La educación virtual nos ha invitado a repensar nuestras formas de enseñar e innovar para alcanzar el logro de los aprendizajes.

Desde 2017, la Dirección de Programas Académicos de la Vicerrectoría Académica ha trabajado en el Modelo para la Educación Virtual y el Modelo para el Desarrollo de la Oferta Académica en modalidad virtual para la Pontificia Universidad Javeriana, sede Bogotá. Su desarrollo y aprobación en las instancias de dirección de nuestra universidad, marcaron el inicio de una decidida apuesta institucional por la educación virtual.

Una primera consecuencia de dicha apuesta, y de su puesta en práctica, ha sido la necesidad de revisar nuestras miradas y concepciones acerca de estudiantes, formas de enseñar y aprender, así como los roles de los profesores. En segundo lugar, para ellos, ha significado llevar a la práctica esta revisión y concretarla en procesos y propuestas de enseñanza con el apoyo y acompañamiento ofrecido por el Centro para el Aprendizaje, la Enseñanza y la Evaluación – CAE+ E. Lo anterior ha traído la resignificación de la práctica docente desde procesos de innovación educativa en entornos digitales de aprendizaje.

Para empezar, vale la pena mencionar que los estudiantes que se vinculan a programas de educación virtual son estudiantes con una alta motivación intrínseca y 100% gestores de sus procesos de aprendizajes que deben ocurrir en un marco institucional con el apoyo de profesores y tutores. Tal como se menciona en el Modelo para la Educación Virtual: “el estudiante virtual será considerado como un sujeto activo, autónomo, flexible, con capacidad para el trabajo colaborativo y la construcción colectiva del conocimiento” [1]

¿Cómo lograr esto?

Esta pregunta nos remite a la concepción y puesta en ejecución de los procesos de enseñanza y aprendizaje. En efecto, como parte de sus labores cotidianas de enseñanza, nuestros profesores planean sus asignaturas considerando qué contenidos pondrán a disposición de sus estudiantes, así como qué actividades de enseñanza y evaluación les ofrecerán para alcanzar los resultados de aprendizajes esperados propuestos para la asignatura.

En el caso de la educación virtual, es necesario que desde el inicio del programa, el estudiante tenga a su disposición la totalidad de recursos necesarios para el logro de sus aprendizajes. Estos recursos son, por supuesto, contenidos que pueden estar en diversos formatos (lecturas, videos, infografías, podcasts…). Adicionalmente, son las actividades que se les propongan a los estudiantes para que, por medio de ellas, alcancen comprensiones y habilidades; incluyendo las actividades de evaluación y retroalimentación.

enseñar en un entorno virtual supone garantizar que la enseñanza se vuelva aprendizaje para ese estudiante gestor y autónomo que hemos descrito.

Para que sea posible poner a disposición de los estudiantes todos estos recursos, se hace necesario un esfuerzo de diseño preliminar que esté fundamentado en una profunda reflexión pedagógica. En efecto, enseñar en un entorno virtual supone garantizar que la enseñanza se vuelva aprendizaje para ese estudiante gestor y autónomo que hemos descrito.

En la práctica, acompañar una asignatura virtual ha supuesto la visibilidad de la planeación de las labores de nuestros profesores, al igual que el objeto de reflexión conjunta con sus colegas, así como con los equipos de la Dirección de Programas Académicos, del Centro para el Aprendizaje, la Enseñanza y la Evaluación (CAE+E) y del Centro Ático.

 

 

 

Acompañamiento de clases para la visibilidad de las labores de los profesores

Específicamente, desde el CAE+E y la Dirección de Programas Académicos, hemos apoyado a los profesores ofreciéndoles formación por medio de cursos, talleres y acompañamientos personalizados para el diseño de sus asignaturas y programas. Este apoyo ha hecho posible la puesta en marcha y funcionamiento de tres programas virtuales: el Bachillerato Eclesiástico en Teología, la Especialización en Derecho Matrimonial Canónico y la Maestría en Estudios Culturales Latinoamericanos, así como el desarrollo de seis nuevos programas.

Con lo anterior, es necesario decir que esta experiencia nos ha ofrecido enormes aprendizajes y nos ha señalado retos institucionales por asumir:

En primer lugar, nos planteó la importancia de crear y fortalecer comunidades de práctica. Es decir, la necesidad de iniciar formando profesores que puedan a apoyar a sus colegas en la construcción de procesos de diseño y tutoría de asignaturas virtuales, a medida que van adquiriendo experiencia en su trabajo.

En segundo lugar, nos mostró que en nuestra universidad (incluyendo a la Seccional de Cali) hay un número significativo de unidades y profesores con recorridos y experiencias importantes en el ámbito virtual que es necesario conocer y re-conocer para nutrirnos institucionalmente. Especial mención merece la profesora de la Facultad de Ciencias, Aura Rosa Manascero Gómez quien, generosamente, ha puesto sus aprendizajes en este ámbito a disposición de todos. Ella, como muchos otros profesores, han demostrado su audacia al comprometerse con el desarrollo de programas virtuales.

En tercer lugar, impulsar programas virtuales nos ha llevado a indagar por la oferta y experiencias de otras dependencias en Bogotá y en la seccional de Cali y a hacer equipo con profesores, directivos de programas académicos y colegas.

Por último, nos gustaría enfatizar que el trabajo cercano con los profesores vinculados a programas virtuales nos ha recordado a todos, la imperiosa necesidad de trabajar centrando nuestra mirada en los estudiantes, en plena concordancia con el llamado que se nos hace desde la pedagogía ignaciana.

*María Isabel Patiño Gómez
Directora encargada CAE+E, Centro para el Aprendizaje, la Enseñanza y la Evaluación


[1] Vicerrectoría Académica (2018). Modelos para la Educación Virtual. Documento de trabajo, sin publicar.