Agosto 2022 | Edición N°: 1380
Por: Hoy en la Javeriana | Dirección de Comunicaciones



La impronta de la Compañía de Jesús en el campo de la educación, que se remonta al siglo XVI, cuando se fundaron los primeros colegios y se formuló la célebre Ratio Studiorum, se ha venido renovando permanentemente de acuerdo con los cambios que tienen lugar en el mundo. Son numerosos los documentos que han circulado al respecto, entre los cuales sobresalen Características de la educación de la Compañía de Jesús, de 1986, y Pedagogía Ignaciana: Un planteamiento práctico, de 1993, lo mismo que diversos mensajes y discursos de los padres generales.

Pues bien, el P. Arturo Sosa, S.J., quien desde 2016 ocupa ese cargo, en las palabras que pronunció ante la Asamblea de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas (IAJU), reunida recientemente en Boston, se refirió a algunos asuntos de relevancia en la actualidad. Uno de ellos fue “la sociedad secular madura”, al que dedicó un aparte de su texto, en el cual nos habla de la tarea que tenemos al respecto las instituciones universitarias que hacemos parte de esa entidad.

Vale la pena recordar que con el término ‘secularismo’, acuñado hacia mediados del siglo XIX, se indica una manera de ordenar e interpretar la vida con base en solamente principios de este mundo, dejando de lado la fe en Dios y en la vida eterna. De esta forma, se habla de aquella tendencia a ignorar, incluso a negar, los principios religiosos de orden sobrenatural (The Concise Oxford Dictionary of the Christian Church, 1977). Por su parte, el adjetivo ‘secular’ es usado generalmente para expresar la ausencia de vinculación con lo religioso.

A esto se refiere, precisamente, el padre Sosa cuando nos habla de “la expansión de la sociedad secular como el espacio en el que viven, o vivirán, la inmensa mayoría de los seres humanos”. Esta característica, aclara él, “se experimenta de diversos modos”: puede ser “como amenaza, puesto que los procesos de secularización han supuesto conflictos muy duros que han dejado heridas profundas, muchas veces difíciles de cicatrizar o que se vuelven a abrir fácilmente. Otros ambientes han sido totalmente copados por el principio de ‘vale todo’ y suponen que basta respetar lo que cada uno piensa o siente para que sean respetadas mi identidad, modos de pensar o fe religiosa. Vastos sectores de la humanidad han sido cubiertos con el manto del fundamentalismo religioso, ideológico o político con márgenes muy escasos y riesgosos para pensar distinto o disentir”.

“La sociedad secular genera relaciones que permiten ejercer la libertad de los seres humanos en sus diversas dimensiones vitales que se convierten en espacios abiertos en los que es posible la creación humana”, P. Sosa.

Dando un paso adelante y con una mirada edificante sobre estas realidades, el padre Sosa introduce la idea de “una sociedad secular madura” que “podemos caracterizar como ‘suelo sediento’ porque ha superado los extremismos ideológicos, los sectarismos religiosos o culturales, la hegemonía del mercado con su dinámica uniformadora, reduccionista de la riqueza representada en la diversidad cultural, que lleva a la despersonalización y necesita el autoritarismo para sostenerse sin límite de tiempo”. En este sentido, se trata de “un suelo sediento plural -nos dice él- en el que se encuentran una enorme variedad de terrenos y condiciones para emprender cultivos diferentes y complementarios”. A su juicio, “la sociedad secular genera relaciones que permiten ejercer la libertad de los seres humanos en sus diversas dimensiones vitales que se convierten en espacios abiertos en los que es posible la creación humana”.

Aparece entonces la propuesta que el Padre General nos hace frente a esa “sociedad secular madura”, que nos “ofrece una oportunidad nueva de vivir nuestra identidad y, desde ella, hacer una contribución significativa. Siguiendo la imagen -concluye el padre Sosa- podemos regar, sembrar y cultivar en un suelo sediento”. En concreto, ¿qué debemos hacer? Ayudar “a superar las tendencias a la fragmentación existentes en la sociedad secular”, buscando la “síntesis de conocimientos e integración de las dimensiones que constituyen las personas, las sociedades y la sana relación con el medio ambiente”. Él nos recuerda que son “procesos que impulsan nuestras universidades, ubicadas en la tradición humanista de la pedagogía de la Compañía de Jesús (…), que inspira la creación de conocimiento desde un diálogo multifactorial que incluye la diversidad de perspectivas de las disciplinas que se cultivan en la universidad”.

Este tema ha estado muy presente en la Javeriana durante las últimas décadas. Recordemos que nuestro Proyecto Educativo, formulado hace ya 30 años, enuncia el significado de la interdisciplinariedad en la Universidad como una “exigencia que emana de la necesidad de coherencia del saber y de la existencia de problemas tratados por más de una disciplina o situados entre la investigación pura y el servicio cualificado a la problemática social” (n. 37).

Sin duda alguna, es importante nuestro quehacer frente a la “sociedad secular madura”, en donde debemos estar, según las palabras del Padre General, “activamente presentes con una mirada universal y conciencia de hacer parte de una única, rica y variada humanidad”.