abril 2009 | Edición N°: año 48 No. 1246
Por: Pedro Mejía Salazar | Pontificia Universidad Javeriana



En el Salado de Consotá, en Pereira, investigadores del Departamento de Biología de la Universidad Javeriana, estudiaron la diversidad microbiana para encontrar un nuevo género microbiano que ya está avalado por la comunidad científica internacional como una especie única en el mundo.

ÉRASE UNA vez, hace 10.000 años… Así podría empezar la historia de cómo llegaron los biólogos de la Universidad Javeriana a encontrar especies nuevas de microorganismos en el Salado de Consotá, en Pereira. Todo se remonta a los primeros indicios de presencia humana en la zona donde hoy se ubica la capital de Risaralda. El geólogo alemán Michael Tistl, de cuyo apellido se sacó el nombre para el nuevo organismo, tiene mucho que ver en la historia que llevó a las profesoras investigadoras javerianas Sandra Baena y Luz Teresa Valderrama a viajar hasta Pereira, meterse al manantial de agua salada a un lado del río Consota, y sacar muestras que luego en el laboratorio llevaron a la identificación de múltiples microorganismos. En el pasado —cuenta Tistl— cuando los hombres se internaron desde las costas hacia el interior del continente, sintieron la necesidad de obtener la sal para poder preservar la carne que cazaban. “Fue así, como siguiendo los animales encontraron manantiales de agua salada, como el del Salado de Consotá y decidieron armar su rancho allí”. Según los descubrimientos arqueológicos, en este lugar, ubicado justo detrás de la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), habitaron indígenas que desde hace 10.000 años aprovecharon las características químicas de esta agua salada.

“En los años 1600” —sí, así como inicia la canción Rebelión que canta originalmente Joe Arroyo y que ahora interpreta Juanes— un cronista español llamado Pedro Simón escribió la historia de lo que antes era Cartago y ahora es Pereira. El geólogo Tistl, interesado por esta historia, decidió ponerse su chaleco, sus botas y su martillo de explorador para buscar el Salado que mencionaba el cronista Simón como la fuente de sal más importante de la “En los años 1600”    — sí, así como inicia la canción Rebelión que canta originalmente Joe Arroyo y que ahora interpreta Juanes— un cronista español llamado Pedro Simón escribió la historia de lo que antes era Cartago y ahora es Pereira. El geólogo Tistl, interesado por esta historia, decidió ponerse su chaleco, sus botas y su martillo de explorador para buscar el Salado que mencionaba el cronista Simón como la fuente de sal más importante de la región. Fue así como en el 2003 redescubrió este sitio, declarado patrimonio arqueológico, que en los últimos años ha sido motivo de estudios de antropólogos, químicos, biólogos, geólogos y educadores ambientales de la Universidad Javeriana y de la UTP, que han trabajado conjuntamente. El lugar estaba totalmente tapado por la maleza, sin embargo, luego de abrir monte, se encontraron los cimientos de lo que fue una chimenea de 15 metros de altura en ladrillo quemado y cuatro hornos, además de canalizaciones de agua y restos de vasijas de barro, en total 14 mil piezas en un área de un metro de ancho por uno de largo, lo que según cálculos del geólogo alemán podrían significar que allí habría enterrados cientos o miles de toneladas de cerámica.

Todo está por descubrir y redescubrir en el Salado de Consotá, con la ayuda de múltiples áreas del conocimiento. A raiz de los descubrimientos, la Javeriana y la UTP decidieron trabajar con la comunidad y realizar talleres para los estudiantes de Pereira, de los cuales hasta el momento se han llevado a cabo cuatro, con el apoyo de la Corporación Autónoma de Risaralda. La Javeriana se unió al trabajo por el Consotá desde el 2005 cuando la bióloga Sandra Baena se conoció con el geólogo Tistl. “Nosotros estudiábamos la diversidad de microrganismos (bacterias) en ambientes extremos, sobre todo en aguas termales de Boyacá, principalmente en Paipa. A través de Ingeominas hice contacto con el geólogo Michael Tistl que en este momento trabajaba con la GTZ, una agencia de cooperación alemana, y me contó de un manantial de agua salada, que habían encontrado”, explicó la investigadora Baena. Cuando fueron a sacar la muestra y encontraron tantos microorganismos, el entusiasmo fue tal que no sólo se buscó financiación con una agencia de cooperación sueca, sino que se amplió el personal de investigadores. Primero se vinculó a la estudiante de doctorado Carolina Díaz, quien aisló los microorganismos; luego llegó Ivonne Venegas, quien se encargó de la parte proteómica, es decir, de analizar la forma como trabajan las proteínas en las células de los seres vivos; también llegó el profesor de química Rubén Torrenegra, además de estudiantes de maestría y pregrado. El estudio se amplió a evaluar la producción de metabolitos secundarios de los microorganismos y se obtuvo además el apoyo de Colciencias. Igualmente, Luz Teresa Valderrama, que tiene experiencia en educación ambiental, empezó a realizar los talleres para estudiantes de Pereira en convenio con la UTP, con Carlos López, Carolina Saldarriaga y Luz Marina Mora, entre otros profesionales. “El resultado más interesante es que ese manantial tiene una diversidad microbiana que la ciencia no conocía antes. No sabíamos siquiera que había vida. Empezando a aislar, a averiguar el DNA de esos microorganismos  y a describirlos taxonómicamente, comparamos nuestra secuencia genética con las bases de datos existentes en Europa, Estados Unidos y Japón, y descubrimos la nueva especie a la que le dimos el nombre de Tistlela consotaensis, en homenaje al geólogo que redescubrió ese salado”, contó la directora del proyecto, Sandra Baena.

el mundo se conoce sólo entre el 1 y el 10 por ciento de la diversidad de microorganismos, lo que hace más valioso este descubrimiento, que es apenas el comienzo, porque todavía hay mucho más por encontrar, por investigar y por aplicar, si se cuentan con los recursos suficientes para hacerlo. Finalmente como dice el geólogo Michael Tilstl “no hay que ir a Discovery Channel, ni a la Luna, ni Australia para encontrar cosas nuevas, están acá, a nuestro alrededor”