¡La corrupción!
Esta palabra, citada una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad, no ha perdido su capacidad de impacto, por el contrario, en los últimos años ha aumentado. podría decirse que ha alcanzado un lugar destacado en los medios de comunicación debido a escándalos asociados con este flagelo y también a las estrategias que se han adoptado para combatirlo, entre ellas la adopción del estatuto anticorrupción, así como la creación de un cargo que ha llegado a ser denominado comúnmente zar anticorrupción. recientemente las noticias en Colombia han puesto de nuevo en primer plano los problemas de corrupción, especialmente asociados con la contratación pública, en los cuales se cuestionan comportamientos de funcionarios oficiales que contradicen el auténtico sentido de un servidor público. al respecto, no deja de causar asombro el juicio formulado en 1935 por el profesor rodrigo Noguera a los graduandos de la primera promoción de la facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Javeriana restablecida cinco años atrás: “Vivimos en una atmósfera pesada de ignorancia y corrupción, que día a día densifica su masa asfixiante”. pasados 75 años el tema sigue vigente y los esfuerzos para combatir la corrupción parecen ser poco eficaces. Ante el desgaste de palabras como honestidad y probidad que en otros tiempos merecían lugar de privilegio en el lenguaje, desde hace unos años se ha introducido el uso novedoso de un término viejo que ha venido a fungir como antónimo de corrupción. se habla ahora de transparencia para advertir y promover en la sociedad una conducta que no apele a procedimientos que podrían tildarse de opacos, sucios, oscuros o turbios, producto de prácticas conocidas como los sobornos, las llamadas mordidas o el serrucho que caracterizan lo que el ex Ministro Abdón Espinosa Valderrama ha calificado como “ladronería pura y simple”.
En este contexto sobresale el Índice de percepción de la Corrupción (IpC) que la organización transparencia Internacional elabora y publica en forma periódica para llamar la atención sobre los progresos o el deterioro que al respecto muestran los países. recientemente, los medios de comunicación nos han informado que en el caso de Colombia dicha percepción “no muestra ninguna mejoría”, que “por el contrario, en los últimos años se ha deteriorado”. El índice para nuestro país es de 3,5 en una escala de 0 a 10, donde 10 corresponde a la más baja percepción de corrupción. Ocupamos la posición 78, en una clasificación que presenta a Dinamarca en el primer lugar, con el mejor índice, y a Somalia en el peor, con el puesto 178. ante este panorama, nuestra Universidad, por una parte, reitera su apoyo a todas las acciones que se adelanten contra la corrupción y en particular contra la impunidad y tramitomanía que sobresalen entre sus causas, acciones que incluyen, por ejemplo, la discusión del proyecto que cursa en el Congreso para la adopción de un nuevo Estatuto sobre la materia. por otra parte, la Javeriana renueva su compromiso con la labor orientada a ese fin, que tiene a su cargo directamente tanto en el ámbito académico, en la investigación y docencia, así como en lo relativo a la gestión que adelanta como organización. En cuanto a lo primero, hacemos eco nuevamente a las palabras del Doctor Noguera “toda cátedra debe hoy serlo en primer término de ética elemental”. En efecto, los profesores deben enseñar con su testimonio lo que significa una conducta ajustada a los más altos ideales del ser humano: el cumplimiento del programa, la puntualidad en la asistencia a clases y entrega de notas, la propia exigencia a la hora de preparar su asignatura y las evaluaciones de aprendizaje, el rigor y la justicia en las calificaciones, su lenguaje, trato y compostura, en fin, todos esos frentes que configuran la labor de un docente que no sólo tiene la oportunidad extraordinaria de educar, sino también que expone y arriesga su prestigio y respetabilidad.
Algo similar se podría hablar sobre los responsables de labores administrativas, a cargo de profesores y de empleados administrativos, con o sin funciones directivas en la Universidad. En este caso, se trata de la administración de los recursos necesarios para desarrollar normalmente el quehacer propio de toda institución universitaria, recursos que tienen que ver, por ejemplo, con los servicios de las personas vinculadas laboralmente a la Universidad, su contratación y remuneración, y con el manejo del presupuesto de gastos e inversiones que implica relaciones con proveedores y contratistas. En toda su labor, la Javeriana debe insistir en ofrecer con los hechos un modelo de responsabilidad, especialmente en términos que valoren la rectitud de las personas que integran nuestra Comunidad Educativa. por fortuna, ejemplos tenemos de funcionarios como Don Guillermo Castro quien por muchos años tuvo a su cargo el manejo de dineros de la institución y jamás faltó en el cumplimiento de sus deberes, ajustado en todo a los preceptos éticos. En él se hizo realidad el mensaje de esperanza que acotara también el profesor Noguera: “tras el naufragio general de las virtudes, unos pocos hombres de honor sobrenadan en el deshecho tremedal”