Editorial: Cultura y modos de proceder en la formación en áreas de la salud - Hoy en la Javeriana
Cultura y modos de proceder en la formación en áreas de la salud
Luis Fernando Múnera Congote, rector de la Pontificia Universidad Javeriana
Cuando los y las profesionales de la salud están en el centro de los diálogos sociales, la compasión y el cuidado, como cualidades esenciales de nuestro ser y de nuestro estar en el mundo, adquieren una relevancia especial.
En una atmósfera de cuidado y compasión compartimos el 26 de julio la ceremonia de graduación de nuestros estudiantes de programas técnicos, de pregrado y postgrado en áreas de la salud. Fue una mañana en la que nos acompañamos como comunidad, en comunión y oración.
Los acontecimientos recientes que hemos vivido como Universidad, nos hacen un llamado a profundizar, con humildad, nuestra reflexión sobre la cultura y los modos de proceder en la formación de profesionales y especialistas en áreas de la salud y a fortalecer nuestro trabajo en el cuidado de estudiantes, profesores y pacientes. Con responsabilidad, prudencia y principios de justicia estamos haciendo todo lo que nos corresponde para revisar e indagar sobre la existencia de situaciones que no están en línea con nuestra identidad y a tomar las medidas que sean necesarias para garantizar la erradicación de toda forma de violencia, trato abusivo o discriminatorio.
A la ya difícil y exigente práctica que desempeñan los profesionales de la salud, a las grandes expectativas que tienen los pacientes y la sociedad sobre sus conocimientos y comportamientos, y al sólido sentido del deber que tienen sobre su ejercicio, se suman hoy las fuertes tensiones entre lo que implican y demandan el cuidado y la compasión, y realidades como un modelo de eficiencia en salud que deriva en falta de personal y recursos materiales, criterios dominantes basados en la productividad, agotamiento, situaciones clínicas complejas con pacientes y familiares, maltrato en aulas, pasillos o quirófanos, presiones políticas y regulatorias frente al acercamiento físico, y una creciente mediación tecnológica que limita interacciones presenciales y cercanas a pesar de los indudables beneficios que la tecnología ha traído a este sector.
Una cierta deshumanización en la educación en áreas de la salud y en el trato a los pacientes se evidencian en estudios nacionales e internacionales, llamando la atención de la sociedad sobre menores conductas de cuidado, empatía y compasión. El cuidado experto, no cabe duda, demanda saberes especializados que requieren una intensa y constante formación no solo sobre el trabajo hacia el otro, a quien servimos, sino también de los propios profesionales de la salud hacia sí mismos. La compasión se extiende a ellos. Debemos reconocer su vulnerabilidad y trabajar por entornos que los valoren, aseguren su bienestar y contribuyan a crear una cultura de apoyo mutuo y cuidado entre colegas que permita, a su vez, detectar situaciones que puedan desencadenar afectaciones a la salud mental e identificar y acompañar a personas en riesgo.
El proceso de educación en áreas de la salud y la práctica médica son demandantes, exigen el mayor esfuerzo intelectual, personal y físico posibles para la persona, pero deben ofrecer también las condiciones para que se desarrollen con seguridad para la salud física y mental.
Como sociedad tenemos el compromiso de impulsar un diálogo abierto y constructivo que nos permita avanzar en una transformación cultural en este sentido y en el fortalecimiento de un tejido social respetuoso de la dignidad humana, lo que toma tiempo e implica el compromiso de múltiples actores sociales e institucionales.
Estamos convencidos de la importancia que tienen el cultivo y el desarrollo de habilidades en cuidado compasivo, así como en los aportes que podemos hacer desde la Universidad a la construcción y el desarrollo de culturas de cuidado en los procesos formativos. Los espacios permanentes de diálogo y reflexión, que se han ido perdiendo en esta época acelerada y vertiginosa, resultan fundamentales para favorecer la mirada crítica y autocrítica sobre estas realidades.
Como universidad tenemos el reto cotidiano de dialogar, reflexionar, escuchar, actuar y generar conocimiento, como caminos decisivos para contribuir a las transformaciones sociales y culturales necesarias en aras de una vida fraterna, justa y solidaria para todos. Hemos profundizado en los últimos meses nuestra conversación, precisamente, sobre la relación profesor-estudiante, eje de nuestro proyecto educativo. Nos hemos reunido en diversos escenarios para dialogar sobre cómo la estamos viviendo, qué desafíos se nos presentan y cuáles son los horizontes de esta relación en un contexto de cambios sociales, políticos, económicos, ambientales, tecnológicos, culturales y comunicativos, que inciden en la educación superior y afectan tanto a estudiantes como a profesores. Han sido conversaciones estimulantes en las que hemos trabajado juntos las múltiples dimensiones de esta relación, las formas de ejercicio de poder, las potencialidades y los riesgos de las mediaciones tecnológicas, los caminos necesarios para materializar el cuidado, la reciprocidad comunicativa y la corresponsabilidad en este vínculo.
Profesores, estudiantes y directivos hemos apreciado el valor de discernir en común cómo se construye hoy esta relación que, estamos convencidos de ello, debe caracterizarse por el mutuo cuidado. Dimensiones como la comunicativa y la emocional cobran un especial significado para la construcción de espacios de confianza. Ha sido muy significativo aprehender la diversidad de comprensiones que tenemos sobre el cuidado, los caminos para co-construir un sistema de cuidado en la Universidad, con la conciencia de saber que cuidamos personas, la palabra, el conocimiento, la calidad de las interacciones, los acuerdos, el medio universitario, el aprendizaje y el proceso formativo.
Con humildad reconocemos nuestras posibilidades y limitaciones, pero con férrea certeza estamos convencidos del valor que tienen la educación y el diálogo para contribuir en la construcción de una mejor sociedad. La universidad es un escenario fundamental para cultivarnos como seres humanos, para ser más, y esa es la condición para servir mejor. En ello, los profesores contribuyen, sin duda, a iluminar el camino de los estudiantes, a inspirarlos, a exigirles sin causar daño, a aportarles criterio y sabiduría en medio de un clima de libertad, compromiso, entereza y bondad.
Una frase muy sencilla del Papa Francisco contiene algo esencial para nuestra comunidad educativa: “Y vosotros, por el hecho de trabajar y estudiar en la Universidad, tenéis la responsabilidad de dejar una huella buena en la historia”. Si dedicáramos tan solo algunos segundos para preguntarnos qué nos dice esto de “dejar una huella buena en la historia” estoy seguro de que empezaríamos a tejer una bella red de aprendizajes, de relaciones fraternas, de proyectos, conocimientos, vivencias dentro y fuera de nuestro campus, que nos hablará de lo que significa trascender más allá de uno mismo con actos de fraternidad y sabiduría volcados a concebir y consolidar un mundo mejor.