Universidades Jesuitas en América Latina: una historia que forja sociedades
Desde su llegada al continente americano a mediados del siglo XVI, la Compañía de Jesús ha tenido un rol fundamental en la construcción y constitución de lo que hoy se reconoce como la educación superior en América Latina. Ha sido un trabajo arduo y perseverante que ha logrado prevalecer sobre signos cambiantes de la historia humana, particularmente en nuestro continente; este se ha caracterizado por sus sociedades volubles, inmersas en complejos y continuos procesos de cambio social y extremas necesidades. Es así como la impronta de la educación superior, brindada por la Compañía de Jesús en esta parte del mundo, ha vivido una permanente evolución: desde los centros de formación gratuita que dieron origen a algunas de las tradicionales universidades coloniales católicas hasta la constitución de más de 26 instituciones desde mediados del siglo XX después de “casi siglo y medio de ausencia en el marco de la universidad racionalista moderna”
Actualmente, la Compañía de Jesús regenta en América Latina 23 universidades, 4 facultades de Filosofía y Teología y 5 facultades de Estudios Superiores. Estas instituciones están ubicadas en 14 países del continente y cuentan en total con cerca de 205.000 estudiantes de pregrado y posgrado y un cuerpo de profesores que supera los 12.000. Con el propósito de “impulsar la integración de nuestras instituciones y de nuestros países en la tarea de transformación de las estructuras sociales desde el amor preferencial por los más pobres”2, el 10 de noviembre de 1985 se crea la Asociación de Universidades Confiadas a al Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL) que reúne a las 32 instituciones señaladas anteriormente. Esta asociación desarrolla una amplia gama de programas y proyectos a través de 12 redes de homólogos, quienes se nutren del trabajo estable de más de 200 profesores y directivos universitarios en variadas temáticas, como por ejemplo: pobreza, ingeniería, educación, derechos humanos, TIC aplicadas en educación, pastoral, responsabilidad social universitaria, comunicación social, ambiente, editoriales y cooperación académica y relaciones interinstitucionales. Al trabajo de estas redes se une el esfuerzo de los enlaces AUSJAL que, presentes en las 32 instituciones, buscan el fortalecimiento de la cultura AUSJAL en el interior de cada una de ellas y constituyen su décimo tercera red de homólogos. De acuerdo con el más reciente diagnóstico sobre movilidad3 entre instituciones miembros de AUSJAL, en el bienio 2009-2011, se reportó la participación de 755 estudiantes de pregrado y 23 de posgrado en programas de intercambio estudiantil. Así mismo, dentro de este periodo se reportó la movilidad de 346 profesionales (personal administrativo, profesores e investigadores) vinculados con las instituciones de educación superior, confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina, las cuales han realizado estancias cortas, conferencias, talleres, cursos intensivos y capacitación.
Gracias a este trabajo en red, las instituciones miembros de AUSJAL desarrollan una amplia gama de programas y proyectos, en espacios comunes de colaboración, investigación y docencia, de esta forma, tienen un registro vigente de más de 70 acciones (talleres, cursos, asociaciones, federaciones, cátedras, redes, participación en convocatorias internacionales, proyectos de cooperación con financiación de recursos internacionales). En 1999 se creó la Conferencia Latinoamericana de Provinciales (CPAL) como una nueva instancia de gobierno de la Compañía de Jesús en América Latina que busca enfrentar con más eficacia los desafíos y necesidades apostólicas de la región mediante la promoción de la coordinación y colaboración entre sus 16 provincias y 3 regiones. A la luz de esta nueva realidad institucional, y a fin de promover la colaboración entre las Universidades confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina y la CPAL, se formuló en el año 2005 el Proyecto Educativo Común que establece la siguiente misión para la actividad educativa:
“Colaborar con la misión evangelizadora de la Iglesia, ofreciendo una formación integral de calidad a niños y niñas, jóvenes y adultos, a la luz de una concepción cristiana de la persona humana y de la sociedad, a través de comunidades educativas que vivan la sociedad justa y solidaria que queremos construir, comprometiéndolas a participar significativamente en la definición de las políticas y prácticas de la educación pública tanto de gestión estatal como privada en los diversos países de la región”. Desde esta misión, y basados en el estudio del entorno latinoamericano, las instituciones miembros de AUSJAL formularon sus retos y líneas de acción que se desarrollan en su plan estratégico:
• Cultivar la calidad y el alto nivel en el dominio de la racionalidad instrumental en cada área del conocimiento. • Enseñar y aprender a “ordenar los afectos” y a gustar y sentir internamente la solidaridad, el amor y el salir de sí mismo.
• Comprender y asumir lo público, como ámbito donde la libertad, la responsabilidad social y la solidaridad construyen espacios e instituciones que miran el bien común de todos los ciudadanos (incluso la ciudadanía mundial).
• Entender a la universidad como una institución al servicio de la humanización de la sociedad global; desarrollar el sentido de la ciudadanía universal y el cuidado del hábitat humano para las futuras generaciones.
• Comprensión de esa dimensión pública, de manera realista y contextualizada en América Latina: la universidad cristiana ignaciana se esfuerza en comprender las causas de porqué somos el continente de mayores contrastes entre pobres y ricos, por qué el subdesarrollo afecta a la mitad de la población que carece de trabajo digno, de educación de calidad, de sistema jurídico que los defienda.
• Conocer otro rasgo de la formación ignaciana: que se trata de una formación para la acción y en la acción; por eso incluye el aporte de los egresados a la sociedad, en la vida y en el contexto de su profesión. La educación superior jesuita se propone como un proyecto educativo, fundada en la comprensión integral y en el aporte de respuestas efectivas, en el contexto de realidades tan complejas como las latinoamericanas, inmersas en problemas sociales, hechos violentos, corrupción y pérdida de valores, como señala el Padre General Adolfo Nicolás, S.J., de la tradición ignaciana de “profundidad de pensamiento e imaginación”