
La Javeriana: más allá del multicampus
El campus de la Pontificia Universidad Javeriana no se limita a sus instalaciones físicas en Bogotá, donde por 90 años ha hecho parte de la historia del país. Su presencia se extiende a los rincones de Colombia de diversas formas.

En 1956, para conmemorar el IV centenario de la muerte de san Ignacio de Loyola, se publicó el libro La Compañía de Jesús en Colombia, en el cual, dentro de lo referente a Bogotá, se dedicaron unas cuantas páginas a la Universidad, que en ese año precisamente celebraba el “jubileo de plata”, dado que había reiniciado labores en 1931. En esa obra la reseña institucional aparece dividida en cuatro partes, que recuerdan la organización de entonces: Facultades Eclesiásticas, Facultades Civiles, Facultades Femeninas y Cursos Especiales, que hacían referencia a unidades como la Escuela Superior de Periodismo y Radiodifusión, establecida en 1938, y el Instituto de Capacitación Obrera, dirigido por alumnos.
Una de las sedes de la Javeriana se ubicaba en Chapinero, sobre la carrera décima entre calles 65 y 66, en el costado occidental del edificio del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús. Allí se hallaban las Facultades Eclesiásticas. Por su parte, las Facultades Civiles estaban localizadas en el “edificio central de la Universidad”, construido sobre la séptima, al norte de la calle 40, en el cual se encontraba el Salón de Grados, presidido por un óleo de la época colonial con la imagen san Francisco Javier. Este fue el punto original del campus que empezaba a desarrollarse en ese sector de Bogotá, junto al Hospital San Ignacio, que aún no había sido terminado.
A finales del siglo XX la Javeriana se hallaba en 650 municipios del país, gracias a los 16 centros regionales del Centro de Universidad Abierta.
Para las Facultades Femeninas se había construido un edificio de aulas y laboratorios en la esquina de la carrera séptima con calle 45, “vecino al de las Facultades Civiles”. En el año de publicación del libro referido, se hablaba del proyecto para construir, en un lote contiguo a la sede de esas Facultades, el Hogar Universitario, establecido desde el inicio de los cursos en 1941, el cual había estado localizado en diferentes lugares de la ciudad.
De esta forma, la Javeriana había dejado atrás aquella antigua edificación de dos pisos, con un claustro rodeado de arcadas, situada en la esquina suroriental de la Plaza de Bolívar. En ese lugar, calle 10 No. 6-57, había funcionado, desde su restablecimiento, la Universidad de los Padres de la Compañía. Cabe recordar que en 1943, las Facultades Femeninas “se instalaron en la antigua casa de las Deificadoras, calle 11 con carrera 4ª, sede que fue incendiada el 9 de abril de 1948; por lo que se trasladaron temporalmente a la antigua casa de la Merced, contigua al Colegio de San Bartolomé”, según lo registra el libro de 1956.
De ese campus javeriano primigenio, donde permanecimos hasta 1952, la Javeriana pasó, a finales del siglo XX, a tener presencia real, no solo en Bogotá, con una extensa sede, custodiada por los cerros orientales; sino también en otros lugares de Colombia, gracias a los programas de extensión, lo mismo que a los trabajos de investigación, que nos han permitido llevar la actividad académica de la Universidad fuera de sus muros. Este fue el caso de Cali, a donde llegamos en 1970 con un programa de Contaduría, que funcionó en una casona a orillas del río Cali; que luego de ocupar una edificación que había sido convento, pasó a las aulas que había tenido el Colegio Pío XII. Pero fue tal el desarrollo que se desató, que la Javeriana decidió en 1979 crear una Seccional con sus propias instalaciones. Así fue como se empezó a

construir en 1981, en la Vía a Pance, el amplio y acogedor campus que hoy tenemos en la capital del Valle, que se ha convertido en toda una ciudadela, con grandes espacios abiertos y exuberante vegetación.
También a finales del siglo pasado, antes de esa incursión impresionante de los recursos tecnológicos que replantearon la educación no presencial y abrieron la posibilidad de cursos virtuales, la Javeriana se hallaba en 650 municipios del país, gracias a los 16 centros regionales del Centro de Universidad Abierta, creado tres años antes para fortalecer el programa que desde 1974 teníamos en la modalidad de educación a distancia. No hay que olvidar que en 1972, la Javeriana se había hecho a un lugar en todos los rincones de Colombia, gracias al programa de televisión “Educadores de Hombres Nuevos”; condición que se vería robustecida con la creación, cinco años después, de la emisora 91.9 FM, Javeriana Estéreo.
Ahora bien, en Bogotá llegamos al año 2000 con un notable desarrollo en la zona sur del campus, en vecindad con el Parque Nacional, donde en la década de los 90 se levantaron los edificios para Ingeniería y Derecho, otro de aulas, que lleva el nombre de Fernando Barón, S.J., y el de parqueaderos, construido en lugar neurálgico de la Universidad. A estos les siguieron el Centro Javeriano de Formación Deportiva, el edificio Pedro Arrupe, S.J., -a donde se trasladaría en 2001 la Facultad de Teología, que había permanecido en Chapinero-, y el Manuel Briceño, S.J., completando así ese imponente arco suroriental de la Javeriana, que rodea la cancha de fútbol, y extiende hacia el sur el edificio José Rafael Arboleda, S.J.
Ya en la última década, con la construcción de Ático y el edificio Jorge Hoyos, S.J., sobre la séptima, entre el Central y la casa Navarro, la fachada occidental de la Javeriana adquirió un nuevo rostro, con una arquitectura de vanguardia. Algo similar había ocurrido en los años 60 cuando se construyó el edificio Pablo

VI, inaugurado en 1967; así como al comenzar la década de 2010, cuando se terminaron el edificio para Artes y el Centro Ático. Debe recordarse que a finales de los 70, no solo se concluyó la Biblioteca General, piedra angular del campus, sino que también se habilitó el paso por el célebre túnel que cruza la séptima, lo cual facilitó el acceso a los dos edificios nuestros ubicados en el lado occidental de esta vía. Es necesario destacar, por una parte, el impacto que ha tenido sobre la línea de horizonte de la Universidad, la imponente torre de Ingeniería, recientemente dada al servicio; y por otra, el que tendrá el edificio para la Facultad de Ciencias, actualmente en construcción, que replanteará nuestra fachada sobre la séptima.
Así las cosas, cuando alguien habla de la Javeriana, la imagen que viene a la cabeza puede asociarse con Bogotá, -en el centro, Chapinero, Teusaquillo, donde se encuentra la Casa Galán, o en la calle 40, donde estuvo la fábrica de chocolates Ítalo o Central de Mezclas-; o con Cali o el entorno de alguno de aquellos centros regionales que tuvimos por varios años, o incluso con las sedes de los capítulos de egresados que se han venido conformando en distintas capitales del mundo. Atrás han quedado los días en que el domicilio de la Universidad hacía referencia a un único lugar en la capital de la república: ahí ‘estaba’ la Javeriana. Transcurridos 90 años desde su restablecimiento, puede decirse que nuestra presencia trasciende los muros de un campus, porque de diverso modo y con renovada fortaleza servimos a la sociedad, no solo desde la Sede Central en Bogotá y la Seccional en Cali, sino desde muchos rincones del territorio nacional, y en no pocas ciudades en el extranjero.