Congreso Mundial sobre la Educación Católica
Este Congreso se llevó a cabo en Roma del 18 al 21 de noviembre, convocado por la Congregación para la Educación Católica, que es el organismo de la Santa Sede que atiende los asuntos educativos. Algo así como el Ministerio de Educación del Vaticano.
Con motivo de la celebración del 50° aniversario de la Declaración conciliar Gravissimum educationis y el 25° aniversario de la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, la Congregación para la Educación Católica invitó a 400 rectores de Universidades Católicas, y 1.200 personas que trabajan en los colegios a hacer un alto en el camino para interrogarnos sobre nuestro ser y nuestro actuar en medio de unas culturas que están experimentando profundas transformaciones; los estudiantes y profesores de hoy son muy distintos a los de ayer, y también ha cambiado el contexto en el cual realizamos nuestra misión. De ahí el sugestivo nombre del Congreso: Educar hoy y mañana – Una pasión que se renueva.
Este alto en el camino para reflexionar era necesario. Con frecuencia, quienes dirigimos los destinos de las universidades estamos tan ocupados en atender problemas económicos y administrativos, asistir a reuniones y acompañar los procesos de certificación y acreditación, que no dedicamos tiempo a pensar sobre los grandes asuntos que afectan el ser y la naturaleza de nuestras instituciones de educación superior.
Análisis del contexto
En un documento preparatorio del Congreso, se nos invitaba a reflexionar sobre el contexto. Significa que las Universidades Católicas debemos analizar las tendencias de cambio en un mundo globalizado, e igualmente debemos analizar las especificidades de los cambios de cada país y región. Las Universidades Católicas dispersas por el mundo realizamos nuestra misión en contextos culturales, sociales, políticos, económicos y legales muy diversos. Por eso no podemos hablar de una manera única de ser Universidad Católica sino que debemos tener la capacidad de lec- tura e interpretación de esa diversidad y así responder, de manera adecuada, a la luz de los valores del Evangelio. En los paneles fue interesantísimo escuchar los planteamientos de los rectores de las universidades asiáticas, africanas, europeas, latinoamericanas… Todos con la misma inspiración pero trabajando de manera muy diversa y creativa.
Identidad diferenciadora
En estas reflexiones sobre la Identidad de las Universidades Católicas, se subrayó la importancia de crear sólidas comunidades educativas. El desafío de la identidad no se asume con discursos y no es una tarea que se cumple con una buena presentación en PowerPoint. El desafío de la identidad nos exige construir un contexto educativo. La identidad de una Universidad Católica se proclama, ante todo, por el testimonio de una comunidad educativa que comparte con pasión unos valores diferenciadores frente a la realidad cotidiana de la sociedad de consumo. Más allá de la diversidad de contextos culturales, la comunidad educativa de una Universidad Católica proclamará su identidad diferenciadora mediante el respeto a la dignidad de sus miembros, el acompañamiento personal para que cada uno crezca integralmente y se reconozca la diversidad en un espíritu de inclusión social. Como obra de la Iglesia, la comunidad es un elemento esencial; no somos organizaciones que vendemos unos servicios de instrucción. Somos educadores católicos.
La identidad de una Universidad Católica se proclama, ante todo, por el testimonio de una comunidad educativa que comparte con pasión unos valores diferenciadores frente a la realidad cotidiana de la sociedad de consumo
La creación de un modelo comunitario no es una tarea menor que se reduce a la yuxtaposición de unos intereses, a la promulgación de un reglamento que defina los derechos y deberes de sus miembros y que cree las condiciones para una convivencia pacífica. Eso sería más que suficiente para las universidades públicas y privadas de inspiración laica. Pero las Universidades Católicas, inspiradas en los valores del Evangelio, debemos ir mucho más en lo referente a las comunidades educativas; tenemos el reto de crear las condiciones para que se tejan unas relaciones interpersonales fraternas, se comparta una misma pasión por la educación y tengamos el mismo sueño de construir ciudadanos y comunidades. Esto exige un gran esfuerzo de formación de todos sus miembros. Todos, jesuitas y laicos, debemos ser educados y reeducados en este espíritu de colaboración. La experiencia de Cardoner, que tan exitosamente venimos implementando en la Javeriana, está generando unas potentes dinámicas de construcción de comunidad.
Antropología trascendente
Con frecuencia, las Universidades Católicas, presionadas por los rankings, la normatividad del Estado y la fuerte competencia, dedicamos todos nuestros esfuerzos a mejorar unos indicadores, olvidándonos de la herramienta más poderosa que nos hace diferentes a todas las instituciones de educación superior en el mundo. Ese factor diferenciador que debe estar presente en los proce- sos formativos, en la investigación que realizamos y en todas las intervenciones con la comunidad, es una antropología trascendente. Nuestra comprensión del ser humano, del desarrollo científico y tecnológico y de una organización social justa e incluyente se inspira, en último término, en la persona de Jesucristo.
Esta antropología trascendente se convierte en anuncio profético frente a un mundo materialista, que busca la felicidad a través de los bienes materiales y de las satisfacciones sensoriales.
Somos conscientes de que muchos de nuestros alumnos y profesores son hijos y herederos de la sociedad de consumo. Por eso debemos ser muy creativos en la forma como presentamos la visión antropológica que nos inspira. Más que discursos, busquemos desarrollar experiencias que permitan enlazar el saber y el actuar, el aprendizaje y el servicio, lo académico y lo afectivo, lo instrumental y lo trascendente.
Las Universidades Católicas no podemos quedarnos inmovilizadas en modelos antropológicos del pasado, rígidos, abstractos, expresados en un lenguaje incomprensible para las nuevas generaciones de la era digital. En su encíclica Laudato si, el Papa Francisco plantea un concepto nuevo que está generando hondas reflexiones en los ambientes más disímiles. Se trata de la ecología integral. Quizás este concepto nuevo, que logra integrar economía, política, medio ambiente, relaciones sociales, etc., sea la clave para renovar el marco antropológico de nuestras universidades.
Este Congreso Mundial sobre la Educación Católica fue una experiencia inolvidable por la pertinencia de los temas analizados y por las posibilidades de escuchar experiencias de todo el mundo.