Sobre el Padre Giraldo
Recordar al Padre Gabriel Giraldo, S.J., es rememorar 40 años de la Facultad de ciencias Jurídicas, que se extienden desde 1948 hasta 1987, cuando dejó de ejercer la Decanatura del medio Universitario, antes de Disciplina, para fungir como Decano Honorario hasta su muerte en 1993. Nació en marinilla el 24 de enero de 1907, ingresó a la compañía de Jesús en 1923, y se ordenó como sacerdote en 1937, en Holanda, en el teologado que los jesuitas construyeron cerca de la frontera con Alemania cuando fueron desterrados por Bismark. Estuvo en Francia y luego en Roma hasta 1941 cuando regresó a Colombia. estuvo en la casa de los jesuitas en chapinero enseñando Historia de la Iglesia, en la cual era especialista, hasta 1944, y luego como Prefecto de Disciplina en el colegio de San Bartolomé (La merced) hasta 1947. Por cerca de 50 años estuve cerca del P. Giraldo, lo conocí en 1945 en San Bartolomé y asistí a sus funerales en la Iglesia de San Ignacio en l993. Nunca pertenecí a los círculos íntimos del P. Giraldo, pero siempre participé por su benevolencia en todos los asuntos académicos y estuve por su solicitud en el consejo de la Facultad desde 1960.
Mantuvo su recia autoridad siempre en lo disciplinario, en la rectoría de los principios que profesaba, en la dirección ética y moral de la comunidad estudiantil que tenía a su cargo. como por algún tiempo tuvo también el cargo de Vice-Rector, con la discreción que lo caracterizaba se entendía con todos los asuntos de la Universidad y su consejo o sus determinaciones influyeron de manera notable en el desarrollo de la institución.
Los Rectores, todos, sin excepción se valieron de su experiencia, de su asesoría y de su conocimiento. Su personalidad terminó trascendiendo de manera notable en la vida nacional. Que yo sepa ninguna otra persona en la segunda mitad del siglo XX permaneció tanto tiempo al frente de su universidad, ni logró trascender a través de sus pupilos con tanta influencia, como ellos en la vida nacional. a dos circunstancias atribuyo el fenómeno: a su recia personalidad y a la estabilidad en el cargo que ocupaban. en verdad se requiere, y así ha sido desde antiguo, estar por muchos años en la dirección académica de las instituciones para sembrar un espíritu, dejar una huella honda en el alma de las varias generaciones, que son las que finalmente hacen que una sociedad pueda orientarse con claro rumbo y meta fija. Hasta el final de sus días el P. Giraldo conservó esa humildad profunda que lo guiaba y no cesaba de oír y de aprender. a todos nos consta que si algo hacía era preguntar y nada adelantaba mientras no estuviera seguro de lo que iba a hacer. tenía un ojo eminentemente avizor. eso explica porqué rara vez se equivocó cuando convocaba a recién egresados o próximos a serlo a servir como enseñantes. cuántos no sufrieron la dura reprensión ante la falta juvenil, pero luego recibieron la amable cortesía del maestro. Él celebraba, pasado el tiempo, la picaresca que es parte esencial de la vida universitaria. El P. Giraldo era un ser maravilloso cuando despojado del rigor de la disciplina que le imponían los estatutos se mostraba como el ser bondadoso y amable que su severidad aparente disimulaba y escondía. Y era un gran sacerdote jesuita. Hombre recto y justo, sus ceremonias religiosas bajo el estricto ritual eran inolvidables, y sus pláticas y admoniciones breves y sustanciosas, cátedra permanente del buen decir y del buen pensar.
El P. Giraldo no hizo a nadie en la vida pública pero dejó que cada cual se hiciera y siempre lo animó y estimuló. La falsa leyenda de que era un dador de empleos, consiste en que nunca dejó de ser solicitado por los que estaban en el servicio público por nombres de quienes podían servir con eficacia y pulcritud. en lo que no transigía el P. Giraldo era en la injusticia o en la inmoralidad, en la violación del juramento prestado al recibir el título. Aunque nunca impuso ninguna idea religiosa y respetó el credo de cada quien, fue implacable con la desviación respecto de los valores éticos de la civilización cristiana. Nunca dudó en reclamárselo a cualquiera de sus alumnos y de sus amigos. Desde luego al P. Giraldo se le quería o se le detestaba, pero fueron muy pocos, poquísimos los que no lamentaron su definitiva ausencia. el Poeta español Luis Felipe Vivanco escribió: “Siempre hacemos lo mismo: despreciamos la viva voz del hombre, pero honramos en su cadáver mudo su mutismo”. No es el caso nuestro con el P. Giraldo. En vida honramos su palabra. en vida le rendimos periódicamente el testimonio de nuestra amistad y solidaridad. Hasta el final de sus días contó con el respeto de todos, tirios y troyanos. Sus funerales en la Iglesia de San Ignacio fueron una apoteosis de reconocimiento y gratitud. Gestor insuperable de aquel momento fue el P. Álvarez, nuestro Decano, quien como nadie estuvo cerca de él, como compañero de comunidad, de profesión, subordinado y discípulo. Esta ceremonia es continuación de lo que siempre los javerianos hicieron: Un homenaje a su mentor. como se dijo del poeta Vivanco, el P. Giraldo era “Un hombre bueno que venía de otro mundo y para otro mundo vivía con humildad y sin aspavientos” (Olegario González de Cardedal- el poder y la conciencia.- pag 197- Espasa Calpe- 1984- Madrid)
*Resumen de un texto escrito el 24 de enero de 2007 con motivo del centenario del nacimiento del Padre Giraldo, S.J.