Reconocernos como una nación con raíces negras
Hace 172 años, el entonces presidente de la República de la Nueva Granada, el general payanés José Hilario López, firmaba el decreto que determinaba la abolición de la esclavitud a partir del 1 de enero de 1852. Sin embargo, ese acto político y jurídico no debe llamar a engaño: la búsqueda de la libertad contaba ya con varias centurias, quizás desde aquella ocasión, hacia 1530 y 1532, cuando una alianza de negros cimarrones e indios bonda atacaban Santa Marta. Desde entonces, y mediante un amplio abanico de acciones individuales y colectivas, los esclavizados no cesaron en la búsqueda de la libertad. Tal anhelo siempre estuvo acompañado por los afrodescendientes que paulatinamente iban consiguiendo su libertad, de tal suerte que los libres constituyeron un sector social esencial en las luchas políticas por hallar el sendero de la libertad.
Un aspecto de los esfuerzos por la emancipación y elemento central en la cotidianidad de los afrodescendientes libres es la producción de marcos culturales. Se creía que los africanos esclavizados y sus descendientes estaban imposibilitados de crear, transformar, reproducir y dinamizar referentes de índole cultural por el hecho de que eran personas reducidas a la esclavitud y, por ende, imposibilitados de constituirse, individual y colectivamente, en sujetos hacedores de cultura. Esa idea ha sido rebatida para revalorar el lugar de los afrodescendientes como sujetos culturales.
La catarsis lúdica parece ser el mecanismo más socorrido para enfrentar los rigores de la esclavitud y de una sociedad colonial que controla y reprime. Esa catarsis supuso la materialización de espacios privados, en donde se desplegaron bailes, jolgorios, percusiones y cantos que, desde el comienzo, aportaron un conjunto de corporalidades sonoras que, hoy por hoy, ocupan un lugar preponderante en la dancística nacional: el currulao, el bullerengue, el abozao, el bunde chocoano y las cumbiambas, entre otras manifestaciones.
La esclavización, la consecución y la vida en libertad supuso el desarrollo de un corpus de oralidades y memorias en el marco de un conjunto de discursividades que acompañaron el desenlace de las corporalidades lúdicas. Allí se pueden resaltar el lumbalú o los cantos propios de la funebria, los cantos de vaquería, los alabaos, cantos de laboreo, las décimas de llamado y respuesta, las zafras y las vaquerías, entre otras expresiones orales. Junto a la oralidad, asistimos a una apropiación crítica, creativa y original de la escritura, permitiendo el desarrollo de las literaturas afrocolombianas, en donde sobresalen poetas, ensayistas, escritores y novelistas como Manuel Zapata Olivella, Mary Grueso Romero, Gabriel García Márquez, Oscar Collazos, Elcina Valencia Córdoba, Alfredo Vanín, Lolia Pomare-Myles, Dinah Margarita Orozco y Javier Ortiz Cassiani, por mencionar solo algunos.
La “personalidad histórica” de la Colombia plural contiene una estela de creatividades y manifestaciones culturales afrocolombianas.
Estas y otras manifestaciones terminan por englobar lo que podemos enunciar como las raíces negras de la nación colombiana. Siendo conscientes de la discusión que acompaña al termino negro, queremos significar que la “personalidad histórica” de la Colombia plural contiene una estela de creatividades y manifestaciones culturales afrocolombianas, tales como búsqueda de la libertad, la apropiación y defensa del territorio, la defensa de la vida, las corporalidades lúdicas, las expresiones memoriosas y orales, las literaturas, los performances mágico-religiosos, las expresiones carnavalescas y la hechura de instrumentos musicales, de piezas orfebres o de cerámica decoradas con estéticas relucientes y policromáticas.
No obstante, lo que han mostrado los tiempos recientes es que hay sectores de la nación colombiana que andan ciegos, imposibilitados aún de validar y reconocer las raíces negras del país. Lo hacen a través de crudas manifestaciones, en el decir y en el actuar, del racismo más visceral y funcional. Si bien ello no sea tan nuevo o sorpresivo, si es doloroso y trágico constatar que observamos una especie de revalidación de actitudes y retóricas que, de manera tozuda y terca, insisten en degradar la dignidad de las personas de descendencia africana y sus correlatos culturales. Y, así, al final hay que decir que la viabilidad futura de la nación colombiana siempre será incompleta, valga decir, inviable, en tanto no se reconozcan sus raíces negras.