noviembre-diciembre 2012 | Edición N°: año 51, No. 1283
Por: Carlos Julio Cuartas Chacón | Decano del Medio Universitario de la Facultad de Ciencias Jurídicas.



En la Basílica de San Pedro, el pasado 24 de noviembre, recibió los dos distintivos de su nueva dignidad, Monseñor Rubén Salazar Gómez, creado Cardenal por el Papa Benedicto XVI. Sobre su cabeza, el Santo Padre, que se hallaba en el altar que se levanta sobre la tumba de San Pedro, primero colocó la birreta roja, y luego, en su mano derecha, el anillo.
Así, de rodillas ante el Papa, Monseñor Salazar se convirtió en uno de los ocho colombianos que desde 1953 han entrado a formar parte del Colegio Cardenalicio. Con su creación, la nación tiene de nuevo un Cardenal activo porque los otros dos, Darío Castrillón y Pedro Rubiano, ya están retirados.

El nombramiento de cardenales se hace efectivo con la entrega que hace el Papa del birrete, del anillo y de la credencial.

Este acontecimiento reviste especial significación para la Pontificia Universidad Javeriana, dado que la institución, por disposición estatutaria, se halla “bajo el patrocinio del Arzobispo de Bogotá”.
Nacido en Bogotá el 22 de septiembre de 1942, Monseñor Salazar hizo sus estudios en el Seminario de Ibagué, ciudad donde recibió la ordenación sacerdotal el 20 de mayo de 1967. Luego viajó a Roma y en la Pontificia Universidad Gregoriana y el Pontificio Instituto Bíblico hizo estudios en Sagradas Escrituras.
Director espiritual y profesor del Colegio Tolimense en Ibagué, profesor de Sagrada Escritura en el Seminario de su Arquidiócesis, se desempeñó en Bogotá de 1987 a 1990 como Director del Departamento de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Colombia y fue miembro del Pontificio Consejo Cor Unum y representante de los países bolivarianos en el Consejo Ejecutivo de Caritas Internationalis.
Hace 20 años, el 25 de marzo de 1992, fue consagrado obispo en la Catedral de Ibagué, y pocos días después tomó posesión de su sede en Cúcuta. Tras un período de siete años, fue nombrado Arzobispo de Barranquilla. Elegido Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, fue nombrado en el año 2010 Arzobispo de Bogotá
*Decano del Medio Universitario de la Facultad de Ciencias Jurídicas.

Escudo episcopal
Cuando en 1992 Monseñor Paolo Romeo, Nuncio Apostólico en Colombia, lo consagró obispo, Monseñor Salazar hizo público su escudo episcopal, en el cual se destaca sobre un campo de azur un rollo de pergamino desenvuelto y escrito, y, ante él, un cirio pascual encendido.
El sentido teológico de esta imagen se explica así: “Cristo, muerto y resucitado, luz del mundo (cirio pascual), es el contenido fundamental del Evangelio (rollo de las Sagradas Escrituras) que la Iglesia proclama con “nuevo ardor, nueva expresión, nuevos métodos”.
A la izquierda del escudo aparece una estrella de oro de seis puntas que simboliza “la Virgen María, estrella de la primera y de la nueva evangelización”; y a la derecha, una flor de lis de plata que hace referencia a San José, Patrono de Cúcuta, quien junto a la Virgen María “nos acompañan con su intercesión”.
La inscripción en latín TUNC DIXI ECCE VENIO corresponde a un texto del Salmo 40, citado en la Carta a los Hebreos (cap. 10), que reza: “Entonces digo: aquí estoy para hacer tu voluntad”.

De esa profunda crisis de valores, a causa del olvido de Dios y de la ruptura de un tejido social inspirado en el Evangelio, hemos
sido testigos en estos días al constatar cómo nuestra sociedad sufre una profunda crisis en su institucionalidad. Los organismos
del Estado no parecen buscar el bien de la Patria por encima de otros intereses, sino, por el contrario, buscar sólo los caminos
de las prebendas, de los privilegios, de los intereses privados en detrimento fundamental del bien común. En este contexto
resuenan con fuerza las palabras del Santo Padre: “Movidos por el celo apostólico y mirando al bien común, no dejen ustedes de
individuar cuanto entorpece el recto progreso de Colombia”. Tarea no fácil porque casi permanentemente se quiere acallar la voz de la Iglesia en los campos de la construcción de la sociedad y limitarla a una simple guía de las conciencias individuales.
Somos conscientes de que vivimos en un país pluralista en el que la voz de la Iglesia no es la única. Sin embargo, no podemos
cejar en nuestra tarea de hacer vibrar la voz del Evangelio, con la fuerza misionera que le es propia, iluminando con la luz de Jesucristo todos los ámbitos de la vida nacional.
†Rubén Salazar Gómez
Arzobispo de Bogotá, Presidente de la Conferencia Episcopal
Alocución inaugural de la XCIII Asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de Colombia, 9 de julio de 2012. A los Obispos de Colombia, 22 de junio de 2012.