Editorial
Opinión
Abril 30, 2025

Educar desde la esperanza, transformar con el cuidado

Luis Fernando Múnera Congote, S.J., rector de la Pontificia Universidad Javeriana

La vida del papa Francisco deja una huella profunda, no solo en el corazón del mundo católico, sino en el de muchas personas de distintas culturas y creencias, que vieron en este hombre de talante universal un líder capaz de conmoverse por los problemas del mundo y de acompañarnos a todos, pero en especial, a los migrantes, a las víctimas, a los pobres y marginados. Su figura trascendió lo religioso, porque supo hablar desde lo esencial de la condición humana, con una cercanía que interpelaba, una mirada que acogía, y una voz que no temió señalar las heridas de nuestro tiempo.

En una época en la que se edifican muros y no cesan las guerras, nos propuso una visión de la sociedad y de la buena política desde la hospitalidad y el encuentro. Nos recordó que es posible ejercer un liderazgo global desde la humildad, con palabras y tonalidades que humanizan, y con decisiones que inspiran a cuidar la vida en todas sus formas. Nos invitó a hacernos preguntas, a abrir caminos y a confiar en las capacidades de cada una de las personas.

El papa Francisco creyó profundamente en el poder de la educación como un acto de esperanza, que desde el presente, mira al futuro. Uno de sus sueños fue formar seres humanos para los demás, capaces de escuchar, dialogar y servir. Insistió en que educar es transformar el mundo desde la ternura, la justicia y la inclusión. Su llamado a construir una aldea de la educación resonó con fuerza en nuestra comunidad javeriana.

 

Uno de sus sueños fue formar seres humanos para los demás, capaces de escuchar, dialogar y servir. Insistió en que educar es transformar el mundo desde la ternura, la justicia y la inclusión.

 

Su propuesta de ecología integral, plasmada en la encíclica Laudato Si’, conectó directamente con esa visión educativa. Nos invitó a reconocer que no hay dos crisis separadas —una ambiental y otra social—, sino una sola y compleja crisis socioambiental. “Todo está conectado”, escribió. Esta idea nos desafía a formar ciudadanos planetarios, conscientes de la interdependencia entre las personas, los pueblos y los ecosistemas, y nos interpela a repensar nuestros modos de vida, nuestras estructuras y nuestras prioridades, en clave de cuidado, solidaridad y responsabilidad compartida. En contextos polarizados y fragmentados, el papa Francisco apostó por el diálogo como camino. En Fratelli Tutti, encontramos valiosos elementos para comprender que dialogar con generosidad y paciencia, sin ingenuidad pero con decisión, es la única vía para sostener comunidades, tender puentes y acercar diferencias.

Recordemos, también, que el papa Francisco abordó con profundidad los desafíos éticos y sociales que plantean la inteligencia artificial, las redes sociales y la tecnología en general; una dimensión de su pensamiento en la que es necesario que trabajemos con mayor ahínco como comunidad universitaria. En su intervención ante los líderes del G7, por ejemplo, describió la inteligencia artificial como un "instrumento fascinante y tremendo" que debe estar al servicio de la dignidad humana; advirtiendo que esta no es objetiva ni neutral y que su uso debe guiarse por el bien común. Nos orientó en la necesidad de una alfabetización algorítmica y algorética, algo fundamental en los contextos universitarios, por el papel que esta alfabetización desempeña en la estrecha relación que se establece hoy entre ciudadanía digital y democracia. Formar ciudadanos para un mundo digital exige prestar particular atención al fortalecimiento de las competencias para la comunicación, la empatía, la solidaridad, la fraternidad, la ética y la amistad social, en contraposición de los comportamientos antidemocráticos, la polarización y la desinformación.

El papa Francisco no se quedó en los diagnósticos. Su fuerza estuvo en proponer horizontes: una economía más justa, una política al servicio del bien común, una sociedad más fraterna. Sus reflexiones, sin duda, han tenido un lugar privilegiado en la Javeriana. Nuestra comunidad —diversa en saberes, trayectorias y convicciones— ha encontrado en sus propuestas un punto de convergencia para el diálogo interdisciplinar y la búsqueda de un modelo educativo más humano, más atento al otro, más comprometido con la transformación de la realidad. Educar en fraternidad, como él lo expresaba, significa enseñar a tejer redes, a construir alianzas, a imaginar nuevas formas de habitar el mundo juntos.

 

Nos orientó en la necesidad de una alfabetización algorítmica y algorética, algo fundamental en los contextos universitarios, por el papel que esta alfabetización desempeña en la estrecha relación que se establece hoy entre ciudadanía digital y democracia.

 

¿Qué nos entregó Francisco? Un rostro dulce y sonriente en el que cada uno se sentía acogido en lo más profundo de su propia vulnerabilidad; unas palabras valientes y proféticas —discernidas en el silencio— que nos interpelan en nuestro modo de vivir; de relacionarnos; unos gestos audaces que rompen barreras para acercarse a los migrantes, a los presos, a los enfermos, a todos aquellos que con su dignidad herida muestran el rostro sufriente de Dios en nuestro mundo. ¿Cómo olvidar su visita a Colombia en 2017, tan llena de gestos de solidaridad y cercanía? Su estancia en nuestro país dejó huellas hondas. Su cercanía con las víctimas del conflicto armado, su mensaje a los jóvenes, su fe en las potencialidades del país, su llamado a poner la dignidad humana en el centro del proyecto común, resonaron más allá de credos o ideologías. El papa Francisco creyó en nuestra capacidad de sanar, de reconstruir, de avanzar sin olvidar.

"El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día”, dijo en el papa Francisco en Chile en 2018. Por eso, en este momento de despedida, quizás el mejor homenaje que podemos ofrecerle como comunidad universitaria es renovar nuestro compromiso con la formación integral, con la justicia social, con la búsqueda incansable de la verdad y con la esperanza como fuerza movilizadora.