Los días de la Tierra
Recientemente apareció en los medios de comunicación una noticia alarmante, que pasó prácticamente inadvertida, registrada con titulares como: “La Tierra sobrepasó el último hito del cambio climático: 410 ppm de CO2 en la atmósfera”, o como este otro: “El CO2 atmosférico sigue descontrolado y supera la barrera de 410 ppm”. Si bien el dato puede parecer uno más dentro de tanta información que circula a diario, su importancia se puede apreciar cuando se toma conciencia sobre las consecuencias devastadoras de este gas de efecto invernadero en la atmósfera: temperaturas extremas y clima impredecible, inundaciones, avalanchas, sequías e incendios de grandes proporciones, aumento del nivel del mar, que pondrían en riesgo el abastecimiento de agua y comida, desatarían masivas y complejas migraciones, e incluso, destruirían la selva húmeda del Amazonas. Por otra parte, en columna publicada hace pocas semanas, el Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, Ing. Luis Gilberto Murillo, al referirse a la tragedia de Mocoa que a todos nos conmovió profundamente, anotó lo siguiente: “Los fenómenos de variabilidad extrema del clima que generaron esta catástrofe son más frecuentes cada día y son señales inequívocas de que el cambio climático llegó para quedarse en Colombia, uno de los países más vulnerables a este tipo drástico de cambios”. En este contexto, el pasado 21 de abril se celebró nuevamente el Día de la Tierra, que la Organización de Naciones Unidas promueve como “Día Internacional de la Madre Tierra”, según resolución aprobada en 2009 y que tiene como propósito “recordarnos que el planeta y sus ecosistemas nos dan la vida y el sustento”. En la presentación para este año, leemos lo siguiente: “Con esta celebración admitimos la responsabilidad colectiva de fomentar la armonía con la naturaleza y la Madre Tierra para alcanzar el equilibrio justo entre las necesidades económicas, sociales y medioambientales de las generaciones presentes y futuras”. La campaña lanzada para la conmemoración en 2017 se denominó «Alfabetización medioambiental y climática», porque para cambiar la tendencia que nos plantea un horizonte catastrófico se requiere mayor conciencia sobre “la amenaza sin precedentes que enfrenta el planeta, el empoderamiento de sus habitantes, -votantes concienciados por las cuestiones ecológicas-, legislación adecuada y desarrollo de tecnologías y empleos respetuosos con el medio ambiente”. Hace poco se realizó en Ciudad de México otra reunión sobre estos temas, el Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible, con el fin de “impulsar una implementación íntegra, coherente y más eficiente de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. Todo eso está bien. Sin embargo, en asuntos del medio ambiente la palabra ‘resultados’ cobra especial relevancia. Más allá de congresos y foros, de discursos y declaraciones, la Tierra y los seres humanos que la habitamos, necesitamos una realidad diferente, más hechos y menos palabras, más austeridad y menos desperdicio. Los indicadores, fruto de rigurosas mediciones científicas, nos hablan con claridad. Con ellos sabemos si avanzamos o retrocedemos, si cruzamos esos límites que cada vez son más peligrosos. No podemos olvidar que la naturaleza es altamente sensible y posee su propio lenguaje. Ella responde a nuestras agresiones y busca retomar, a su manera, lo que ha perdido. Los cauces de agua y el mar nos han dado grandes lecciones al respecto. En este sentido, más que hacer una referencia al Día de la Tierra, podríamos hablar de ‘los días de la Tierra’, que ante cifras como la del CO2 algunos podrían pensar que están contados, como se dice coloquialmente. Sin embargo, no lo están para los hombres y mujeres de esperanza como nosotros, universitarios, que trabajamos arduamente para asegurar el respeto que merecen los demás seres humanos lo mismo que la naturaleza, y que empeñamos todos los días, lo mejor de nuestras capacidades para la construcción de un mundo mejor, un mundo más civilizado. Nuestra Universidad continuará atendiendo las cuestiones ambientales, como lo ha hecho desde tiempo atrás. No solo la labor de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales, que ya llega a dos décadas de existencia, sino también la aplicación de la Política Ecológica y Ambiental, adoptada por el Consejo Directivo Universitario en noviembre de 2015, uno de los asuntos centrales de nuestra Planeación Universitaria 2016-2021, así como el Simposio Javeriano sobre la Carta Encíclica Laudato Si’, que venimos desarrollando desde el año pasado, muestran nuestro compromiso decidido con el Desarrollo Sostenible y la Ecología Integral.