1 de Junio del 2015 | Edición N°: Año 54 N° 1308
Por: Carlos Julio Cuartas Chacón | Asesor del Secretario General



A la edad de 74 años, el 15 de julio de 1915, el sacerdote jesuita Santiago Páramo falleció en Bogotá, su ciudad natal.

El Padre Páramo se ganó un lugar preeminente en la lista de artistas colombianos. Su obra principal la realizó en la Capilla de San José de la Iglesia de San Ignacio, en el cen- tro de Bogotá. En ese recinto, que fue la  sacristía  de  la  Iglesia,  construida  a fines del siglo XVII, proyectó una serie de  obras  que  dieron  unidad  y  armonía a todo el conjunto, según lo anota el P. Leonardo Ramírez, S.J., en la guía turística  publicada  hace varias   décadas.   Al Padre Páramo se deben la decoración de la cúpula, la bóveda y   las   paredes,   así como  una  pequeña imagen del Buen Pastor, realizada sobre madera y que sirve de puerta al sagrario. A esta capilla se le ha llamado con toda razón, ‘la sixtina de Colombia’.

En 1941 se publicó el libro “El pintor Santiago Páramo”, que tiene dos partes: la  primera,  titulada  “El  hombre”,  que corresponde a la “biografía del insigne pintor  bogotano,  escrita  con  ocasión del  centenario  de  su  nacimiento,  por Miguel Aguilera”; y la otra, “El pintor”, que reproduce el “estudio crítico sobre la personalidad y la obra del pintor”, por Eduardo Ospina, S.J., el cual incluye un catálogo  de  sus  obras  pictóricas,  con 175 entradas.

En el itinerario vital del Padre Páramo  quedaron  las  huellas  de  ese  difícil trasegar  que  enfrentó  la  Compañía  de Jesús en Colombia, durante la segunda mitad del siglo XIX. Cuando tuvo lugar la segunda expulsión, en 1850, el Padre Páramo  que  era  apenas  un  niño,  tuvo que  dejar  el  Seminario  de  los  jesuitas y continuar sus estudios en otros establecimientos. Nueve años después, habiendo regresado los padres a Santafé, ingresó a la Compañía. Cuando nuevamente  fueron  expulsados  los  jesuitas, en 1861, el Padre Páramo se fue a Nicaragua, y en León, recibió la ordenación sacerdotal. Después pasó a Costa   Rica donde permaneció hasta  1884,  año  de su regreso definitivo a  Colombia.  En  las siguientes tres décadas regentaría cátedras de dibujo y de pintura,  participaría  en  exposiciones  y crearía una serie importante de cuadros y obras artísticas.

El  Congreso  de  Colombia  rindió  homenaje a este egregio jesuita colombiano, mediante la Ley de honores señalada con el número 61 del 17 de noviembre de  1915.  En  sus  considerandos,  exaltó el  trabajo  de  “uno  de  los  pintores  de mayor renombre entre nosotros”, en los siguientes  términos:  “los  cuadros  del Reverendo  Padre  Páramo,  por  la  concepción artística, la fineza del dibujo y la armonía del conjunto, son obras que constituyen  timbre  de  gloria  imperecedera  para  Colombia”.  Sus  cenizas  se conservan en la cripta de la Iglesia de San Ignacio.

 

Su obra  principal  la realizó  en  la  Capilla  de San  José  de  la  Iglesia  de San Ignacio,  en el centro de Bogotá, hoy llamada ‘la Sixtina de Colombia’.