Fotografía tomada de internet

Nací en Santuario, mi papá era farmaceuta y yo fui la cuarta de cinco hijos. Mi familia era de clase media y vivíamos muy bien y éramos conocidos en el pueblo. Mi papá era muy querido, le decían el doctor de los pobres.

Yo nunca salí del closet porque yo no sabía de esas cosas, yo solo sabía lo que sentía y ya, entonces yo fui gay toda la vida.

Cuando la gente empezó a molestarme, sobre todo los hombres que me amenazaron con violarme, yo empecé a entender que a la gente no le gustaba que yo fuera así.

Por eso llegó un momento en que mi papá me dijo que me fuera del país porque allá me iban a matar o quién sabe qué. Él no quería que yo estuviera allá, entonces básicamente mi salida de Santuario fue por razones de seguridad, no fue por razones económicas.

A la edad de 19 años Marta se fue a vivir a Boston.

Aquí me sentí muy libre porque Boston es muy liberal. Llegué a una ciudad donde ser gay era bien y tuve muchas amigas que casi todas eran lesbianas. Empecé a estudiar aviación y me desenvolví en un mundo muy gay en donde se respetaban los derechos y no se cuestionaba a nadie.

Por eso cuando regresé a Colombia en 1993, que se me presentó un problema con mi hermano yo no iba a tolerarlo y cuando caí detenida tampoco. Yo me preguntaba por qué trataban a la gente tan mal y no lo pude aceptar porque tenía otra mentalidad de lo que aprendí en Boston: la de ser libre por lo menos.

Marta recibió una sentencia por 34 años y 4 meses de prisión.

Una vez que uno se acostumbra a estar encerrado se acostumbra y ya, uno lo da por hecho y sabe que va a estar ahí, ya ni piensa que va a salir. Pero lo más difícil para mí fue la convivencia, madrugar a las 5:00 am a nada; el trato de la guardia y especialmente que me estuvieran trasladando constantemente, especialmente por la forma como me trasladaban, que era en unos furgones casi herméticos donde uno se vomitaba y llegaba enfermo, con diarrea, vuelto nada. Unas formas inhumanas de traslado.

Tuve que estar peleando por una cosa y otra. Me aprendí el Código Penitenciario y la Constitución para poder defenderme; así me la pasaba, escribiendo memoriales y peleando todo el tiempo.

Los traslados siempre fueron injustificados y se hicieron como forma de castigo por la lucha que ella adelantaba a favor de lo derechos de los homosexuales en las cárceles.

A veces llegaba a una cárcel, me metían en un calabozo y al otro día ya me sacaban para otra cárcel.

Otras veces a las 3 de la mañana me despertaban y me decían:

-Empaque que nos vamos en media hora.

Un día un director me dijo “es que si yo a usted pudiera darle la libertad se la daba ya pa’ que se fuera bien lejos”. Yo era una amenaza para ellos y con el tiempo tuvieron la razón porque les gané este pleito.

El 18 de mayo de 1996 presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una petición en contra del Estado colombiano por la violación del derecho a la visita conyugal en la cárcel por tratarse de una mujer homosexual.

Lo más gratificante fue ganar el caso y que el gobierno me haya pedido perdón en público, el reconocimiento a la lucha y las modificaciones del código penitenciario. Por eso valió la pena, y también porque crecí como persona: me hice muy fuerte, tengo unas amistades valiosísimas y me di cuenta quienes afuera de verdad me querían.

En el año 2014 bajo la ley 1709 se reformaron artículos del código penitenciario de Colombia con el fin de garantizar unos mínimos durante la reclusión que sean coherentes con la dignidad humana. Marta Tuvo una rebaja de pena a 9 años y 9 meses por lo que salió de la cárcel en el 2003.

Cuando yo había entrado a la cárcel tenía una plata ahorrada que me duró esos 10 años. La plata se me acabó justo el último día que salí de la cárcel. Entonces yo no tenía plata y ¿qué hice? venirme para acá pa’ EEUU otra vez.

En 2004 se regresa a Boston.

Desde que llegué a Boston no he tenido que luchar por un espacio porque los espacios y los derechos siempre han estado acá.

Volví a estudiar farmacia para tener la licencia y también siempre he sido árbitro de fútbol. Aunque eso para mí no es un trabajo porque yo voy a pitar un partido y me olvido de todo.

​Sería más feliz si trabajara con animales porque los quiero mucho. Esa es una partecita que me está faltando. No aspiro a mucho, no quiero tener un yate, cosas así, no, como estoy estoy bien. Solo me gustaría lo de los animales y devolverme a Santuario.