“Nadie se imagina que detrás de una nariz hay un sacerdote”
El Padre Dizzi Perales, S.J., de la Provincia de Venezuela, y de la Universidad Católica del Táchira, fue uno de los invitados al panel Experiencias de Vida Sacerdotal, que formó parte de la programación que organizó la Universidad Javeriana para celebrar el Año Sacerdotal.
EL 18 de mayo a las 5:30 de la tarde en uno de los muros del edificio Manuel Briceño, S.J. de la Universidad Javeriana dos personas vestidos con trusa y camiseta esqueleto subían y bajaban haciendo acrobacias sostenidos sólo por un largo telar blanco. Adentro del edificio, en el auditorio Jaime Hoyos, S.J., cuatro sacerdotes se preparaban para participar en el panel que convocó la Vicerrectoría del medio Universitario, con el fin de que ellos compartieran sus experiencias en el ejercicio del sacerdocio, con motivo de la celebración del Año sacerdotal, que convocó el papa Benedicto XVI. Afuera, los estudiantes que salían de sus clases se detenían un rato a observar con asombro la habilidad de estos dos personajes. Uno era un joven con pinta de estudiante, que en realidad era profesor de Filosofía de la Universidad Javeriana, y el otro se caracterizaba por su cabellera larga y una barba que lo hacía ver con un parecido físico a Jesús.
Cuando descendió de ese telar algunos curiosos se acercaron a conversar con él y se dieron cuenta que no era colombiano, su acento lo delató como venezolano. ¿será un estudiante, un profesor o simplemente un artista que quería compartir su arte? Era un poco de todo lo anterior, pero sobretodo era un sacerdote, el padre Dizzi perales, S.J., quien llegó del Estado de Táchira, como el quinto invitado de ese panel para el cual se preparaban otros cuatro sacerdotes al interior del edificio. “La gente no cree que soy padre, todos se me acercan como con misterio a preguntarme en voz baja ¿es verdad que usted es padre? y sí, lo soy, soy un padre acróbata y soy un payaso y desde el mundo del circo estoy trabajando ahora apostólicamente, porque para mí es una forma de encarnarse, en medio de una realidad cotidiana, en medio de una realidad urbana, al modo de Jesús”. El padre Dizzi, aún descalzo y ya con algo de frío se presta a recoger sus implementos, que por sobrepeso casi no le permiten llevar en el avión que lo trajo a Bogotá, mientras responde a las preguntas. “Yo primero me hice Jesuita y luego acróbata. siempre estuve interesado en el mundo de las artes, pero empecé a mezclarme con el circo cuando estaba en magisterio”. Hace una pausa en sus respuestas para calzarse y vestirse un poco más formalmente, aunque aún no con la pinta de un cura, y continúa con la explicación de lo que para él significa ser sacerdote.
“Para mí el ser sacerdote tiene dos dimensiones fundamentales que son como un pozo del que va emanando todo lo que hago, una es la encarnación, ese dinamismo de Jesús del abajamiento, Él nos enseñó a trascender y encontrar la verdad de lo divino haciéndose humano, entonces para mí el sacerdocio es encarnarnos en medio de la realidad al modo de Jesús que no es otro que siendo humanos, cada vez mas humanos y de esa forma nos descubrimos hermanos, nos descubrimos hijos del mismo padre”. Todavía está algo agitado y aunque lo están llamando para entrar al recinto con los otros padres a compartir sus experiencias en el panel, continúa explicando. “Luego esa dimensión de abajamiento, de encarnación, va acompañada de otra dimensión que es la de la eucaristía, pero no solamente en el sentido del acto de la consagración, sino que allí también está encerrada otra gran verdad, que es hagan esto en conmemoración mía, es decir, que hagan de sus vidas, vidas para los demás, cuerpo y sangre para los demás, allí nace necesariamente la entrega, el servicio, el significado del sacerdocio, que es precisamente el servicio desde la propia humanidad”. De esta forma explica por qué no es sólo un padre tradicional sino también un payaso y un acróbata que todos los fines de semana visita cuatro centros de salud pública del Estado de Táchira en Venezuela con un grupo de 77 voluntarios.
“Nadie se imagina que detrás de una nariz va un cura, y cuando se dan cuenta descubren el padre con nariz apostando por la vida de la gente que está en situación de mayor necesidad, esa es mi mayor satisfacción”. De esta forma, con una sonrisa y un cálido apretón de manos el padre Dizzi perales ingresa al auditorio y se sienta al lado de monseñor Francisco Nieto, obispo auxiliar de Bogotá; el padre Federico Carrasquilla, de la Arquidiócesis de Medellín, de Javier de Nicoló, gestor social de programas de recuperación de niños y jóvenes, de Roberto Jaramillo, S.J., superior del Distrito misionero de la Amazonia Brasileña.
Todos ellos compartieron durante dos amenas horas una charla sincera, relajada y enriquecedora que resaltó la importancia del sacerdocio, el trabajo por los pobres y otras experiencias que pocas veces retratan los medios de comunicación. La celebración del Año de sacerdotal tuvo así uno de los actos centrales, que se complementó con un ciclo de cine en el que se presentaron las películas El fugitivo, Nazarín, romero, Black Rober y Priest, analizadas y comentadas por el padre Luis Alfonso Castellanos, S.J; con una celebración eucarística; un coctel, y con un panel académico sobre el ministerio sacerdotal.