Así comienza un poema que oía en mi casa, de boca de “los grandes” como se le decía genéricamente a los adultos. Seguramente esa imagen inocente y hasta bucólica que tenemos de la infancia y la adolescencia, elevando cometas, jugando en la calle, retozando, es la que nos hace sorprender cuando leemos que unos niños asesinaron a una abogada, otros extorsionaban un familiar o unos más mantenían amedrentados a sus compañeros de colegio. ¿Cómo es posible que unos muchachos de escasos 12, digamos 15 años, puedan estar cometiendo crímenes de este calibre? Una primera respuesta es acudir a una proposición pseudo lógica: Si los niños son angelicales, y estos muchachos delinquen, entonces estos muchachos no son niños. Por ese camino se vienen pensando leyes y normas que bajen la edad de imputabilidad criminal o que al menos redefinan la responsabilidad de[…]