Mayo 2009 | Edición N°: año 48 No. 1247
Por: Alberto Múnera, S.J. | Pontificia Universidad Javeriana



A los 20 años de su asesinato, el primero de junio de 1989

Su obra sacerdotal aún se recuerda en Tierralta (Córdoba), donde trabajó durante nueve años, antes de caer por las balas de dos sicarios, días después de recibir amenazas que provenían de la fuerza pública.

Sergio Restrepo Jaramillo fue un Jesuita sencillo y amable, generoso y comprometido con la misión que le había confiado la Compañía de Jesús. Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en las Facultades de la Universidad Javeriana y después de su Ordenación sacerdotal fue enviado a trabajar en la Parroquia de Tierralta (Córdoba), precisamente en el momento de la más cruda violencia paramilitar y narcotraficante. Trabajó allí nueve años. Fue asesinado a los 49 años de edad. Sergio fue un apasionado de la Biología y buscó acuciosamente sus orquídeas en la hermosa región que misionó con dedicación incansable. Sembró árboles de diversas especies en el parque de Tierralta. Sus excursiones misionales por las extensísimas veredas del municipio las aprovechó también para recolectar material arqueológico principalmente de la cultura Sinú que concentró en el mejor museo del Departamento.

Convencido de la necesidad imperiosa de acrecentar la cultura de su gente, construyó y dotó una excelente biblioteca y además fundó la banda musical de Tierralta. Muy especialmente dedicó su acentuada sensibilidad artística a la reconstrucción del templo parroquial y lo dotó con un impresionante mural que todos los que acuden a cualquier celebración religiosa resultan impactados visualmente por su excelente ejecución, por su colorido y sobre todo por su temática, porque representa la violencia que esa región sufría y sigue padeciendo todavía 20 años después del salvaje asesinato que cortó la floreciente existencia de Sergio. El mural incluía la representación de torturas y asesinatos denunciados por el anterior Párroco de Tierralta, Padre Bernardo Betancourt, también Jesuita en ese tiempo, ejecutados por miembros de la fuerza pública.

Él era el buen amigo de todas y todos, que se gastaba sin aspavientos en el servicio de toda la comunidad, de todas las etnias, de todos los pobladores procedentes de las diversas partes del país. acompañaba a los más necesitados, apoyaba a los jóvenes, visitaba a campesinos e indígenas y sobre todo predicaba en contra de la violencia y exigía a todos, en nombre del evangelio, la coherencia de vida en la promoción de la justicia. Esta hermosa región sinuana se caracteriza por los grandes latifundios y la pobreza extrema de la población campesina, por la exuberante riqueza agropecuaria y la carencia angustiosa de posibilidades productivas para el campesinado. Como tantos otros sectores de la costa Caribe, padece los efectos de la interminable corrupción administrativa. Pero sobre todo ha sufrido el desangre inagotable de la salvaje violencia ejercida por la guerrilla, los paramilitares, los narcotraficantes y, en su momento, por la fuerza pública. Podemos decir que Sergio fue asesinado por promover la justicia, la equidad, el respeto a los derechos humanos y por exigir el desarrollo económico, educacional, cultural y de salud en la región. los Jesuitas que han continuado su obra en Tierralta con inagotable constancia, siguen empeñados en construir una realidad más justa, más humana y más acorde con los principios evangélicos, los que propone el Señor Jesucristo para toda la sociedad.

Sergio se encontraba a las 6:00 de la tarde en el atrio de la iglesia de Tierralta cuando dos sicarios le dispararon en la cabeza y lo remataron para salir caminando tan tranquilos y regresar a su base de operaciones. El puesto de comando de la fuerza pública hace esquina con la iglesia, a pocos pasos del atrio, y nadie se inmutó allí en el momento con lo acontecido. Dos días antes de su asesinato, de parte del ejército se había amenazado a Sergio en comunicación al Obispo: se exigía que eliminara la expresión pictórica de denuncia en el mural del templo, o sufriría consecuencias que no fueron otras que la destrucción de su vida a manos de sicarios enviados por los jefes paramilitares de la región. La sangre de Sergio, mártir Jesuita, asesinado por la causa evangélica de la justicia, honra el trabajo comprometido de la Compañía de Jesús en esta región epicentro del paramilitarismo y prototipo de la dura situación de los marginados campesinos y citadinos de sectores agrarios del país. entre los papeles encontrados en su habitación de Tierralta, se encontró el escrito que transcribo a continuación y que escribió Sergio en uno de sus momentos de inspiración poética:

En unos cuantos metros cúbicos de aire y noche, poned este Epitafio que es toda mi fortuna:

“Aquí reposa Sergio, señor de nube y sueños, quien gastó sus riquezas de amor y poesía, hasta quedar tan limpio como esta limpia fosa.

Si algún rumor del mundo queréis a su retiro traerle, solamente dadle el del ancho mar.

Y si osáis algún día dibujar su retrato, decid: fue un navegante varado en tierra firme.

Buscó siempre el amor en las rutas incógnitas de la inefable rosa de los vientos.

Creyó en la vida.

Hizo de la amistad su lema.

Su existencia fue un sueño.

Y a su muerte devolvió a Dios su alma y reintegró a la tierra lo que ella le había dado:

– Un efímero nombre. – Y un puñado de huesos”.


Sergio Restrepo Jaramillo, S.J. Tierralta