Las matemáticas de la felicidad
Hay un matemático español que cuenta conceptos científicos usando como vehículo el un matemático español. Él estuvo en la Universidad Javeriana de Cali repartiendo conocimiento y carcajadas. También tuvo tiempo para hablar de la paz y el gusto que siente por Colombia. Su nombre es Eduardo Sáenz de Cabezón.
El auditorio estaba en su mejor esplendor: luces parpadeando como en modo fiesta, cada silla engalanada con la visita de un espectador, voces expectantes y, por supuesto, sobre su escenario, la figura un tanto menuda, pero imponente de quien está demostrando que la felicidad también tiene nombre de matemáticas: Eduardo Sáenz de Cabezón. La mayoría de las personas saben que el stand up comedy es para ‘burlarse’ de la realidad o, por lo menos, casi todos los monologuistas colombianos hacen lo propio. Pero, ¿existen algunos que hablan de la magia de los números, en concreto de las matemáticas? Sí, y es Eduardo, el profesor español que desde el 2001 pertenece al Departamento de Matemáticas y Computación de la Universidad de la Rioja, España. Todo empezó en el año 2013 cuando a Eduardo lo invitaron a participar en FameLab Spain, un concurso de monólogos científicos que organiza el British Council y el Festival de Ciencias de Shetland, del Reino Unido. A él se le ocurrió que hablar de teoremas y diamantes resultaría interesante y no se equivocó. “Los enamorados suelen regalar diamantes para demostrar que su amor es para siempre, pero, ¿por qué no sorprenderla con un teorema? Estos sí son para toda la vida”, añade con toda la convicción del caso. Con este discurso de tres minutos se robó los aplausos y por ahí derecho, el primer puesto del certamen. “Yo nunca había hecho un monólogo de este tipo y tampoco el resto de compañeros españoles que estaban participando. Sin embargo, nos sentimos muy bien en el escenario y pensamos que se podía ir más allá”, recuerda Eduardo muy entusiasmado.
Científicos sobre ruedas
Fue tanta la comodidad que experimentó el profesor español sobre las tablas, que se unió con el grupo de artistas que él mismo menciona anteriormente para lanzarse al estrellato con ‘The Big Van, científicos sobre ruedas’. El primer público que los recibió fue el del Festival Friki de Logroño, Frikoño. “Dijimos: por qué no llevamos esto al público general, y fuimos a dar a este concurso. La presentación era en un bar y fue un exitazo. A partir de ahí nos empezaron a salir más actuaciones”, asegura Eduardo, a quien esto de echar historias se le da bien gracias a que también es cuentero. Espectadores de países como Brasil, Argentina, Paraguay y Colombia han tenido la fortuna de reír a costa de los cuentos de Eduardo y sus colegas. Ellos han sabido mostrarle al mundo que las matemáticas, que tantas trasnochadas y dolores de cabeza suelen sacar, tienen su magia. “Los números no se me daban bien, pero un día se me cruzaron en la secundaria Manuel Benito y William Fernández, dos profesores que me inculcaron la pasión y el amor por las matemáticas y, al final, me terminé enamorando”, dice convencido. De hecho, el sueño de Eduardo era estudiar informática. Sin embargo, en su ciudad no tenía la posibilidad de acceder a la carrera y vio en las matemáticas un camino para llegar a ellas. Y lo logró, porque su trabajo de investigación consiste en hacer que los computadores sean capaces de trabajar con conceptos abstractos de álgebra. Álgebra abstracta computacional, la llama. Regresando a ‘The Big Van, científicos sobre ruedas’, el nombre no se debe a que vayan en un carro recorriendo el mundo. Solo que, en su momento, lo de las llantas les sonó gracioso y quisieron añadirlo al nombre que los representa. “No es que vayamos en una van por el mundo. Vamos con las ruedas de los aviones, las de nuestros propios coches”, afirma mientras se ríe. Al principio el grupo lo conformaban doce personas. Ahora son 20. Algunos son investigadores en ejercicio y otros combinan su labor científica con su labor divulgadora, y provienen de diferentes áreas como la física, la química, la biología y la ingeniería.
“Si algún día desaparezco, que me busquen en Colombia”
Con esta frase Eduardo ratifica a sus amigos su gusto por Colombia. Con un brillo particular en sus ojos no escatima esfuerzos en decir que nuestro país le “encanta”, sobre todo, por la gente. “Yo les digo a mis amigos: si algún día desaparezco, que me busquen en Colombia. Ese es el maravilloso sur. El trato que he recibido siempre ha sido excelente. Aquí hay un común denominador basado en el optimismo, una especie de ilusión, de mirar hacia delante y a mí eso me emociona. Me parece que es algo admirable y me agrada convivir con personas que piensan así. Tengo bastante esperanza en el proceso de paz y puede ser muy ilustrativo para otras partes del mundo”. Y esa inclinación por Colombia se le nota. No por nada viajó 7.550 kilómetros desde España para cumplirles la cita a los cerca de 700 admiradores que lo esperaban, el pasado 12 de octubre, en el auditorio Borrero Cabal, S.J., de la Universidad Javeriana de Cali. Al mejor estilo de las estrellas que pasan por la alfombra roja, estudiantes y hasta profesores aguardaban por su arribo para pedirle un autógrafo y una foto y, por ende, para reír a carcajadas con los que quizá son los monólogos más intelectuales de la época. La actuación de Sáenz duró más de dos horas y pudo haberse extendido más, pero como en todo teatro, llega un momento en que esas luces que pardean en modo fiesta se apagan. El telón se baja y el éxito se mide, según Eduardo, “no por la cantidad de aplausos, sino por la intensidad de la interacción”. Entonces, se puede decir que esa noche estuvo intensa.