
35 indígenas desplazados en la selva de cemento
*Una muestra de la tradición cultural Waunana pudieron apreciar los estudiantes de la Universidad Javeriana durante el Encuentro y Diálogo de Saberes que se realizó los días 28 y 29 de mayo.
Los miembros de una familia de la comunidad Waunana llegaron hace seis años a Bogotá procedentes de la selva chocoana. Se ubicaron en un espacio de menos de 20 metros cuadrados en Ciudad Bolívar hasta donde llegaron los profesores y estudiantes de la Javeriana, que hoy les tienden la mano.
CIUDAD BOLÍVAR: es la localidad número 19 de Bogotá, ubicada al suroccidente de la capital, con una extensión de 20,9 kilómetros cuadrados y 575.549 habitantes, según estadísticas del 2005, y con altos niveles de pobreza.
Bajo San Juan: es la región ubicada entre el Chocó y el Valle del Cauca, en plena selva húmeda tropical, donde se ubican 10 asentamientos indígenas, pobres en urbanismo, pero ricos en tradición, en cultura y en producción artesanal.
No parece haber mucho en común entre estas dos zonas, muy distantes en kilómetros y también en la forma de vida. Sin embargo, tienen algo que las une, 36 miembros de una misma familia de la comunidad indígena Waunana, que salió de la selva tropical hace seis años huyendo de la violencia guerrillera, paramilitar y narcotraficante, para ubicarse en una casa de menos de 20 metros cuadrados en plena selva de cemento.
La Javeriana los encontró y no dudó en empezar todo un movimiento entre varias facultades para buscar la forma de rescatar de allí esta cultura y devolverles a los Waunanas la oportunidad de vivir en condiciones dignas.
El liderazgo lo asumió la Facultad de Teología, en el marco del proyecto Vidas Móviles, que tiene el objetivo de acompañar y orientar a familias y personas en situación de desplazamiento en la localidad de Ciudad Bolívar. Invitó a las Decanaturas del Medio Universitario de las Facultades de Arquitectura y Diseño y así se organizó el Encuentro y Diálogo de Saberes con la Comunidad Indígena Waunana en Situación de Desplazamiento en Bogotá, que se realizó en la Universidad Javeriana, los días 28 y 29 de mayo.
El acto incluyó danzas tradicionales, trajes, pintura corporal, exposición de artesanías, conversatorios y talleres de diseño, con lo que se buscó generar acciones que propiciarán el reconocimiento de las culturas aborígenes y la valoración de la diversidad cultural en Colombia, y además concretar posibilidades para esta etnia producto de la interacción con la Comunidad Universitaria.

La familia Piraza está compuesta por 20 adultos y 15 niños. Cercelino, el líder de la comunidad Waunana, recibió amenazas y fue objeto de persecuciones (no se sabe si de guerrilla, paramilitares o narcotraficantes) que lo obligaron a salvar su vida saliendo con su esposa, sus hijos, yernos, nueras y nietos de la tierra donde crecieron.
Hoy, seis años después, los Piraza se han enterado que poco a poco el resto de las familias Wuananas se han tenido que desplazar y quedan unos cuantos, allá desafiando la guerra, con lo que peligra también toda una cultura de cinco siglos de historia.
Según un artículo publicado sobre los Waunana en la revista El Espectador, de abril de 2001, “la artesanía, alrededor de la madera y la cestería es una de las riquezas waunanas. El tejido es de tal densidad que los cestos se convierten en recipientes en los que pueden transportar líquidos. La otra habilidad ancestral es la construcción de canoas, con las que logran movilizarse por ríos, caños y mar, y son consideradas las más elaboradas y perfectas entre todas las embarcaciones indígenas”.
Cuando los profesores y estudiantes del proyecto Vidas Móviles encontraron a estos indígenas en Ciudad Bolívar se pusieron en contacto con sus líderes, Cercelino y Ramiro, y conocieron su historia. “Están viviendo en una casa de 4 por 4 metros, en un barrio que se llama Consuelo Bajo, y lo primero que dijeron era que la situación alimentaria es grave, que buscan asegurar una comida al día, pero que a veces no es posible, y agregan que como artesanos buscan encontrar fuentes de trabajo, no limosna, pues no son mendigos”, afirma Susana Becerra, una de las profesoras de Teología que ha liderado el proyecto.
De ahí nació la idea de trabajar con la carrera de Diseño que tiene un énfasis en artesanías indígenas. Cielo Quiñónez, del Departamento de Diseño, afirma que desde 1992 han trabajado sobre los tejidos de los Waunana y su manejo de la palma. “Realmente son piezas de gran valor étnico cultural y son objetos de patrimonio de la comunidad. Nos interesa mucho la conservación, su reconocimiento y su valoración como patrimonio de todos los colombianos y específicamente de las etnias”.
La ayuda de la Javeriana es prácticamente la tabla de salvación para esta comunidad indígena, que poco ha visto la mano del Gobierno, hasta el punto de tener que interponer una tutela. Ramiro Piraza explica que durante su primer día en Bogotá recibieron ayuda para mercado y cobijas. “Luego nos olvidaron, hasta ahora que nos dieron una remesa de un millón de pesos, para 35 personas”.
El primer acercamiento ya se dio, los indígenas expusieron sus productos, recibieron talleres de diseño y ahora queda buscar los mejores caminos para favorecer la comercialización de las artesanías y recibir precios justos, pues ahora, por cada 200.000 piezas que fabrican reciben sólo un poco más de 500.000 pesos. “Queremos, con la ayuda de Arquitectura y Diseño, orientarlos para que sus artesanías puedan abrir mercados”, concluye Susana Becerra.