Uno de los recuerdos que guardo con gran celo del viaje a Roma que realicé en 1991, es un moneda metálica, de color plateado, de 4 cm de diámetro, que trae en su anverso una inconfundible imagen de Ignacio de Loyola – lleva una leyenda en latín: S. Ignatius de Loyola Societatis Iesu Fundator-; y en el reverso, la de la efigie de la Virgen con el Niño, tomada del antiguo mosaico que se encuentra en la Basílica de San Pablo Extramuros. Sin lugar a dudas, esta ‘cara’ de san Ignacio es de las más conocidas: un hombre maduro, de frente amplia y despejada, con barba y bigote, que mira tranquilamente hacia la derecha del espectador. Su vestido y el[…]