Hace cien años falleció el P. Santiago Páramo, S.J.
A la edad de 74 años, el 15 de julio de 1915, el sacerdote jesuita Santiago Páramo falleció en Bogotá, su ciudad natal.
El Padre Páramo se ganó un lugar preeminente en la lista de artistas colombianos. Su obra principal la realizó en la Capilla de San José de la Iglesia de San Ignacio, en el cen- tro de Bogotá. En ese recinto, que fue la sacristía de la Iglesia, construida a fines del siglo XVII, proyectó una serie de obras que dieron unidad y armonía a todo el conjunto, según lo anota el P. Leonardo Ramírez, S.J., en la guía turística publicada hace varias décadas. Al Padre Páramo se deben la decoración de la cúpula, la bóveda y las paredes, así como una pequeña imagen del Buen Pastor, realizada sobre madera y que sirve de puerta al sagrario. A esta capilla se le ha llamado con toda razón, ‘la sixtina de Colombia’.
En 1941 se publicó el libro “El pintor Santiago Páramo”, que tiene dos partes: la primera, titulada “El hombre”, que corresponde a la “biografía del insigne pintor bogotano, escrita con ocasión del centenario de su nacimiento, por Miguel Aguilera”; y la otra, “El pintor”, que reproduce el “estudio crítico sobre la personalidad y la obra del pintor”, por Eduardo Ospina, S.J., el cual incluye un catálogo de sus obras pictóricas, con 175 entradas.
En el itinerario vital del Padre Páramo quedaron las huellas de ese difícil trasegar que enfrentó la Compañía de Jesús en Colombia, durante la segunda mitad del siglo XIX. Cuando tuvo lugar la segunda expulsión, en 1850, el Padre Páramo que era apenas un niño, tuvo que dejar el Seminario de los jesuitas y continuar sus estudios en otros establecimientos. Nueve años después, habiendo regresado los padres a Santafé, ingresó a la Compañía. Cuando nuevamente fueron expulsados los jesuitas, en 1861, el Padre Páramo se fue a Nicaragua, y en León, recibió la ordenación sacerdotal. Después pasó a Costa Rica donde permaneció hasta 1884, año de su regreso definitivo a Colombia. En las siguientes tres décadas regentaría cátedras de dibujo y de pintura, participaría en exposiciones y crearía una serie importante de cuadros y obras artísticas.
El Congreso de Colombia rindió homenaje a este egregio jesuita colombiano, mediante la Ley de honores señalada con el número 61 del 17 de noviembre de 1915. En sus considerandos, exaltó el trabajo de “uno de los pintores de mayor renombre entre nosotros”, en los siguientes términos: “los cuadros del Reverendo Padre Páramo, por la concepción artística, la fineza del dibujo y la armonía del conjunto, son obras que constituyen timbre de gloria imperecedera para Colombia”. Sus cenizas se conservan en la cripta de la Iglesia de San Ignacio.
Su obra principal la realizó en la Capilla de San José de la Iglesia de San Ignacio, en el centro de Bogotá, hoy llamada ‘la Sixtina de Colombia’.