A los intelectuales y al mundo universitario, La Universidad: opción clave y funcional de evangelización
Al término de una intensa jornada, ya al final de mi visita a Medellín, no puedo dejar esta entrañable ciudad sin encontrarme con vosotros, hombres y mujeres de ciencia y de cultura. Siento esto como un obligado tributo que el Papa y la Iglesia os deben, y como un gesto vuestro de acoger como natural y obvia la presencia de la Iglesia y del Papa. Permitidme que a este motivo añada otro de orden, por así decir, vital: el encuentro con los jóvenes, los numerosos jóvenes estudiantes, de los que ahora solamente puedo encontrar a algunos representantes; el miércoles pasado, en «El Campín» de Bogotá, tuve la alegría de sentirlos muy cercanos y en gran número.
La Iglesia necesita de la cultura, lo mismo que la cultura necesita de la Iglesia. Lo he dicho ya en otras ocasiones y lo repito ahora a vosotros, añadiendo que la Iglesia, en la elección e intercambio de bienes entre fe y cultura, piensa preferencialmente en los jóvenes (cf. Puebla, 1186) y espera de ellos, a su vez, una adhesión preferencial. Heme aquí pues para compartir con vosotros algunas reflexiones sobre esta realidad fundamental en la vida de los hombres y de los pueblos, que es la cultura.
1. La Universidad: como centro ideal para la maduración de una, nueva cultura
La Universidad es un centro ideal para la maduración de una nueva cultura. Los jóvenes proporcionan a este proceso la fuerza vital y la aceleración necesarias para llevar a cabo un cambio de cualidad.
Es un hecho que las Universidades como tales, sea su acepción de conjunto de profesores y de estudiantes, sea como centros donde el saber, globalmente considerado, se hace objeto de investigación, enseñanza y aprendizaje, son un campo propicio, para orientar eficazmente la cultura y la sociedad de una nación, de un continente. Por ello también la Iglesia, con el debido respeto de las recíprocas autonomías, pretende renovar y reforzar los vínculos que la ligan a las Universidades colombianas desde la fundación misma de éstas.
Vuestro país dispone de 50 Universidades, sin contar los Institutos y los Centros de Investigación, las Academias, los Museos, etc. Se trata de un importante patrimonio de ciencia y de cultura, que es motivo de justificado orgullo, pero al mismo tiempo, es un instrumento de grave responsabilidad ante Dios y ante el pueblo colombiano para el futuro de esta noble nación. Mirad con esperanza el futuro, pero también con un ponderado sentido de realismo y lealtad. La Universidad debe servir al país en el esfuerzo común por construir una sociedad nueva, libre, responsable, consciente del propio patrimonio cultural, justa, fraterna, participativa, donde el hombre, integralmente considerado, sea siempre la medida del progreso.
En el camino hacia esta espléndida meta, habrá que superar graves dificultades, que vosotros bien conocéis. Desde la misión sobrenatural que le confió su Fundador la Iglesia os acompaña. En este sentido ella siente su propio ministerio como connatural con la Universidad y la escoge como una «opción clave y funcional de la evangelización» (Puebla, 1055), no por afán de dominio, sino para el servicio del hombre. La cultura, en efecto, corno tuve oportunidad de indicar al hombre a su realización plena en su trascendental sobre las cosas; ha de impedir que se disuelva en el materialismo de cualquier índole y en el consumismo, o que sea destruído por una ciencia y una tecnología al servicio de la codicia y de la violencia que poderes opresivos, enemigos del hombre. Es necesario que los hombres y mujeres de cultura estén dotados no solo de comprobada competencia sino también de una clara y sólida conciencia moral, con lo cual no tendrá que subordinar su propia acción a los «imperativos aparentes», hoy dominantes; sino que sirvan con amor al hombre, «al hombre y a su autoridad moral, que proviene de la verdad de sus principios y de la conformidad de sus actos con esos principios» (Discurso a la UNESCO, 2 junio 1980, 11).
La Universidad, que por vocación debe ser una institución desinteresada y libre, se presenta como una de las instituciones de la sociedad moderna capaces de defender, juntamente con la Iglesia, al hombre como tal, sin subterfugios, sin ningún otro pretexto y por la única razón de que el hombre tiene una dignidad única y merece ser es-timado por sí mismo.
Dedicad, por tanto, en diálogo fecundo con la Iglesia local y universal, todo medio legítimo a esta noble finalidad: enseñanza, investigación, actitud de escucha y de colaboración, disponibilidad para cambiar y comenzar de nuevo pacientemente.
2. Servicio a la profundización de la identidad cultural
En este noble cometido de defensa y promoción del hombre integral, vosotros prestáis un servicio a la toma de conciencia y a la profundización de la identidad cultural de vuestro pueblo. La identidad cultural es un concepto dinámico y crítico: es un proceso en el cual se re-crea en el momento presente un patrimonio pasado y se proyecta hacia el futuro, para que sea asimilado por las nuevas generaciones. De este modo se asegura la identidad y el progreso de un grupo social.
La cultura, exigencia típicamente humana, es uno de los elementos fundamentales que constituyen la identidad de un pueblo. Aquí hunde sus raíces su voluntad de ser como tal. Ella es la expresión completa de su realidad vital y la abarca en su totalidad: valores, estructuras, personas. Por ello la evangelización de la cultura es la forma más radical, global y profunda de evangelizar un pueblo. Hay valores típicos que caracterizan a la cultura latinoamericana, cuales son, entre otros, el anhelo de cambio, la conciencia de la propia dignidad social y política, los esfuerzos de organización comunitaria, sobre todo en los sectores populares, el creciente interés y respeto de la originalidad de las culturas indígenas, la potencialidad económica para hacer frente a las situaciones de extrema pobreza, las grandes dotes de humanidad que se manifiestan, sobre todo en la disponibilidad para acoger a las personas, para compartir aquello que se tiene y para ser solidarios en la desgracia (cf. Puebla, 1721). Apoyándose sobre estos valores indudables se pueden afrontarlos desafíos de nuestro tiempo: el movimiento migratorio del campo a la ciudad, el influjo de los medios de comunicación social con sus nuevos modelos de cultura, la legítima aspiración de promoción de la mujer, el advenimiento de la sociedad industrial, las ideologías materialistas, el problema de la injusticia y de la violencia .
En este contexto del servicio a la identidad cultural de vuestro pueblo, no está fuera de lugar recordares que «la educación es una actividad humana en el orden de la cultura» (Puebla 1024); no sólo por ser «la primera y esencial tarea» de ésta (Discurso a la UNESCO, n. 11), sino también porque la educación juega un papel activo, crítico y enriquecedor de la cultura misma. La Universidad, por ser lugar eminente de educación en todos sus componentes —personas, ideas, instituciones— puede proporcionar una contribución que va más allá de la pura conciencia de la identidad cultural nacional popular. La educación, como tal, impartida por ella, puede ofrecer una profundización y un enriquecimiento de la cultura misma del país.
3. Fe y cultura
Al dirigirme hoy a vosotros, dignos representantes 41 mundo intelectual y cultural colombiano, en especial los laicos comprometidos, deseo lanzar una llamada a que participéis activamente en la creación y defensa de una auténtica cultura de la verdad, del bien y de la belleza de la libertad y del progreso, que pueda contribuir al logo entre ciencia y fe, cultura cristiana, cultura local; civilización universal.
La cultura supone y exige una «visión integral del hombre» entendido en la totalidad de sus capacidades morales y espirituales, en la plenitud de su vocación. Aquí es donde radica el nexo profundo, «la relación orgánica y constitutiva», que une entre sí a la fe cristiana y a la cultura humana (Discurso a la UNESCO, n.9): la fe ofrece la visión profunda del hombre que la cultura necesita más aún, solamente ella puede proporcionar a la cultura su último y radical fundamento. En la fe cristiana la cultura puede encontrar alimento e inspiración definitiva. Pero la conversión entre fe y cultura actúa también en dirección inversa. La fe no es una realidad etérea y externa a la historia, que, en un acto de pura liberalidad ofrezca su luz a la cultura, quedándose indiferente ante ella. Al contrario, la fe se vive en la realidad concreta y toma cuerpo en ella y a través de ella. «La síntesis entre cultura y fe no es sólo una exigencia de la cultura, sino también de la fe… Una fe que no se hace cultura es una fe no acogida plenamente, no pensada por entero, no fielmente vivida». (Discurso a la UNESCO, n. 9). La fe compromete al hombre en la totalidad de su ser y de sus aspiraciones. Una fe que se situase al margen de lo humano, y, por tanto, de la cultura, sería una fe infiel a la plenitud de cuanto la palabra de Dios manifiesta y revela, una fe decapitada, más aún, una fe en proceso de auto. disolución. La fe, aún cuando trascienda la cultura y por el hecho mismo de trascenderla y revelar el destino divino y eterno del hombre, crea y genera cultura.
4. Función de las universidades católicas
En este diálogo entre fe y cultura, corresponde de modo particular a las Universidades católicas colombianas un articular a las Pr,icid especial a la Iglesia y a la sociedad. Su primera seh’..pación consiste en reflejar, sin disimulos, su propia identidad católica, encontrando su «significado último y profundo en Cristo, en su mensaje salvífico, que abraza al hombre en su totalidad». (Discurso a los universitarios católicos, México, 31 enero 1979, 0. 20) y tratando de construir entre todos «una familia universitaria» (15).
En este marco se sitúa —con las características que le son propias— la pastoral universitaria. Apostolado difícil pero urgente y rico de posibilidades. Lo sabéis bien vo-sotros, los responsables de esta importante actividad de la Iglesia local, que dedicáis a ella generosamente tiempo y energía. Os aliento vivamente a continuar en vuestro esfuerzo por llevar a cabo, en espíritu de colaboración y sentido eclesial, una eficaz presencia pastoral en las Uni-versidades, sean éstas públicas o privadas.
Las Universidades católicas trabajen, en sano y leal espí-ritu de emulación con las demás Universidades, por po-tenciar el nivel científico y técnico de sus Facultades y Departamentos, la competencia y dedicación del profe-sorado, estudiantes y personal auxiliar. Colaboren acti-vamente con los demás centros universitarios, mantenien-do un recíproco intercambio; estén presentes, además, en íos organismos interuniversitarios nacionales e inter-nacionales. Mantengan frecuentes contactos con la Con-gregación para la Educación Católica y con el Pontificio Consejo para la Cultura. De este modo, contribuirán, ac-tiva y eficazmente a la promoción y renovación de vues-tra cultura, transformándola por la fuerza evangélica e in-tegrando en armoniosa unidad los elementos nacionales, humanos y cristianos.
Permitidme que en esta ocasión, dedique un saludo de elogio a la benemérita Universidad Pontificia Bolivariana de esta ciudad de Medellín, que celebra el quincuagési-mo aniversario de su fundación. Ella goza de un sólido prestigio en Colombia por sus iniciativas culturales al servicio de la región de Antioquia y de todo el país. Va-ya mi cordial felicitación a todos vosotros, al Señor Car-denal y Gran Canciller, Sr. Rector, Consejo Directivo, Grupo de Fundadores, Antiguos Alumnos y Delegados de los estudiantes aquí presentes, junto con mis fervien-tes votos de que, como vanguardia de la Iglesia particu-lar de Medellín, puedan alcanzar las metas que he pro-puesto,
5. Conclusión
Llegado ya el momento de despedirnos, no puedo hacer-lo sin antes expresar a todos los presentes mi agradeci-miento por vuestro empeño y contribución en favor de la cultura y de la ciencia. Os pido transmitáis a todos vuestros colegas la gratitud del Papa y de la Iglesia. iLa Iglesia tiene necesidad de vosotros! Digo más: i la Iglesia tiene necesidad de América Latina! A las puertas Va del tercer milenio cristiano y en la preparación inme-diata del V° Centenario de la evangelización de Améri-ca, deseo expresar desde Colombia el augurio de que, en benéfico intercambio lleguen a la Iglesia universal los dones de las variadas ricas y originales culturas latinoa-mericanas en las que el cristianismo se ha encarnado de manera profunda. A mi palabra de aliento para vuestra meritoria labor, uno mi Plegaria al Todopoderoso para que os asista en vues-tras tareas, mientras bendigo de corazón a todos los pre-sentes, las Instituciones que representáis y a vuestras fa-milias. Medellin, 5 de julio de 1986
UNIVERSIDAD: OPCIÓN CLAVE DE EVANGELIZACIÓN
La Iglesia siente su propio ministerio como connatural con la Universidad y la escoge corno una «opción clave y funcional de la evangelización» (Puebla, 1055), no por afán de dominio, sino por el servicio del hombre.
A los laicos comprometidos, deseo lanzar una llamada a que participéis activamente en la creación y defensa de una auténtica cultura de la verdad, del bien y de la belleza, de la libertad y del progreso, que pueda contribuir al diálogo entre ciencia y fe, cultura cristiana, cultura social y civilización universal.
La cultura debe llevar al hombre a su realización plena en su trascendencia sobre las cosas; ha de impedir que se disuelva en el materialismo de cualquier índole y en el consumismo, o que sea destruído por una ciencia y una tecnología al servicio de la codicia y de la violencia de poderes opresivos, enemigos del hombre.