SAN JUAN PABLO II
Mayo 2020 | Edición N°: año 59, nro. 1357
Por: Carlos Julio Cuartas Chacón | Asesor del Secretario General

Con ocasión del centenario del natalicio del papa Wojtyla, Hoy en la Javeriana repasa algunos rasgos de la vida del célebre hijo de Polonia, que en 1978 llegó a la sede de Pedro y fue “el siervo de los siervos de Dios” durante 26 años y seis meses.


SAN JUAN PABLO IIEn su obra Héroes (2007), el escritor inglés Paul Johnson, concluye un extraordinario recorrido por la historia de la Humanidad con una breve referencia a Juan Pablo II, a quien tuvo ocasión de ver, “con asombro y recogimiento”, durante su visita a Canterbury (1982). A su juicio, “el enorme grupo de mandatarios laicos y eclesiásticos que le rodeaba parecía encoger ante su presencia, como si fuese de una especie diferente… ningún otro hombre que yo hubiera visto jamás, -advierte Johnson-, emitía tal resplandor”. En efecto, el papa Wojtyla, con su presencia y sus palabras, llenaba de luz el espacio que le circundaba, renovando el ánimo de las personas, sembrando en ellas alegría y esperanza. También así tuvimos ocasión de percibirlo los colombianos, durante su visita a nuestro país, entre el 1º y 7 de julio de 1986.

Sobre Juan Pablo II, una impresionante figura mediática, se han publicado numerosas reseñas en todo tipo de publicaciones, lo mismo que se han escrito muchas biografías. La revista TIME, lo tuvo en su portada 16 veces y lo escogió en 1994 como “Personaje del Año”, destacando que “su poder residía en la palabra, no en la espada… Es un ejército conformado por un individuo, y su potestad es a la vez, tan etérea y ubicua, como el alma”.

Otra interesante referencia sobre este pontífice, la ofrece la obra Ten Popes who shook the world (Yale University Press, 2011), serie que cierra Juan Pablo II y encabeza san Pedro. Debe recordarse que, entre los 266 hombres que han ocupado la sede del Obispo de Roma, Juan Pablo II, el primero en 450 años que no era italiano, está ubicado en el puesto número 264. En su texto, el autor, Eamon Duffy, recuerda que “el hombre venido de un país lejano”, -expresión usada por Wojtyla en su primera aparición pública-, “demostró ser un hombre que cuidaba sin pena su popularidad y al mismo tiempo apelaba con vigor a la autoridad”; y de esa manera se propuso “aprovechar los recursos que ofrecía la modernidad -la televisión y el avión-, para restablecer un firme (assertive) papado en el corazón del catolicismo”. Y lo hizo bajo la guía “sus cinco amores”, que fueron, según Jason Evert: los jóvenes, el amor humano, la Eucaristía, la Virgen María y la Cruz.

En esta nota no podemos dejar de mencionar el importante magisterio en materia educativa de Juan Pablo II, un hombre que estuvo vinculado al mundo académico, en especial al universitario;
en numerosos escritos fijó su pensamiento sobre la relación entre educación y cultura, entre fe y razón, así como sobre la evangelización en el medio educativo.

Por otra parte, es indispensable destacar la monumental obra de este Papa como escritor, autor de más de 15.000 discursos y documentos, entre ellos, catorce encíclicas. En el libro Juan Pablo II – El escritor que fue papa, (Aguilar, 2015), Monika Jablonska estudia la obra poética y dramática de este hombre que incluso participó como actor en obras de teatro. El propio Juan Pablo II, en una pequeña obra autobiográfica Don y Misterio (Libreria Editrice Vaticana, 1996), destacó una poesía que escribió en el otoño de 1940, -tenía 19 años de edad-, cuando tuvo que “trabajar como obrero en una cantera de piedra vinculada a la fábrica química Solvay”, versos que reflejan bien “aquella singular experiencia”. En la primera estrofa leemos lo siguiente: “Escucha bien, escucha los golpes del martillo, la sacudida, el ritmo. El ruido te permite sentir dentro la fuerza, la intensidad del golpe. Escucha bien, escucha, eléctrica corriente de río penetrante que corta hasta las piedras, y entenderás conmigo que toda la grandeza del trabajo bien hecho es grandeza del hombre…” (La cantera: I Materia, 1).

Ciertamente, se trata de uno de los grandes papas. En sus huellas podemos reconocer al hombre de Dios que “rezaba, y rezaba mucho”, que era cercano a la gente, al pueblo, y que profesó un gran amor por “la justicia plena”, que se halla junto a la misericordia. Así lo subrayó el papa Francisco el pasado 18 de mayo en la Eucaristía conmemorativa que celebró sobre el altar que se levanta sobre una tumba marcada así: SANCTVS IOANNES PAVLVS PP. II.