Cátedra Unesco de Comunicación

Comunicación, información y lenguajes en tiempos de pandemia

Cátedra Unesco de Comunicaciones 2020

ISBN: 978-958-781-870-3    |    DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.9789587818703
Cómo citar este libro: Pereira, J. M. y Gutiérrez, G. E (eds.). (2023). Comunicación, información y lenguajes en tiempos de pandemia. Cátedra Unesco de Comunicación 2020. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Cien días de confinamiento y memoria. Una experiencia de creación de contenidos digitales durante la pandemia

David Alfonso Lara Ramos1Magíster en Cultura y Desarrollo. Comunicador social. Abogado. Periodista y reportero gráfico. Docente de narrativas de la Universidad de Cartagena. Contacto: dlarar@unicartagena.edu.co

Resumen

El Diario del Confinamiento es una experiencia de creación de contenidos digitales, texto y fotografía. Se planteó como objetivo contar de manera creativa, desde el confinamiento, las vivencias de la cotidianidad en un formato íntimo como el de un diario. Comenzó a difundirse en el blog escribedavid.blogspot.com ante la declaratoria de emergencia sanitaria que generó la propagación del covid-19.

La publicación del Diario del Confinamiento se hizo desde el 25 de marzo hasta el 2 de julio de 2020 de forma ininterrumpida. Fueron 100 entregas con exclusivos contenidos digitales —en algunas ocasiones audios—, que se preparaban día a día con los azares del momento. Cuando se reanudaron las clases virtuales en la Universidad de Cartagena, los contenidos del diario los usé, y los sigo usando, como material de lectura para generar reflexiones o discusiones sobre la escritura y las imágenes, o sobre temas que fueron noticias durante aquellos 100 días.

Los contenidos digitales se compartían vía WhatsApp, a través de un grupo de distribución, y por la red Facebook. El resultado de esa experiencia son 100 textos, 130 fotografías que se tomaron para ilustrar cada entrega y 30 fotografías adicionales, resultado de dos exposiciones tituladas El color y la tristeza y 15 rostros del señor Coco. Esta última fue una propuesta creativa, que usó una concha de coco para crear quince personajes. También se presentó una obra fotográfica conceptual, que se distribuyó el 20 de julio, como un especial para cerrar la experiencia del Diario del Confinamiento.

Hoy el Diario del Confinamiento permite trabajar nociones que tienen que ver con la reportería, el periodismo narrativo, la estructura, el personaje, la fotografía creativa, la creación de textos y la comunicación con las audiencias en el mundo digital.

Palabras clave: contenidos digitales, diario, narrativas, pandemia.

Relato o narrativa de la experiencia

Revelaciones de la vida

El 6 de marzo de 2020, los medios de comunicación anunciaron el primer caso de covid-19 en Colombia. Las medidas para contener la enfermedad se activaron de inmediato en todo el territorio nacional. Cinco días más tarde de aquel anuncio, el 11 de marzo de 2020, fue confirmado el primer caso en la ciudad de Cartagena, donde vivo y donde laboro como profesor de narrativas. Ese mismo día, la oms declaró como pandemia el brote por la enfermedad derivada del coronavirus: el covid-19. Ese día, los registros de la oms daban cuenta de 125 000 casos en 118 países del mundo. El llamado a los Gobiernos del planeta fue tomar medidas urgentes para contener una enfermedad que se propagaba con rapidez. El 17 de marzo, seis días después de la declaratoria de pandemia, el Gobierno de Colombia promulgó el Decreto 417, en el que declaró el estado de emergencia económica social y ecológica en todo el territorio.

En Cartagena se decretaron ley seca y toque de queda en toda la urbe. La movilidad de vehículos y personas fue restringida; los centros comerciales cerraron; las clases en las escuelas se suspendieron. La Universidad de Cartagena anunció el cese de actividades durante dos semanas, con la idea de organizar un semestre que había comenzado de forma presencial tres semanas atrás. Los profesores debían preparar materiales para lo que sería un semestre a la distancia. Los estudiantes volvieron a sus casas; otros regresaron a sus ciudades y sus pueblos de origen en espera de indicaciones sobre cómo serían las clases asistidas de manera remota, con el uso de aparatos electrónicos conectados a internet. Nuevas formas de vivir se revelaban.

El primer diario

El 25 de marzo me levanté a trotar. Como no podía salir, ocupé el pequeño espacio del patio de la casa: un área de 9 × 3 m. Ahí troté por unos minutos. Cuando me quité los zapatos y los dejé en el piso, pensé qué nos depararía el confinamiento. Tomé mi cámara e hice fotos de primeros planos de los zapatos deportivos tirados en el piso. Pensé que unos zapatos representaban la movilidad que ahora no teníamos. Me dije: “Esa experiencia hay que escribirla”. Horas más tarde, mi hija, que estaba haciendo sus prácticas profesionales como abogada en Nueva York, me envió un link para que me conectara a una rueda de prensa, convocada por el gobernador del Estado. La situación en Nueva York era alarmante. Observé la rueda de prensa y vi la conducta de funcionarios y periodistas dentro de la sala; todos llevaban tapabocas.

Con la experiencia del trote de la mañana y los mensajes que escuché en la rueda de prensa de Andrew Cuomo, gobernador del estado de Nueva York, escribí mi primer día en confinamiento. Lo publiqué en mi blog y lo ilustré con la fotografía de los zapatos de trotar tirados en el piso del patio. A la fotografía la di un tono sepia, para reflejar la desolación y el desamparo de aquel día en confinamiento.

A las 6:30 p. m. de ese mismo 25 de marzo, tuve una reunión, a través de la plataforma Meet, con los miembros del taller de escritura que dirijo en la Universidad de Cartagena. Propuse, a manera de ejercicio, relatar cómo se vivía el confinamiento. En ese pedido estaba (y sigue estando) la importancia no solo de ser testigo de un momento excepcional, sino de dejar el relato escrito de esa experiencia transformadora.

En aquella reunión, solo pensaba en escribir lo que iba a suceder el día que seguía y luego otro y otro. Revelar la convivencia, la cotidianidad, las historias y las reflexiones de un escritor y reportero gráfico cuyo espacio de creación se reduce. Tenía claro que iba a registrar el azar del día siguiente desde el interior de la casa, en una ciudad turística como Cartagena, la cual se fue quedando sin turistas. Una ciudad del Caribe que ahora se mostraba sin bullicio en sus calles y sin los pregones de los vendedores ambulantes que ofrecen sus frutas y sus verduras.

En esa atmósfera de silencios se fueron escribiendo los relatos del Diario del Confinamiento, en varias dimensiones: la actualidad, la memoria, las lecturas y las reflexiones de un escritor en torno a la convivencia familiar, a los sucesos más cercanos, en una clara idea de periodismo de proximidad.

Amasijo de lenguajes

El Diario del Confinamiento fue un amasijo de posibilidades desde el lenguaje, reveladas en textos y fotografías. Algunos de los textos fueron publicados en el portal Las2orillas.com, periódico digital de amplia difusión. La experiencia del Diario del Confinamiento propuso una forma de sentir la escritura como una posibilidad artística. La búsqueda de un lenguaje a través de precisas fases de creación de contenidos, que iban desde la búsqueda de hechos noticiosos hasta la precisión de los datos, la verificación, la selección y la organización del material, la escritura creativa, la edición de texto, la producción de imágenes, la diagramación del blog y la distribución del contenido finalizado.

En la construcción estilística de los textos fue muy importante trabajar lo que llamé reportería a mi memoria. Fue la manera de encontrar conexiones entre situaciones de actualidad y vivencias de antaño. Esas analepsis, esos raccontos, representaron buscar personas con las que había convivido 30 o 40 años atrás para luego interrogarlas sobre hechos que tenía brumosos en mi memoria. Caso de los sucesos que conté sobre mis compañeros y mis profesores del bachillerato, vecinos de mi barrio de infancia, el abuelo Pedro o los relatos sobre mi padre. Las entrevistas las hice por teléfono, dadas las circunstancias, como se hace hoy en el trabajo remoto de los periodistas en las salas de redacción. La experiencia de escribir este diario representa un valor histórico, documental, periodístico, porque no se habría escrito sin la presencia de la pandemia.

En su libro Un arte espectral, el escritor Norman Mailer (Backlist, 2012) establece la diferencia entre una experiencia evitable y una experiencia inevitable. Para él, las evitables son aquellas que el autor busca. Como, por ejemplo, cuando Mailer decidió emplearse en un manicomio por una semana para luego escribir una novela. En cambio, no pudo evadir su ingreso al ejército en 1944, momento en que la guerra atemorizaba a los jóvenes de Estados Unidos; esa es una de las que él llama experiencias inevitables, sobre las cuales agrega que son las que verdaderamente te cambian la vida. Eso es el confinamiento: una experiencia inevitable. Una experiencia que nos puso en tono creativo, reflexivo; una experiencia transformadora, que reveló otros aspectos de nuestro vivir y de la convivencia; por tanto, en la mente de un periodista, de un escritor, surge la necesidad de testimoniar, de escribirla, al igual que compartirla con otros. Esa epifanía se manifestó como una necesidad: contar las experiencias particulares del confinamiento. Esas particularidades de la existencia, esas necesidades de comunicar son lo que el Diario del Confinamiento tiene en su centro como un espíritu que pervive, que trasciende.

La voz de un narrador, de un periodista, debe estar permanentemente indagando sobre la realidad: hacerlo es la base de su experiencia como creador y la base de su propuesta creativa durante estos tiempos de incertidumbre. Una experiencia que fue comunicándose a una audiencia que manifestó su deseo de conocer más, y cuya comunicación en doble vía se revelaba en nuevas propuestas creativas, generadas por esa interacción constante, diaria. Los lectores, al igual que los estudiantes de comunicación social, siguieron como capítulos entregables los textos del blog. Es el valor de las experiencias comunicables, como las denomina el escritor y ensayista Walter Benjamin.

Los estudiantes de mis cursos de expresión escrita y los del Taller de Escritura Creativa escribieron apartes de su experiencia no en forma de diario, sino como un relato personal. La interacción fue constante con los lectores; esas interacciones generaron otros contenidos no previstos en las dinámicas de escritura del diario. Por ejemplo, a comienzos de junio, se escucharon algunas premisas en torno al uso constante del sepia en las fotografías que ilustraban el diario. “Hay mucha tristeza en esas fotografías”, comentó una lectora. Otra me habló de los días grises, al referirse al número de los contagios que se registraban durante ese mes en Barranquilla, ciudad que alcanzó a reportar 50 muertos diarios.

En medio de los comentarios sobre el sepia o la escala de grises, produje el contenido que titulé El color y la tristeza. Una muestra de doce fotografías en color, que fue publicada en el diario el 10 y 11 de junio. Se hizo una tarjeta de invitación para recorrer la galería imaginaria, que llamé Patio Caribe: el mismo espacio de 9 × 3 m donde troté el día que escribí el primer relato. En los comentarios, los lectores se referían a la galería como un espacio real, y alentaban a otros lectores a visitarla. En realidad, era el espacio virtual del blog. En los días que siguieron, la fotografía que ilustraba el texto se presentaba tanto en sepia como en color. Así alimenté la discusión sobre la relación entre el color de una fotografía y el estado de ánimo de los lectores.

Como autor, siempre pensé que escribía en la absoluta intimidad, sin involucrar de manera explícita las conversaciones que tenía con las audiencias. Mantuve la idea de un diario familiar, íntimo, en el que el escritor desplegaba sus pensamientos en torno a temas trascendentales de actualidad, al tiempo que narraba su cotidianidad en medio de las incertidumbres generadas por la pandemia, pero que lo escrito jamás sería revelado; una fantasía que alentaba el espíritu y el estilo de la propuesta narrativa, convertida en una especie de criterio editorial autoimpuesto.

El Diario del Confinamiento posibilitó generar un modelo de producción de contenidos que arrancó con una libreta de apuntes. Allí se recogían temáticas, ideas, frases, se describían situaciones actuales o del pasado, al igual que se agudizaban los sentidos para motivar la creatividad en medio del encierro.

Si tuviéramos que enumerar cómo se gestaba una entrada para el blog, tendríamos que describir cada una de las etapas de construcción de ese contenido. Tomaré como referencia la producción del 12 de abril, Domingo de Resurrección. En cada texto estaba siempre la forma como me levantaba. Luego escogía una situación para desarrollarla. Ese día tomé como referencia la lectura que hice a los cuatro evangelistas, o “cronistas” que relataron la resurrección de Jesús, lo que requirió una lectura crítica de cada evangelio. Así encontré las diferencias de estilo, los matices, los datos, las debilidades en el relato, como si se tratara de la revisión de cuatro textos de igual número de reporteros que cubrieron el mismo hecho.

La construcción de esos relatos involucró a personas de mi infancia, tales como mi padre, que era un lector singular de la Biblia, y el señor Angulo, amigo de mi padre. Como ya lo mencioné, se hizo reportería a mi propia memoria.

Cuando tenía el primer borrador del texto, pensaba en la fotografía para enriquecer el texto, la cual producía con elementos que encontraba en casa. Para el caso de los evangelistas-cronistas dispuse de dos biblias, las cuales organicé en un set con su iluminación para hacer la imagen. Luego entraba a un proceso de curaduría, escogía una sola imagen, y procedía al revelado digital, con el programa Lightroom o con Photoshop, momento en que se le daba el tono sepia que caracterizó la unidad de nuestra propuesta gráfica. Luego de ese trabajo, volvía sobre el texto y hacía una segunda edición. La lectura y la edición final del texto estuvieron a cargo de mi esposa, que fue también parte activa tanto de los relatos como de la edición final del contenido por publicar. Luego venía la fase de montaje en el blog. Una vez publicado el texto, se distribuía por un grupo de WhatsApp. Luego se esperaban las reacciones de los lectores, con los que siempre tuve interacción. Ese modelo se reprodujo durante los 100 días. La última entrega se realizó el 20 de julio: una obra fotográfica de arte conceptual que titulé Para salir de la cola hace falta el verde, que se presentó bajo la autoría de Coco Frida, personaje creado en la exposición 15 rostros del señor Coco, que tuvo tres entregas en el diario, y una reflexión sobre lo que representa el coco en la cocina y en la cultura del Caribe.

Comunicar la experiencia del Diario del Confinamiento, más allá de convertirse en una lectura recreativa o divertida, se tornó en un material de lectura para el análisis de temas relacionados con el oficio periodístico o con la construcción de textos narrativos. Por ejemplo, la entrega citada sobre los cuatro evangelistas y cómo ellos trataron el acontecimiento de la Resurrección se tomó para trabajar nociones como punto de vista, reportería, coherencia en la escritura, verificación de datos y posición del narrador. En otros textos del diario se trabajaron conceptos como el periodismo de proximidad, la nota breve, la primicia, el viaje como experiencia, a partir de la lectura del libro Pasión vagabunda, de Manuel Zapata Olivella. Los debates en torno al movimiento Black Lives Matter, que fueron complementados con la poesía de escritores afro, como Lagston Hudges y Mary Grueso, poeta que en dos ocasiones me envío el poema en formato MP3; un contenido en audio que se distribuyó como parte de la entrega de esos días. Algo que los lectores del diario agradecieron como una muestra de diversidad de formatos y lenguajes posibles en el mundo digital.

El Diario del Confinamiento es la mejor metáfora para entender el valor de la constancia. En medio del trabajo como docente y las labores en casa, el ímpetu creativo se mantuvo. La constancia como impulso y la responsabilidad con los lectores fueron el aliento para seguir, para entender que el trabajo creativo es exigente y que una obra creativa es producto de la insistencia, la persistencia, la disciplina y el esfuerzo y, sobre todo, el deber con las audiencias.

En términos de impactos generados, la Radio Televisión Nacional de Colombia (rtvc), sistema de medios públicos, hizo un programa especial sobre la creatividad en tiempos de pandemia. Allí se resaltó el trabajo creativo del Diario del Confinamiento. El escritor Nelson Romero, Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura y uno de los lectores de esta experiencia, me pidió los poemas que traduje de Lagston Hughes para publicarlos en la revista Ergolatrías, de la Universidad del Tolima, además de dos textos del diario. La revista fue presentada en noviembre de 2020. El retrato de Coco Frida fue portada de la revista Entrelíneas, también editada por Nelson Romero.

La experiencia es un amasijo de voces; es la multiplicidad de estilos que permite la escritura, referentes sobre formas de escribir y ejemplos para motivar a otros a contar el momento, a pensar la escritura como legado personal, nuestra huella que moviliza maneras de ver y sentir, maneras de plasmar realidades cotidianas, de forma viva y extraordinaria.

Interpretación-reflexión desde la experiencia

La experiencia de escritura del Diario del Confinamiento podría interpretarse en tres dimensiones. La primera, desde la creación de un autor, reflejo de la constancia para construir una obra con criterios de unidad. La segunda, la sistematización de un proceso de construcción de contenidos como trabajo técnico, entendido como la meta propuesta y los tiempos necesarios para lograrla. La tercera, la utilización de los contenidos como material didáctico en el aula de clases de expresión escrita, narrativas o periodismo online. Uno de los próximos retos es transformar los contenidos del diario en formato de libro (impreso o digital) o en forma de producción sonora.

La experiencia generó un gran cambio en el autor, al proponer miradas y reflexiones en torno a la creación en términos educativos, formativos. Por otro lado, está el componente cultural, como escritor del Caribe que muestra elementos de la identidad como las músicas, los creadores populares, la cocina, al igual que otros matices, como el humor, un elemento esencial en el diario. Esos elementos culturales son también una propuesta política y un acto de reafirmación de nuestra identidad caribe. El Diario del Confinamiento es el ejemplo de un creador que usa la adversidad y los cambios repentinos para hacer obra y crear una comunidad de lectores en torno a su creación.

Referencias

Mailer, N. (2012) Un arte espectral. Backlist 2012

Ergolatrías, (2020). Portada. https://revistas.ut.edu.co/index.php/elineas/article/view/2472

Romero-Guzmán, N. (2021). Contenido. Revista Entrelíneas, 8.