿En qué tipo de ciudad queremos vivir? ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar en nuestro estilo de vida para conseguir ese desarrollo?

Palabras clave: comunicación, identidades, relación ser humano-naturaleza, sostenibilidad.

Introducción

Descolonizar es una acción que se realiza desde los países en vías de desarrollo en América, África y Asia (Mignollo, 2013), y desde abajo, por parte de los movimientos sociales y las identidades en resistencia; en México, los casos se cuentan por montones desde finales del siglo xx y en este primer cuarto del siglo xxi; algunos ejemplos son: el alzamiento zapatista de 1994; la Marcha del Color de la Tierra, en 2001; los movimientos de padres y madres en busca de sus familiares desaparecidos, desde 2006; las familias que han sido víctima de la guerra contra el narcotráfico; los movimientos feministas, que tuvieron una gran presencia en México en 2019 y 2020 (que se suman a las voces de las mujeres de toda América Latina), y los movimientos comunitarios en resistencia a los proyectos de generación de energía eléctrica, a la explotación laboral y a la invisibilidad impuesta por el colonialismo en nuestros días.

Los actores políticos, los que ostentan o desean el poder, transitan por igual entre partidos y movimientos de derecha a izquierda. Hay emergencia de políticos “independientes” y “ciudadanos”. Las ideologías se moldean a los tiempos electorales. Las identidades de las minorías se suplantan con el fin de acceder al poder. La superabundancia de información en los medios de comunicación produce un vértigo informativo en el espacio público, configurado por la disponibilidad 24/7 de medios y dispositivos inteligentes móviles conectados a internet, que ofrecen una inconmensurable cantidad de información.

La idea de sostenibilidad se enmarcó en el establecimiento de los 17 objetivos para el desarrollo sostenible (ods), entre los cuales se incluye, de manera relevante, la dimensión social de los problemas ambientales. La sostenibilidad es no solo urgente, sino importante. La misma pandemia por covid-19 ha puesto en evidencia los impactos negativos para el ser humano ocasionados por el tráfico de especies animales (Quadri, 2020); por otro lado, mostró los impactos positivos de la reducción de la movilidad de las personas y, con ello, la reducción de co2 en el ambiente y la emisión de gases de efecto invernadero. Otros efectos están relacionados con el aumento en el consumo de contenido de redes sociales e internet (Lele, 2020). Además, durante la pandemia se recrearon prácticas comerciales en escala uno a uno: el canje, el trueque, los negocios entre vecinos, la compra de alimentos en la colonia, etc.

La insostenibilidad como problema, el cambio climático como la única causa y las energías limpias como la única solución (Lele, 2020) se hallan intrincadas en una compleja trama de pautas culturales tejidas íntimamente con el estilo de vida —principalmente, de las ciudades— o de quien tiene la capacidad para viajar, comprar en Amazon y Costco, junto con posibilidad de ir a la universidad, comer en restaurantes de alta cocina, beber vino y consumir series en plataformas digitales. En este sentido, el metabolismo social genera excreciones que implican una materia contaminante, pero también, procesos intangibles que circulan en la dimensión institucional, como sistemas simbólicos y reglas jurídicas y sociales, y que constituyen una parte blanda, invisible e inmaterial (Toledo, 2013), que, igualmente, es una expresión del desarrollo, el crecimiento y la industrialización sin límites, pero “legitimada” por el estilo de vida imperante.

Injusticia, invisibilidad y producción

Las tensiones entre los distintos actores dentro del espacio social encuentran solución en formas de organización expresadas en distintas escalas y actores con distintos grados de información. Las resistencias se valen del “pensamiento fronterizo, el desprendimiento y la desobediencia” (Mignollo, 2013), expresadas en movimientos subalternos, no todos de pobres o por lo menos pobres monetariamente. Se observa una reivindicación de la configuración histórica de los saberes locales y de las formas particulares de organización social. Los actores sociales ponen en juego construcciones discursivas que les permiten ganar posiciones dentro del espacio social, como resistencia a la fragmentación y la pulverización de los intereses y las identidades impuestas por las redes sociales y la internet. Como respuesta, los gobiernos distribuyen los recursos con base en criterios desde los macrodatos, los indicadores económicos, los índices de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde) y el Banco Mundial (BM), y estas medidas reproducen la desigualdad y ensanchan las brechas con los más pobres (Lele, 2020). La misma definición de pobre se presta para arma de dos filos a fin de justificar la entrada de proyectos de cierto tipo de desarrollo en comunidades rurales e indígenas, a quienes no se les pregunta: “¿Qué tipo de desarrollo desean?”; es, más bien: “¿Desean el desarrollo?”.

Las externalidades negativas de los procesos industriales de las zonas urbanas y de los países ricos se pagan en las comunidades rurales y los países en vías de desarrollo; los vulnerados son vulnerados repetidamente. Tanto en las zonas metropolitanas como en las ciudades medias y en los pueblos, los ciudadanos sufren las consecuencias de la corrupción de los gobiernos y las alianzas ilegales con empresas transnacionales.

Con el fin de ofrecer algunos ejemplos donde se expresan las tensiones entre los seres humanos y la naturaleza, se comentan seguidamente tres ejemplos que suceden en el noroeste de México, a escasos kilómetros de la frontera con Estados Unidos.

Los pescadores de Manchuria

En México existen entre 250 000 y 350 000 pescadores ribereños, cuya organización en cooperativas debería fortalecerse, de acuerdo con un estudio de Environmental Defense Fund (edf, 2013), a fin de dotar de capacitación a los pescadores en competencias administrativas, legales y financieras, lo cual les otorgaría mayores recursos para gestionar sus intereses y, en este sentido, también generar mayor conciencia sobre sus responsabilidades y sus obligaciones con el medio ambiente.

Los ingresos de este sector son vulnerados por la “variación de los precios de captura, la presencia de intermediarios, la falta de valor agregado, la posición dentro del esquema organizativo de la comunidad” (edf, 2013), aunado lo anterior a la presencia de narcotraficantes en el mar, quienes desplazan a los pescadores de sus zonas de trabajo, los amedrentan y los amenazan. En general, la pesca es de gran importancia para México; en el caso del estado de Baja California, aporta el “10 % del valor de la producción nacional de pescados y mariscos, lo que posiciona a la entidad en el tercer lugar en importancia para esta industria” (Martínez, 2018).

Algunos productos se extraen a través de pesca de alto volumen; otros, con pesca ribereña de menor escala. En Baja California, el atún es el principal producto pesquero: en 2018 su valor fue equivalente a 29.7 millones de dólares. La langosta, por su parte, tuvo un valor de 6 millones de dólares, y el erizo de mar, de 3.6 millones de dólares (Martínez, 2018). Estos datos demuestran la gran importancia comercial de la industria pesquera en sus diferentes escales, pero, además del valor económico, la actividad también está aparejada a la identidad regional y al estilo de vida vinculado al mar. La vida del pescador es alimentada por imaginarios arraigados en el discurso social común.

En Ensenada, Baja California, en la Delegación del Sauzal existe un conjunto de 100 casas conocido como la aldea de Manchuria, donde a principios del siglo xx se asentaron pescadores japoneses, traídos a México por sus habilidades como pescadores y buzos. La herencia productiva de estos antecesores vive entre pescadores que hoy en día capturan langosta y erizo, entre otras especies, las cuales se exportan directamente a Japón como primer mercado.

El grupo de pescadores de Manchuria se dedica, principalmente, a la captura de langosta y erizo, actividades de gran importancia económica; por ejemplo, en 2018 el volumen de captura de la langosta fue de 703.6 toneladas en peso vivo, y su precio de venta por kilo puede variar entre 11.45 dólares por kilogramo (Conapesca, 2018) a 50 dólares por kilogramo (Martínez, 2018). Por su parte, el erizo tiene un valor de 1.46 dólares por kilo y durante 2018 se contabilizó una captura en peso vivo de un total de 2.355 toneladas (Conapesca, 2018), de modo que el valor total de la producción de ese año fue de 3.4 millones de dólares. En general, se calcula que los recursos generados por la pesca “se triplican por sus efectos indirectos, por sus efectos sobre el turismo, la industria restaurantera y los servicios alimentarios” (cobi, 2013). En esta cadena, el turista es un actor privilegiado que sintetiza las aspiraciones de un estilo de vida de placer: tiene tiempo libre, cuenta con recursos, viaja, come y bebe por gusto; además, su presencia genera expectativa por la derrama económica que genera su recorrido. En este sentido, el turista es el consumidor final de la cadena cuyo primer eslabón es el pescador o el buzo, según sea el caso, y el cual, si es ribereño, se halla en gran desventaja.

Los pescadores ribereños que viven y trabajan en esta región trabajan con total incertidumbre laboral en un mercado con valor anual de 10 millones de dólares; no tienen derecho a jubilación, su trabajo supone alto riesgo, se realiza con un equipamiento rudimentario y en circunstancias donde está en juego la vida del buzo en cada inmersión. Por ejemplo, los pescadores de Manchuria utilizan un compresor a bordo de la panga, el buzo adapta una boquilla a la manguera, se sumerge y su vida depende del funcionamiento del compresor y de la habilidad del cabo de vida2Hombre que, a bordo de la panga, manipula la manguera para que no se le corte el suministro de oxígeno al buzo. al descender 20 metros o más y permanecer por más de 2 o 3 horas capturando erizo, el cual colectan en jabas3Redes semirrígidas que hacen las veces de contenedor del erizo capturado. que suben con cuerdas a bordo de la panga. Si uno de ellos sufre descompresión no cuentan con cámaras hiperbáricas para tratarle. Si muere, su familia se queda desprotegida, y si un buzo ya no puede laborar se va prácticamente a mendigar o a limpiar autos al centro de la ciudad.

Figura 1. Eladio “Layo” Betancourt le da manguera a su compañero. El buzo que recolecta erizo hace su inmersión, y recibe oxígeno a través de una manguera conectada a un compresor a bordo de la lancha. Manchuria, delegación del Sauzal de Rodríguez en Ensenada, Baja California México.

Fuente: Sergio Cruz.

Este grupo de pescadores están organizados en la Asociación de Buzos y Pescadores Oriundos de Manchuria y el Sauzal, y buscan, de acuerdo con el testimonio de Martín Zambrano Lomelí, obtener seguridad laboral, disminuir la contaminación en el mar y mejorar la percepción que se tiene de su identidad como pescadores. Ellos buscan aliarse con otras organizaciones de pescadores, para conformar un frente amplio que pugne por mejorar sus condiciones de salario, seguridad y jubilación. Adicionalmente, tratan de recuperar la memoria histórica de su barrio, la cual incluye las habilidades traídas por los precursores japoneses, que eran expertos en pesca de atún con vara, además de capturar erizo y langosta. Los nipones se arraigaron en el lugar, aprendieron español y se casaron con mujeres mexicanas (K. Nishikawa, entrevista personal a descendientes de japoneses, Manchuria, marzo de 2020); además, el grupo desea establecer una fecha fundacional de su barrio, para convertirlo en un evento de memoria colectiva y de fuerza para su identidad.

La Ruta del Vino

Baja California es una entidad que concentra el 90 % de la producción nacional de vino y sus marcas han recibido más de 400 premios y reconocimientos internacionales. En Ensenada se encuentran 166 de las 195 unidades de producción y se concentra el 90 % de la superficie cultivada de la entidad (González, Salvador, 2015). Se estima que el valle de Guadalupe recibe 750 000 visitantes por año (Sánchez, 2018), en la llamada Ruta del Vino; se calcula que el 15 % de sus visitantes pernocta en la zona, además de que cada persona gasta 95 dólares durante su estancia (Domínguez, 2018), de modo que el valor anual de estas actividades asciende a 81,8 millones de dólares.

La promoción turística anuncia una ruta del vino en la cual el visitante puede ser partícipe de la cultura del vino, la cual encierra, en realidad, tres procesos diferenciados: el cultivo de la uva, la industria de elaboración del vino y la venta de vino, ya sea en tiendas o como parte de la gastronomía. Esta industria expresa de manera clara los conflictos socioambientales. Ejemplo de lo anterior es la campaña Rescatemos el Valle, que lanzaron residentes —entre los cuales se cuentan, chefs, productores de vino y empresarios—, con el fin de llamar la atención de los medios de comunicación en todo el país y ejercer presión sobre el gobierno para que se respete la vocación “natural” de este valle; es decir, un valle agrícola, un valle dedicado a la siembra, el cultivo y la elaboración de vino. De acuerdo con el testimonio de Natalia Badan, viticultora residente de esta región, su campaña busca detener el uso ilegal del suelo y remediar las presiones constantes que existen para que las autoridades municipales cedan al cambio del uso de suelo (Nucamendi, 2020), a fin de permitir el desarrollo inmobiliario, la realización de eventos masivos y, con ello el crecimiento de la industria del entretenimiento en esta zona agrícola.

Distintos actores aportan recursos y trabajo a la cadena de actividades que forman parte de este negocio millonario, en el cual es posible observar una conexión directa con el uso del agua para el cultivo de la vid y, por otro lado, con los recursos marinos (langosta, erizo y atún) considerados elementos centrales de la gastronomía que forma parte de la promoción turística de Baja California y, en especial, del valle de Guadalupe. El aumento del turismo y el de tráfico vehicular y la realización de eventos masivos, tales como conciertos, apertura de restaurantes, bares, antros, hoteles, venta y renta de propiedades para vivienda, la reducción de la superficie cultivable y la de la superficie con tierra, son los problemas que se presentan en la actualidad en esta región.

Actores como los pescadores, que también forman parte de esta cadena productiva de la cultura del vino, son invisibilizados, y con esto se hace referencia a que el valor cultural de su labor no es apreciado en la cadena; por ello, la organización social, tal como la están planeando el grupo de buzos y pescadores oriundos de Manchuria y del Sauzal, tiene mucho sentido para su propio futuro y el de los habitantes de la aldea.

La fresa de San Quintín

El agua disponible en México, como en el resto del mundo, proviene fundamentalmente de la lluvia, aunque también se le suma la que proviene de ríos o, incluso, de importaciones del líquido entre estados o naciones. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) señala que en México el volumen total anual disponible de agua es de, aproximadamente, 1500 km3 de precipitación. Del total del agua disponible en México, el 70 % se evapora de manera natural. Al final, la disponibilidad natural media del agua es de 450 km3 de agua al año.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi), el 76 % del agua en México se utiliza en la agricultura; el 14 %, en el abastecimiento público; el 5 %, para la generación de energía en plantas termoeléctricas, y el 5 %, en la industria. El uso agrícola se refiere al agua utilizada en el riego de cultivos. El abastecimiento público es agua que se distribuye en las redes de agua potable para domicilios, industria y a quienes estén conectados a dichas redes. La industria autoabastecida se refiere al agua utilizada para dotar a empresas que toman el agua directamente de ríos, arroyos, lagos y acuíferos del país. Finalmente, la destinada a las termoeléctricas es el agua que se usa para generar electricidad.

Por otro lado, inegi informa que en México, entre 2018 y 2019, se sembraron 15 millones de hectáreas y se cosecharon 13 y medio millones de hectáreas, lo cual se tradujo en 109 millones de toneladas de productos. El cultivo de mayor superficie es el maíz blanco y el de menor superficie es el amaranto. El mayor volumen en toneladas es el cultivo de caña, pues representó 53 millones de toneladas producidas.

Otra de las industrias que demandan una gran cantidad de agua en cultivos que utilizan la más alta tecnología, además de una gran cantidad de agua a bajo precio, es el cultivo de bayas, también conocidas como berries, donde es posible encuadrar a las fresas, las zarzamoras y las frambuesas. De acuerdo con la cuenta de Latinometrics, esta industria es un mercado que vale más que el del tequila y el mezcal juntos.

Las berries tienen una alta demanda en el mercado en Estados Unidos y Europa; por ello, agricultores de Jalisco, Baja California y Michoacán, principalmente, aprovechan las condiciones climáticas de dichas regiones para cultivar estos frutos, principalmente, en primavera, verano y otoño. Esta producción es muy competitiva, por su bajo costo de producción y, también, por la ventaja geográfica de la frontera con Estados Unidos; por ello, se ha posicionado en el segundo lugar mundial, después de Rusia. La agrupación de productores mexicanos de berries proyecta que el mercado global alcanzará las 584 000 toneladas en 2023 y un valor de hasta 3 billones de dólares. Si eso sucede, las berries serán el tercer alimento de exportación de mayor importancia, solo después de la cerveza y el aguacate, y superando al tequila y el mezcal juntos.

Como ejemplo de lo planteado, cabe destacar el cultivo de fresa del valle de San Quintín, Baja California México, localidad ubicada a 290 kilómetros al sur de la frontera con California, Estados Unidos. Este cultivo tiene un rendimiento de 74 millones de dólares, y por ello es el primer productor en todo el territorio nacional (Milenio, 2015). En este sitio, en 2015 hubo un levantamiento de jornaleros, para denunciar las condiciones, que ya eran conocidas desde tiempo atrás, pero permanecían irresueltas. Los miles de trabajadores de esta región han denunciado desde tiempo atrás “escasez de agua, sueldos bajos, acoso sexual, uso intensivo de agroquímicos, el uso del agua a precios de ejidatarios, uso inadecuado de las concesiones de agua, exportación de los productos”, así como “imposibilidad de trabajar fines de semana y vacaciones para sostener sus estudios” (Espinoza et al., 2017), para quienes desean continuar formándose.

Con el fin de buscar solución a estos problemas, en aquel momento el pliego petitorio de los trabajadores del campo destacaba: la necesidad de un aumento de su salario diario y que se les entregaran excedentes por productividad, se revocaran los contratos firmados de manera colectiva con sindicatos que no representan a los trabajadores y están aliados a los patrones; sacar del salario diario las vacaciones, el reparto de utilidades y el pago de aguinaldo; respetar el horario laboral de ocho horas por día y el pago de horas extras; eliminar el acoso sexual, y ampliar los servicios de salud pública, agua potable y energía eléctrica para las casas de los trabajadores. Una de las empresas demandadas fue Driscoll’s, la comercializadora más grande y conocida en el Valle y líder mundial del mercado de bayas frescas (Garrapa, 2019). Este movimiento emergente representa una presión real que busca reducir las desigualdades de los trabajadores y hacer visibles prácticas empresariales colonialistas.

Conclusiones

Los ejemplos que se comentaron comparten tres elementos centrales: la injusticia social, las tensiones que configuran las identidades sociales y la relación ser humano-naturaleza. En el terreno de la agricultura, el agua es una pieza central y, en el caso de México, un bien al que se le dio un carácter social aparejado al reparto de tierras, vinculado al concepto de “La tierra es de quien la trabaja”, a la creación de los ejidos y a toda una cultura nacional en torno al trabajo campesino. Sin embargo, ¿qué pasa cuando a la tierra ya no se la cultiva por el propietario, sino se la renta a empresas trasnacionales que usan el agua al mismo precio que se le otorgó al agricultor? En parte, eso explica la alta rentabilidad de los cultivos y las externalidades que deja entre los trabajadores, que son migrantes, explotados laboral, física y sexualmente, que no tienen los derechos laborales mínimos y viven en condiciones de marginación y vulnerabilidad.

En el caso de la industria del vino, persisten los elementos agua y tierra como insumos indispensables para dar continuidad a esta cultura vitivinícola. Ambos recursos se han visto disminuidos en los años recientes, y los moradores de la región ven con impotencia un crecimiento descontrolado de hoteles, bares y restaurantes, regido por las reglas del mercado, que se expresan en la presencia de visitantes a lo largo del año. A pesar del sueño que buscaban quienes impulsaron el crecimiento en el Valle, fueron víctimas de sus propias aspiraciones.

Los pescadores de Manchuria reciben presiones internas y externas: la competencia por los permisos, por las zonas para pescar y los conflictos internos, además de las presiones de autoridades, la corrupción y la presencia del crimen organizado en el mar; factores que desincentivan la organización y la incidencia.

La comunicación en su dimensión simbólica tiene una importancia central para reducir las asimetrías. Los grupos organizados pueden acceder a distintos medios que les permitan colocar sus demandas en la agenda pública; sin embargo, no es suficiente la articulación de los movimientos. Se requiere desarrollar sistemas de información y comunicación, aparejados con tecnologías sociales (González, Jorge, 2015), para superar las diferencias que hay entre los distintos sistemas de información, lograr una comunicación y la organización sistemática de los saberes y los imaginarios sociales, aunado todo ello a la posibilidad de compartir esta información entre iguales, para generar lazos construidos sobre el conocimiento (saberes locales-conocimiento científico). Se requiere generar alianzas para resolver los conflictos socioambientales, organizar el trabajo en red, generar estrategias desde las instituciones de educación superior para el acompañamiento en la resolución de conflictos socio ambientales. La comunicación, como dimensión objetiva, permitirá a los actores vulnerados ganar espacios en lo público, mediante el intercambio de saberes, la formación para desarrollar capacidades y para la implementación de sistemas de información; también, establecer relaciones con la prensa o la generación de nuevos medios de comunicación.

La comunicación es un eje transversal que permitirá a los actores sociales más vulnerados satisfacer sus necesidades humanas básicas (alimento, agua, saneamiento, refugio, seguridad personal), así como operar los fundamentos del bienestar: conocimiento, información, salud y calidad ambiental (Lele, 2020). Además, hará que los distintos actores se encuentren a través de una amplia convocatoria en “contra de la violencia contra las mujeres, la persecución y desprecio a los diferentes en su identidad efectiva, emocional, sexual, el aniquilamiento de la niñez” (ezln, 2021). Y no solo a los pueblos indígenas de América Latina, sino a “mujeres, lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, travestis, transexuales, intersexuales, queer y más, hombres, grupos, colectivos, asociaciones, organizaciones, movimientos sociales, pueblos originarios, asociaciones barriales, comunidades y un largo etcétera” (ezln, 2021).

Referencias

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