Gustavo Kattan era, entre muchas cosas, una persona curiosa, contemplativo de la biodiversidad y un enamorado de la tierra. Un científico de esos que no podía dejar de escuchar las preguntas que le dictaba la naturaleza, y un convencido de que las respuestas estaban también ahí, disponibles para quien no dejara de indagar. Quizá por eso durante sus años de docencia fue lo que más le preocupó, que sus pupilos despertaran en sí mismos esa capacidad de asombro que, según él, necesitaban los biólogos y todos los científicos. Y también quizá por eso es que durante toda su vida emprendió viajes a través de los bosques “para mantener conversaciones con los árboles” y con los protagonistas de su gran pasión,[…]