julio 2011 | Edición N°: año 50 No. 1269
Por: Pedro Mejía Salazar | Pontificia Universidad Javeriana



Blanca Cecilia Cely Ruiz terminó el año pasado sus estudios de Maestría en Teología en la Pontificia Universidad Javeriana y decidió irse de misión a la República Democrática del Congo. Desde Bukavu, en la frontera con Ruanda y Burindi, aprovechó el precario acceso a Internet durante unos cortos días, antes de viajar en barco hacia Movu, y le escribió a Hoy en la Javeriana con el deseo de compartir su experiencia en tierras africanas. “Me siento viviendo los relatos de Gabriel García Márquez”, relató cuando envió su último correo; antes ya había explicado que la realidad la desbordaba y tocaba todos sus sentidos. Todo es tan complejo, según su propio relato, que para tomar las fotografías que ilustran este artículo tuvo que evitar ser descubierta por la policía. “Cuando te ven tomando fotos te paran y te quitan la cámara”. Su vida académica siempre estuvo vinculada a la Javeriana. En 1996 se graduó como Licenciada en Teología; en 2007, como Especialista en Bioética; y en 2010, como Magíster en Teología. En medio de sus historias, respondió a las siguientes preguntas:

¿Qué aporte le dio la formación recibida en la Javeriana a la labor que ahora cumple en África? Viene a mi memoria una de las estrofas del Himno de la Universidad: “Servir es siempre renacer, la antorcha va en tu mano y el alma en pleno amanecer”, palabras que expresan de una manera u otra, nuestro compromiso como egresados en un contexto de deshumanización, en donde constatamos que se viola el principio fundamental de todo ser humano, como lo es el respeto a la vida y a la dignidad de la persona. Recuerdo, también, porque quedaron grabadas en la memoria y en corazón, las palabras del juramento que haces antes de recibir el diploma: “Cumplir fielmente con los deberes propios de vuestra profesión y disciplina, buscar la verdad… servir a vuestros conciudadanos de acuerdo con los principios y valores de la moral cristiana y guardar siempre lealtad…”. A lo largo del estudio y profundización, de la relación cercana con personas de gran calidad humana y de un pensamiento claro y brillante, en este caso en el campo de la teología y bioética, adquieres una mayor comprensión respecto a tu proyección. Reafirmas una vez más que primero es la persona.

¿Cómo se dio la oportunidad de ir a África? Además de ser una oportunidad, ha sido un regalo del Dios de la vida. La posibilidad de confirmar que se nos revela en lo más sencillo, en lo que no logramos descubrir en el diario vivir, en lo que ante el mundo no tiene valor. En un primer momento estuve discerniendo entre Cuba y la República Democrática del Congo, ambas con una realidad compleja, tanto política como económica y social. No fue fácil tomar la decisión. Estando ya aquí confirmo mi envío, en este espacio y en este tiempo.

¿En qué consiste exactamente su labor? Antes de compartir un poco en qué consiste mi labor quiero hacer alusión a un texto de Miguel Ángel Cornejo: “Cuando observo el campo sin arar, cuando los aperos de labranza están olvidados, cuando la tierra está quebrada y abandonada, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios? Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil, cuando veo al prepotente pedante enriquecerse del ignorante y del pobre, del obrero y del campesino carente de recursos para defender sus derechos, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios? Cuando veo al moribundo en su agonía lleno de dolor, cuando el sufrimiento es intolerable y su lecho se convierte en un grito de súplica de paz, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios? Y me enfrento a él y le pregunto: ¿dónde están tus manos, Señor, para luchar por la justicia, para dar una caricia, un consuelo al abandonado, rescatar a la juventud de las drogas, dar amor y ternura a los olvidados? Después de un largo silencio escuché su voz que me reclamó: No te das cuenta que tú eres mis manos. Atrévete a usarlas para lo que fueron hechas, para dar amor y alcanzar estrellas”. Esta realidad la encuentras en el Congo, concretamente en Kyondo, una población rural al Norte de Kivu. Aquí entregas tu debilidad y también tu riqueza. Tu presencia significa mucho para ellos. El sentirse apoyados, acompañados, compartiendo las esperanzas y los sufrimientos de la comunidad, una sonrisa, un abrazo, una palabra de ánimo son recibidos y apreciados como tesoros. En este momento soy la responsable de los Proyectos de desarrollo de la FISC (Fundación Internacional de Solidaridad Compañía de María) en el Congo. Colaboro también en el Hospital Central de Kyondo, concretamente en el departamento de maternidad y pediatría. Diariamente vienen al mundo de 15 a 20 chiquitos… ¡Hay VIDA!

¿Qué características tiene la población con la cual adelanta su labor? Cuando tú pisas estas tierras, lo primero que escuchas es un “Karibu” o un “Hodi”, en Kisuahili, palabras que significan ¡Hola! ¡Bienvenida! El Congo es un país lleno de fiesta, colorido, alegría, resistencia y esperanza. Un país lleno de vida y juventud; más de la mitad de sus habitantes tiene menos de 18 años, lo que lo convirtierte en el país con la mayor proporción de jóvenes del continente. El Congo tiene valores como su amor al don de la vida, el respeto y la veneración de sus antepasados, el sentido de la alegría y fiesta, la acogida y la solidaridad, la fuerza del sentido familiar y comunitario y el profundo sentido religioso (una Eucaristía dura dos horas), pero, como dice el Zorro de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry: ¡Rien n’est parfait!, nada es perfecto. Es un país marcado por el hambre, las enfermedades, el robo de sus recursos, los derechos básicos vulnerados, las grandes desigualdades socioeconómicas y las guerras. El Congo, por una parte, posee una enorme riqueza y un gran potencial de desarrollo, debido a la abundancia de sus recursos y a lo joven que es su población, pero, por otra parte, ocupa los últimos puestos de índice de desarrollo humano en el mundo, y la esperanza de vida de sus habitantes sigue bajando cada año. La gente posee un corazón generoso, alegre, amante de la vida, que alimenta todos los días la vida, la fe y la esperanza…

¿Qué ha sido lo más difícil que ha afrontado allá? La impotencia que experimentas ante la realidad de hambre, de miseria, de falta de oportunidades. La realidad es tan compleja que te desborda. Aquí se empieza el día espantando los miedos, miedos que paralizan y no te permiten vislumbrar horizonte.

¿Qué planes tiene para los próximos años? Por el momento vivir intensamente el hoy. Dar lo recibido. Dios ha puesto la dicha en lo simple y ese es el camino a la felicidad.