América Latina: una sociedad que se moviliza y se transforma
Noviembre 2019 | Edición N°: año 58 N° 1353
Por: Carolina Cepeda Másmela | Profesora Asistente del Departamento de Relaciones Internacionales



América Latina: una sociedad que se moviliza y se transforma

América Latina en su versión de 2019 es un escenario de masivas movilizaciones sociales. Algunos ejemplos son: las protestas contra la corrupción en Guatemala, Haití y Puerto Rico en enero, febrero-noviembre y julio, respectivamente; las masivas manifestaciones por el aborto legal y seguro en Argentina durante los meses de abril y mayo; las marchas contra la violencia de género en México en agosto; las reacciones contra el desmonte de los subsidios a la gasolina en Ecuador durante las primeras semanas de octubre, que desencadenaron fuertes movilizaciones indígenas; las manifestaciones contra el sistema neoliberal en Chile, originadas en protestas contra el aumento del pasaje de metro, que están en curso; las movilizaciones de rechazo y apoyo a Evo Morales que estallaron en Bolivia después de las elecciones del 20 de octubre y profundizadas después del golpe a su gobierno o a la democracia; y, las protestas que siguen en Colombia luego del paro nacional que se convocó por las centrales obreras el pasado 21 de noviembre en contra del “paquetazo” neoliberal que propone el actual gobierno.

Ahora bien, un observador desprevenido podría preguntarse el porqué de esta explosión de movilización social: ¿qué es lo particular de este año? ¿qué ha ocurrido en la región para exacerbar los ánimos? ¿por qué se expanden esas movilizaciones? Y ¿cómo han finalizado? Una primera respuesta apuntaría al descontento generalizado producto de rasgos característicos de las sociedades latinoamericanas como la desigualdad, los legados autoritarios en estas democracias o la corrupción; sin embargo, se podría indicar, parafraseando a Sidney Tarrow, que pese a que estos son rasgos constantes la movilización social no lo es.

Así, hay que indagar por lo que ha activado estos procesos en 2019. Dos elementos a destacar: en primer lugar, muchas de las movilizaciones que se han observado durante este año tienen antecedentes importantes, aunque menos visibles, en movilizaciones anteriores como las marchas estudiantiles que tuvieron lugar en Colombia y Chile entre 2010 y 2012; de igual forma, hay organizaciones con trabajo acumulado en varios frentes como el comité de defensa de TIPNIS en Bolivia o los colectivos feministas y de mujeres de México y Argentina, cuyos procesos de construcción contribuyen al fortalecimiento de ciertas demandas sociales. Estos antecedentes ilustran la capacidad de agencia y organización de sectores importantes de la sociedad civil comprometida con causas, como diría Robert Cox.

En segundo lugar, aparecen la democracia y el neoliberalismo. Si bien los países latinoamericanos completaron procesos de transición democrática en las décadas de los 80 y los 90, su calidad se ha cuestionado desde distintos frentes, incluyendo su noción más procedimental. Aun así, por precarias que sean, estas democracias han permitido que se recuperen derechos políticos, restringidos abiertamente durante las dictaduras pasadas. En simultáneo, este proceso se acompañó de una consolidación del neoliberalismo, entendido, junto a Wendy Brown, en su sentido más amplio como una forma de racionalidad política, con profundos efectos negativos en la sociedad. Estos van desde el aumento de la desigualdad y la precarización del empleo, hasta la difusión de
modelos de comportamiento individual que atentan contra la solidaridad social.

Es fundamental rescatar las utopías que se perdieron en el conformismo de los años 90 y buscar transformaciones radicales que permitan construir “un mundo donde quepan todos los mundos”.

Estos elementos configuran un escenario en el que las razones, los argumentos, para la movilización social están a la orden del día; al mismo tiempo, existen garantías mínimas legales para ejercer el derecho a la protesta social. Si se observan las consignas y las demandas de ese paisaje variopinto de protestas, se encuentra que hay un profundo cuestionamiento al sistema político y al sistema económico; en ese cuestionamiento, es fundamental rescatar las utopías que se perdieron en el conformismo de los años 90 y buscar transformaciones radicales que permitan construir “un mundo donde quepan todos los mundos”, como dirían los zapatistas.