Julio 2009 | Edición N°: 1249
Por: Redacción Hoy en la Javeriana | Pontificia Universidad Javeriana



Daniella Bellini, de Odontología, y Carolina Bösenberg, de Lenguas Modernas, formaron parte del grupo de javerianos que durante 12 días apoyaron las labores humanitarias del buque estadounidense que visitó a Tumaco.

El Buque Hospital Comfort, de la Armada de Estados Unidos, visitó Colombia del 6 al 17 de junio adelantando labores humanitarias, de atención médica gratuita y de apoyo en proyectos de ingeniería en Tumaco, con la participación de 29 estudiantes y profesores de las Facultades de Odontología y de Comunicación de la Universidad Javeriana.

La invitación llegó de la Embajada Estadounidense a través de la Secretaría de Asuntos Internacionales. Los javerianos colaboraron como traductores entre los médicos y la población, asistieron a cursos de capacitación médica, y ayudaron en las labores de construcción de centros de salud y una escuela.

El Buque Comfort zarpó el 1 de abril en misión humanitaria de cuatro meses por América Latina y el Caribe. Ha hecho escala en Haití, República Dominicana, Antigua y Barbuda, Panamá, Colombia, Salvador y Nicaragua.

Con una longitud de 275 metros, el buque alberga una tripulación de 800 personas, cuenta con 12 salas de cirugía de última tecnología y 1.000 camas hospitalarias. 50.000 personas recibieron atención médica especializada en pediatría, ginecología, ortopedia, fisioterapia, cardiología, odontología, análisis de laboratorio y farmacia. Sobre estas experiencias escribieron las estudiantes Daniella Bellini Manzi, de Odontología, y Carolina Bösenberg, de Lenguas Modernas.

 

Entre emoción y tristeza
Redacción por: Daniella Bellini – Facultad de Odontología

NO PUEDO olvidar la emoción que sentí al estar en el barco, a pesar de lo dura que es la vida de un marino: levantarse a las 3:00 a.m., bañarse en baños comunales, dormir en literas, recibir órdenes sin un por favor o comer a horas que normalmente parecerían inverosímiles.

Fue una experiencia que con mucho agrado repetiría. Cada día las sorpresas eran más grandes, no dejé nunca de aprender sobre las vivencias que contaba la tripulación. No es una vida fácil, es mucho tiempo aislado, lejos de los seres queridos.

No es sencillo salir de un mundo de comodidades para internarse dos semanas en un barco y dormir rodeado de cientos de personas desconocidas, siguiendo horarios agotadores. La primera impresión me golpeó, pero a los pocos días entendí lo importante que es abrirse a nuevas experiencias. Al trabajar con personas que necesitaban de esa ayuda, dejé de sentir lo extenuante de las jornadas y comencé a desear que los días fueran más largos para aportar algo más.

Me di cuenta de la importancia de la misión y de lo necesarias que son estas iniciativas, no sólo para los miles de beneficiaros, sino también para quienes, como yo, aprendimos lo importante que es abrirse a la realidad del país, encontrar que no todo acaba en nuestras casas y que uno puede contribuir a mejorar las condiciones de quienes por mucho tiempo ignoramos.

Me sentía impotente al ver las largas filas de gente buscando atención médica, con problemas que iban desde un dolor de muela hasta el más peligroso de los tumores, sabiendo que no todos podrían ser atendidos. Pero nuestra labor iba más allá, también arreglamos instalaciones educativas, pintamos sus paredes, compartiendo con esas personas que por un momento se olvidaron de esa triste realidad en la que viven.

La experiencia fue excepcional, crecí como persona, compartí con colombianos que lo necesitaban, conocí gente increíble, de muchas nacionalidades, que tenían una tarea humanitaria de la cual hice parte y repetiría sin dudarlo.

No es difícil aportar para mejorar las condiciones de miles de personas, es cuestión de voluntad, de dedicarles unos días de su vida y con sus propias manos colaborar en el proceso de sacar esta nación y su gente adelante.

 

Una realidad impactante
Redacción por: Carolina Bösenberg – Facultad de Comunicación y Lenguaje

Desde que nos informaron de la convocatoria, varios estudiantes decidimos participar para ayudar a una población oprimida y para conocer una parte de Colombia que necesita mucha
atención.

Algunos de los javerianos que apoyaron la misión permanecieron en tierra, mientras que los demás fuimos trasladados en helicóptero al buque hospital, para permanecer allí durante 12 días.

Así, nosotros, estudiantes de las Facultades de Odontología y Comunicación y Lenguaje, apoyamos como intérpretes los servicios médicos de odontología, medicina general, veterinaria, educación e ingeniería, que parte del personal a bordo del buque ofreció en tierra desde el colegio Max Seidel.

En el buque hospital, equipado con 5 quirófanos, rayos X y grandes habitaciones, se llevaban a cabo las cirugías que no podían efectuarse en tierra. A bordo del USNS Comfort tuvimos la oportunidad de ayudar a otros colombianos por medio de nuestros conocimientos.

También conocimos a las personas que llevaban aproximadamente tres meses viajando por distintos países de Latinoamérica y Centroamérica en una misión humanitaria. Estadounidenses, dominicanos, peruanos, chinos, puertorriqueños, mexicanos y, por supuesto, colombianos intentaron siempre hacer sentir a los pacientes lo más cómodos posible dentro del buque.

También nos acercamos a los habitantes de Tumaco y de otras regiones del país, para conocer sus historias, algunas de ellas muy impactantes, tristes y difíciles de entender. Es una zona del Pacífico en la que aún hay mucho por hacer.

Lo más inolvidable fue tener contacto con los pacientes después de la cirugía, cuando ya parte de sus problemas de salud habían sido resueltos por el personal médico. Fue emocionante ver los resultados; niños antes afectados por el labio leporino podían empezar a sonreír unas semanas después de la operación.

Fue una oportunidad de involucrarnos como colombianos y javerianos con otras realidades, de hacer un pequeño aporte para solucionar algunos de los muchos problemas que afectan a Colombia, tenderles una mano a quienes lo necesitan.