marzo 2010 | Edición N°: año 49 No. 1255
Por: Redacción Hoy en la Javeriana | Pontificia Universidad Javeriana



En Colombia hemos vivido ya la primera de las jornadas electorales que permitirán la renovación a partir de mediados de este año, en los escaños del Senado y la Cámara de Representantes, así como en los cargos de Presidente y Vicepresidente de la República. Poder hacerlo es en sí mismo algo bueno para nuestro país, pues no sólo evidencia nuestra opción por la democracia y la participación directa de los ciudadanos en la selección de gobernantes y legisladores, sino también consolida una tradición brevemente interrumpida a lo largo de casi dos siglos de vida como nación independiente.  Estos comicios, por otra parte, ponen a prueba las instituciones colombianas que deben garantizar la transparencia y eficiencia de un proceso complejo que se inicia con la definición de candidatos, continúa con la etapa de campaña, se concreta en votaciones y llega a término con los escrutinios. Del respeto a las normas que rigen cada uno de estos pasos y de la observancia de principios y valores que no se reducen solamente a términos legales, depende en buena medida la legitimidad del resultado y el pleno reconocimiento de los elegidos. Fallas al respecto, como las ha habido recientemente, no le hacen bien a la democracia ni a las instituciones. Solamente cuando no hay sombras en su proceder las instituciones ganan credibilidad y merecen respeto.ahora bien, las elecciones también miden de manera precisa la responsabilidad de un pueblo, tanto por los niveles de participación o abstención como por los propios resultados. En cuanto a lo primero, resulta alentador constatar el aumento de interés, la movilización de ciudadanos que interrumpen la comodidad de un día de descanso para ir hasta los sitios de votación, acercarse a las urnas, entender el procedimiento que no siempre resulta fácil y depositar sus votos. Se trata del cumplimiento de uno de los principales deberes de un ciudadano y del ejercicio de uno de sus más preciados derechos. Sin embargo, resulta lamentable que esta acción, en ocasiones, esté motivada por el ofrecimiento de unos pesos, un refrigerio o unas tejas, como se registró en las pasadas elecciones. Es censurable desde todo punto de vista esa práctica que caracteriza la bien llamada politiquería, que deshonra a los candidatos y los movimientos que las promueven y saben de maquinarias, así como también a los electores que se prestan para ello. Utilizar a las personas, aprovecharse de su ignorancia o sus necesidades para obtener su favor electoral es una práctica antidemocrática que lesiona la dignidad del ser humano. Es entonces cuando se pierde la majestad de la política y se desprestigian las instituciones. 

No menos preocupación genera la elección de candidatos que han merecido serios cuestionamientos. no se trata en este caso de preferencias y alternativas, sino de sanción social. Favorecer con el voto candidatos cuya integridad moral está en tela de juicio constituye grave irresponsabilidad. El país no puede desperdiciar oportunidades como esta para avanzar en el difícil camino del saneamiento de las costumbres políticas. En juego está la dignidad de los cuerpos legislativos, las decisiones a su cargo y el propio futuro de Colombia. a la luz de lo anterior se podría decir que las elecciones se convierten entonces en un gran indicador de la educación de un país reflejada en oportunidades de aprender y prepararse para una participación responsable, que lleguen a todos los ciudadanos y tengan la calidad necesaria para lograr ese propósito. la democracia es fundamental, esto es incuestionable. Pero la democracia sin educación conlleva serios riesgos para la nación y para el propio sistema democrático que al ser usado por unos pocos que solamente buscan su propio beneficio, desvirtúan su auténtica finalidad: el bien común. 

Todas estas reflexiones son pertinentes en un centro de Educación Superior que está empeñado en la transformación de la sociedad, que reconoce la importancia de la participación política y que ha señalado como uno de las principales problemáticas de Colombia “la inadecuación e ineficiencia de sus principales instituciones”. No hay que olvidar que nuestro quehacer se ubica en el ámbito del conocimiento y los valores, del estudio y el análisis, y no en el de actividad proselitista propia de los movimientos políticos. Las puertas de la Javeriana han estado abiertas para promover el debate, para que los candidatos, sin distinciones de ningún tipo, puedan exponer sus ideas. De la misma manera, nuestros profesores, los expertos en esta materia, han podido presentar sus planteamientos y enriquecer la discusión de tal forma que los electores se puedan ilustrar mejor y tengan suficientes elementos de juicio a la hora de decidir en las urnas. Si bien debemos expresar nuestra honda preocupación por la prevalencia de acciones que ensombrecen la democracia colombiana, celebramos su vigencia en nuestro país y renovamos nuestro compromiso para contribuir al fortalecimiento de un sistema que le apuesta a la dignidad humana de todo ciudadano.