Visión panorámica de la educación superior jesuita
Una breve referencia estadística nos permite tener una visión objetiva de las instituciones de educación superior regentadas por la Compañía de Jesús en el mundo. En Asia y Oceanía son 10 universidades, 3 residencias universitarias, 30 facultades de estudios superiores, 9 institutos para formación de educadores, 11 facultades de filosofía y teología, 11 escuelas superiores de administración, 25 instituciones técnicas con programas de formación profesional; en Canadá y Estados Unidos, 28 universidades, 3 facultades de filosofía y teología, 1 colegio universitario; en África, 1 universidad, 3 centros universitarios, 5 facultades de filosofía y teología, 8 facultades con programas profesionales y técnicos; en Europa, 5 universidades, 18 facultades de filosofía y teología, 16 colegios universitarios, 14 facultades con programas de estudios superiores; y en América Latina 23 universidades, 4 facultades de filosofía y teología, y 5 facultades con programas de nivel universitario. Esta visión nos da un resultado de 67 universidades, 41 facultades de filosofía y teología, 119 institutos o facultades con programas de educación superior, para un total de 227 entidades que imparten enseñanza universitaria, según el sitio web oficial de la Curia Generalicia de la Compañía de Jesús (www.sjweb. info/education/index.cfm).
Estas estadísticas incitan a preguntarnos, ¿cómo llegó la Compañía de Jesús a asumir la misión educativa? Pues bien, cuando San Ignacio de Loyola fundó los jesuitas, con la aprobación del Papa Paulo III el 27 de septiembre de 1540, pensó que el nuevo instituto religioso debía ser de alta movilidad apostólica para prestar sus servicios al Papa y a la Iglesia en aquellos lugares donde la Reforma Protestante había tenido mayor influencia, con el propósito de contrarrestar sus efectos. La idea era tener grupos de religiosos disponibles para misiones muy exigentes y de alta concentración. Una vez cumplido su servicio, y de acuerdo con los respectivos obispos, los jesuitas estarían en disposición de nuevos compromisos evangelizadores en otros lugares de Europa y del mundo entonces conocido. Sin embargo, la historia de la orden tomó otro rumbo. Aún cuando seguía en vida San Ignacio (1491-1556), se fundaron residencias en ciudades universitarias para los escolares jesuitas. El primer centro superior fue fundado por San Francisco de Borja en 1545, destinado a la formación de los jóvenes religiosos de la naciente Compañía. Claudio Jayo, uno de los primeros jesuitas, insistió ante San Ignacio para que en Alemania se asumiera el servicio de la enseñanza en este nivel, y en 1548, en Mesina (Italia), se abrió el primer colegio para estudiantes laicos. Dice William Bangert, S.J.: “Ignacio actuó con cuidado en la evaluación de este nuevo apostolado, especialmente porque los problemas surgían en relación con la movilidad y la pobreza que él deseaba en la Compañía. Pero una vez que vio claro en su mente el excelente servicio a la Iglesia que podía rendirse en el campo de la educación, aplicó a esta nueva empresa todos sus talentos de organización; así, el 1 de diciembre de 1551 recomendaba a la Compañía, en una carta circular, la inauguración de colegios a través de Europa” (Historia de la Compañía de Jesús. Ed. Sal Terrae. Santander, 1981: 41).
En esta primera época construyeron un proyecto educativo inspirados en el humanismo clásico; dieron prioridad a los estudios de filosofía, teología y letras; siguieron las mejores tendencias de la época y, de esta forma, estas instituciones se convirtieron en ámbitos de alta significación en el proceso de reforma católica que se vivía en el siglo XVI; así mismo, dieron respuesta a la problemática causada por la Reforma Protestante y acataron las determinaciones del Concilio de Trento (1545-1563). De esta época datan los primeros esfuerzos para construir un proyecto educativo con sello ignaciano, que deriva en la célebre Ratio Studiorum o Plan de Estudios de 1599, cuando fue el Padre Claudio Aquaviva superior general, quien gobernó la Compañía de 1581 a 1615. Este documento contiene los lineamientos generales del trabajo educativo de los jesuitas en aquellos primeros tiempos de su historia. Se especifican allí el orden graduado de los estudios, la clásica atención a cada estudiante que conocemos con la expresión “cura personalis”, el cuidado por el desarrollo armónico de todas las dimensiones de la persona, y el esmero para que el proceso riguroso de los estudios sea el espacio en el que la persona crece y se convierte en alguien apto para su plenitud humana y para el servicio a la sociedad. La primera institución de educación superior que asume San Ignacio es el Colegio Romano en 1551 (hoy Pontificia Universidad Gregoriana: www.unigre.it). En ella, San Ignacio se esmeró en aplicar su experiencia de universitario en París y los elementos propios de este tiempo en materia de enseñanza superior, especialmente en los campos de la filosofía, la teología y las humanidades. Con esta institución empieza esta larga e intensa historia de trabajo en la educación superior, reflejadas en las estadísticas que se han presentado anteriormente a los lectores.
Al concluir el primer siglo de vida jesuítica, la Compañía dirigía 245 colegios y al morir el Padre Aquaviva este número se elevó a 372: este desarrollo expresa el valor dado por la Iglesia, la sociedad y la misma orden a la misión educativa. El clima que hizo propicio estos logros fue el imperativo de una profunda reforma en la Iglesia, necesitada de cambios profundos: primero, en la vivencia de una espiritualidad sólida, que tenía en la educación un pilar decisivo; y, segundo, en la vigencia de normativas y determinaciones disciplinares que dan el mensaje de que el ser y el quehacer católicos debían tomarse con la mayor seriedad, como era la intención de San Ignacio.
Los diversos modelos de estas instituciones de educación superior son una evidencia del modo como la Compañía de Jesús quiere responder a los retos particulares de cada contexto social en el que presta su servicio, desde las grandes universidades como el Ateneo de Manila en Filipinas, Comillas en Madrid, Georgetown en Washington, Sogang en Corea, Unisinos en Brasil, nuestra Javeriana en Colombia, sin dejar a un lado el importante número de facultades de filosofía y teología ni los diversos institutos especializados. La Congregación General XXXIV de la Compañía de Jesús, reunida en Roma en 1995, en su decreto 17 sobre La Compañía y la vida universitaria, afirma la importancia de la educación superior en el servicio jesuítico a la sociedad y señala unos lineamientos de trabajo por la justicia y la inclusión, el reconocimiento de la diversidad cultural, la colaboración decidida entre jesuitas y laicos, la pregunta constante por el “para qué” del conocimiento, la investigación y la interdisciplinariedad, el influjo en la creación de sociedades justas y equitativas, el humanismo y la formación integral, entre otros elementos esenciales propios de la educación superior. Con estas reflexiones iniciales se deja abierto el espacio para varias entregas en las que aspiramos a presentar en rasgos generales, lo que distingue a las universidades e instituciones de enseñanza superior en las que la Compañía de Jesús contemporánea está presente en el mundo globalizado. La Universidad Javeriana, con todas sus entidades hermanas en el mundo, está firmemente comprometida con los nuevos retos de la humanidad y orienta la investigación y la comunicación del conocimiento a la generación de un mejor ser humano, siempre en un clima de pluralismo y de respeto por la diversidad de ópticas y posturas que surgen del mundo científico y universitario.