1 de Septiembre de 2015 | Edición N°: Año 54 N° 1311
Por: Redacción Hoy en la Javeriana | Pontificia Universidad Javeriana

La vía política es la alternativa


 

Para vivir en sociedad con algo de tranquilidad y poder desarrollar  las  actividades  que  dan  sentido  a  nuestra existencia  y  nos  permiten  crecer  como  personas,  es necesario  aceptar  un  conjunto  de  condiciones  que  están  ya definidas, como son, por ejemplo, las fijadas por las leyes. En este sentido, no podemos escoger individualmente, de acuerdo con nuestros propios gustos e intereses, las normas que determinan el ordenamiento social. Por supuesto, esas condiciones se pueden cambiar, y para eso la democracia nos ofrece unos espacios  precisos  de  participación  que  siempre  estarán  mediados por el parecer de las mayorías, expresado en las urnas y en las decisiones que toman quienes nos representan en las corporaciones públicas, que son el lugar por excelencia para elejercicio de la política.

Se podría decir que la diferencia entre una sociedad civilizada  y  una  que  no  lo  es,  consiste  en  la forma de enfrentar las diferencias que en ocasiones no es posible resolver o dirimir.

¿Cómo  escoger  el  camino  entre  distintas opciones? En el primer caso, el que plantea  la  civilización,  es  esencial  el  diálogo, porque el poder de los argumentos determina  el  curso  de  las  decisiones,  se  apela a la razón y a la sensatez de las personas. Por  el  contrario,  en  una  sociedad  que  no acoge este modo de proceder, la fuerza y el  temor  se  usan  para  imponer  el  rumbo que  definen  unos  pocos,  de  acuerdo  con sus propios intereses o convicciones, y que se han hecho al poder de alguna manera.

Ahora bien, la actividad política, que se mueve en torno a ideas y propuestas acerca del futuro de la sociedad, siempre debe tener como horizonte el bien común y los intereses de la nación. ¡Ese debe ser su único norte!

En este contexto, los colombianos vemos hoy con esperanza que un grupo de compatriotas que hace décadas escogieron la vía armada, que es la de los fusiles y la violencia, para promover cambios sociales, hayan considerado la posibilidad de poner fin a tantos años de conflicto y hacer opción por la vía política, que es la de las urnas y la paz. Por muchos años, el Gobierno Nacional ha enfrentado militarmente esta insurrección que no ha respetado a la población civil, que ha establecido  nexos  con  el  narcotráfico  y  ha  desplegado  una  acción delincuencial  de  secuestros  y  extorsión,  daños  a  la  infraestructura  nacional  y  el  medio  ambiente.  Todo  parece  indicar que  el  esfuerzo  reciente  de  buscar  alternativas  mediante  el diálogo y la negociación, está dando sus frutos.

Difícil camino el recorrido hasta ahora en La Habana, y no menos  complejo  el  que  nos  espera  en  el  inmediato  futuro. Sin embargo, el silencio de las armas y el pleno respeto a la dignidad de las personas nos obligan a empeñar lo mejor de nuestra humanidad para lograr estos propósitos. Se necesitan, por igual, generosidad, inteligencia y voluntad, asegurando en todo caso el respeto a la ley y la justicia.

Las diferencias siempre existirán, y qué bueno que así sea: es demostración palpable de riqueza y fundamento del progreso. No faltarán conflictos y enfrentamientos, pero debemos asumirlos civilizadamente, en los escenarios que la sociedad ha creado con este fin. Mucho trabajo debemos hacer para acreditar la actividad  política  como  un  ejercicio  responsable y honesto, que procura la unidad de los colombianos en torno a los intereses nacionales, y no la división y el sectarismo. Nadie  puede  desconocer  la  cuota  puesta en el conflicto por esa parte del país que, aunque en principio se mueve dentro de la institucionalidad,  ha  estado  viciada  por  la corrupción y amparada en la impunidad.

Por supuesto, a las minorías, no importa su origen o sus antecedentes, se les debe asegurar su espacio y brindarles garantías para que su participación en el debate de los asuntos públicos sea real. La historia de nuestro país nos ha dejado tristes lecciones al respecto, y no podemos permitirnos que se repitan experiencias que el país entero ha condenado.

Colombia tiene recursos de sobra para transitar por un sendero que nos lleve a lograr mejores condiciones de vida para todos los ciudadanos, para hacer que el desarrollo social que se requiere, pueda realizarse dentro de la institucionalidad, y que la vía política sea una opción respetable y eficaz. ¡Cuánto esfuerzo se ha consumido en la guerra! ¡Cuánta muerte y desolación ha dejado este camino!

La Javeriana siempre estará del lado de la paz y la justicia, del diálogo civilizado, de la democracia y la participación. El horizonte de nuestra actividad cotidiana es ese mundo mejor, esa sociedad solidaria, incluyente y respetuosa de la dignidad humana, que con toda seguridad podemos construir por la vía política.

Difícil   camino   el   recorrido  hasta  ahora  en  La Habana, y no menos complejo  el  que  nos  espera en  el  inmediato  futuro. Sin  embargo,  el  silencio de  las  armas  y  el  pleno respeto a la dignidad de las personas nos obligan a  empeñar  lo  mejor  de nuestra humanidad para lograr estos propósitos.