Placer y valor de la conversación
Cuando dos o más personas se encuentran, sea de manera prevista o por casualidad, siempre se abre la posibilidad de entablar una conversación. Conversar es de la familia de “verter”, significa darse una vuelta y encontrarse con el otro, con su rostro y su palabra. Ciertamente, hay conversaciones ocasionales y rápidas, que duran poco, pero cuando se da una verdadera conversación, los seres humanos damos espacio y tiempo que exige un encuentro genuino y algo nuevo surge de en medio de nosotros. La profundidad de una relación humana se puede percibir por la calidad de sus conversaciones.
Las distancias nos han llevado a buscar medios nuevos de comunicarnos. En los últimos años, hemos logrado tecnologías que nos permiten transmitir voz e imagen y nos facilitan encontrarnos en la distancia, trabajar y estudiar de maneras nuevas: de alguna manera, han hecho que el mundo sea más pequeño. No obstante, también hemos aprendido que, si bien las tecnologías nos permiten hacer muchas cosas que antes eran ciencia ficción, hay algo único y probablemente irremplazable en el encuentro humano. La conversación no solo implica palabras, sino gestos, miradas, abrazos; hay una magia en el encuentro humano que la tecnología no puede sustituir. Si queremos en verdad conocernos, tejer vínculos y construir confianza, necesitamos encontrarnos y conversar.
Una conversación puede tener como fin informarnos de algo en lo cual tenemos interés, la salud de un amigo o sus planes de vacaciones, por ejemplo; o reflexionar de manera conjunta acerca de un asunto en particular, como puede ser la situación del país o una noticia destacada. También hay conversaciones gratuitas, donde simplemente rompemos la monotonía del tiempo y nos encontramos para compartir un rato.
Las conversaciones son animadas por preguntas, respuestas y comentarios, en una palabra, por la interlocución -en ocasiones se convierte en controversia-, lo que permite aquilatar el propio pensamiento y construir el colectivo. Son emblemáticos los diálogos que sostuvo Sócrates y que fueron recogidos, entre otros, por el más célebre de sus discípulos, Platón. En medio de los conflictos propios de la vida humana, la conversación es el modo más civilizado de poner en común los distintos puntos de vista, argumentar sobre nuestras convicciones y razones, y así buscar caminos que nos alejen de la tentación de la violencia.
Recientemente, en Melgar, la XV Jornada de Reflexión Universitaria se desarrolló con base en mesas de conversación en las que participaron profesores y estudiantes, acompañados por decanos y otros directivos de la Universidad, todos miembros de la comunidad educativa javeriana. ¿Qué queríamos? Tener un espacio, tener tiempo, hacer ‘un alto en el camino’ para… ¡conversar! En efecto, frente a unas preguntas acerca de “contribuciones de la relación profesor – estudiante a la formación integral”, los asistentes pudimos intercambiar opiniones y compartir experiencias al respecto, cada uno desde su perspectiva particular; además, gracias a la rotación por diferentes mesas, no solo se logró asegurar una mayor integración de todo el grupo, sino también, obtener una mirada más amplia, más clara, sobre lo tratado.
El ambiente que se creó con esta metodología fue en verdad muy grato: no había presiones ni afanes, fue distendido y a ratos divertido. Moderadores y relatores se esforzaron para que la conversación no se detuviera, que fluyera y que sus huellas pudieran ser recogidas. Sin duda alguna, esta reunión nos permitió reconocernos, una vez más, como una comunidad educativa que, en su diversidad, logra permanecer unida por lo que comparte: una historia y un proyecto, unos propósitos y unos criterios que terminan encauzando su quehacer y desarrollo.
A veces, en las organizaciones se habla de ‘masa crítica’, una expresión del mundo de la Física, que se refiere a esa “masa mínima de un material fisionable que es capaz de mantener una reacción nuclear en cadena”. Pues bien, quisiéramos que ese grupo que estuvo en Melgar, que en números solo es una muestra pequeña de lo que somos como Universidad, tenga la capacidad de desatar un proceso que involucre en ‘la conversación’ cada vez a más personas y abarque otros temas de interés para la Javeriana. Sería como una ‘levadura crítica’, es decir, eso que, poco a poco, fermenta, enriquece y hace crecer toda la masa, haciendo posible grandes transformaciones que apuntan a lo que deseamos hacer y lo que se espera de nosotros: una comunidad que aprende y se compromete, desde el saber, en la construcción de un mundo más justo y más humano.
Seguiremos creando estos espacios de conversación presencial para promover la participación y el debate, para construir juntos el camino que proyectará el que nos ha permitido llegar hasta el presente -con la participación de numerosas generaciones que nos han precedido- camino que, con esfuerzo y ánimo renovados, nos llevará a la Javeriana del mañana.