Futuro país: cinco grandes retos
El momento que vive Colombia tiene la impronta de una transición, del paso de un estado crónico de violencia e inseguridad, con un alto costo, especialmente en vidas humanas, hacia una situación distinta en el porvenir. Hablar del país en clave de futuro, nos exige mirar hacia adelante, con optimismo, para poder dar un paso más, muchos pasos más, según la propuesta obligante que nos hizo el papa Francisco durante su reciente visita. Fue él, precisamente, quien de múltiples maneras nos recordó el escenario actual de nuestra nación. En su viaje de regreso a Roma, el Santo Padre se refirió a nosotros, los colombianos, como “un pueblo alegre en medio del sufrimiento, pero gozoso; un pueblo con esperanza”. A propósito de los papás y las mamás que por donde pasaba el Papa, levantaban orgullosos a sus niños para que los bendijera, Francisco pensaba: “un pueblo capaz de hacer niños y capaz de hacerlos ver con orgullo, con esperanza: este pueblo tiene futuro”. Sí, a los ojos del Papa, una mirada que nosotros compartimos plenamente, nuestro país tiene futuro, un futuro que nos plantea grandes retos, que se relacionan entre sí. ¿Cuál es el primero de los retos de Colombia? La respuesta es clara: reconciliación para la construcción de paz. Se trata de un frente amplio de asuntos y temas, todos muy delicados, entre ellos el de la Justicia Restaurativa, sobre los cuales la discusión ha sido notoria. Sabemos que más allá de acuerdos de paz, necesitamos renunciar definitivamente a la violencia para solucionar conflictos y eliminar la venganza como punto pendiente en nuestra agenda. Para el tema que ocupa el segundo lugar, es mejor hablar de amenaza y no de reto, porque eso es la corrupción para Colombia hoy en día. La prensa nos ilustra diariamente sobre esta vergonzosa situación que alcanzó niveles escandalosos, con efectos devastadores para la sociedad: llegamos a “la corrupción de la sal, de la que habla la Biblia como una hipótesis impensable”, según la afirmación del exministro javeriano Juan Carlos Esguerra, en reciente columna periodística, en la cual se refirió a lo que ha pasado con jueces y magistrados. Un tercer reto que enfrenta Colombia está relacionado con la reducción de una desigualdad que vulnera la dignidad humana de tantos conciudadanos que han permanecido de tiempo atrás en condiciones de vida lamentables. Además, debe recordarse que la desigualdad crea inestabilidad política y económica; afecta la inversión y el crecimiento. A su paso por Cartagena, Francisco puso en evidencia de nuevo esas dos Colombias que coexisten y están reflejadas en las dos ciudades que forman La Heroica: “yo he comenzado por una parte llamémosla pobre, la otra parte, la parte turística: lujo, el lujo sin medida moral”. En el cuarto reto que identificamos, se reúnen los asuntos relacionados con el ordenamiento territorial, el desarrollo agrario y el medio ambiente, es decir, con la casa común de la que nos ha hablado el Santo Padre en su maravillosa Encíclica Laudato Si’, a la cual hemos dedicado en la Javeriana un Simposio que venimos realizando desde hace más de un año. En este contexto, debemos considerar especialmente las regiones y evitar que solo valga la mirada desde las grandes ciudades. El último reto que surgió en este análisis, y tal vez, el que condiciona todo lo demás, se refiere a la cultura política y democrática, que implica una concepción más amplia de lo que llamamos cultura ciudadana. Un punto central al respecto, se refiere a la desconfianza generalizada de la ciudadanía frente al Estado. Ciertamente, uno de los procesos de reconciliación que será más difícil de lograr es el de la ciudadanía y el Estado. La ausencia de un proyecto de país que nos comprometa con lo público lleva a un desprecio de la institucionalidad y a que los proyectos privados se pongan por encima del interés general. Un medio así es propicio para la violencia, la inequidad, la corrupción y la desintegración territorial, problemas todos con hondas raíces culturales. Ante este complejo panorama nacional, queda claro que es necesario unir voluntades para poder dar una respuesta eficaz a estos grandes retos. No podemos pensar que se trata de un problema del Gobierno o del Estado en su conjunto, y que lo que está en juego es su prestigio y su capital político. ¡No! Lo que está en juego es el país y a todos nos corresponde, incluida la academia, sacar lo mejor de lo que somos para poder plantear soluciones viables y acometer las acciones que transformarán la realidad nacional. Así, solo así, probaremos que Colombia sí tiene futuro.