Educación
Junio 26, 2024
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El espíritu de la relación pedagógica ignaciana

María Consuelo Escobar, profesional del Centro Pastoral

Recientemente, por invitación del Centro Pastoral San Francisco Javier, visitó la Universidad Javeriana el padre José García de Castro, S.J., profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, de Madrid, y autor del libro Educar lo invisible. La inspiración de la educación ignaciana.

Entre los espacios compartidos, García de Castro, S.J. ofreció una conferencia abierta, de la cual participaron profesores, estudiantes y otros miembros de la comunidad educativa, que aportó reflexiones basadas en la pedagogía ignaciana desde su talante humano y universal.

En su presentación es de destacar la articulación presentada entre las Anotaciones de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y la misión del educador, que anima la vocación docente y propone un conjunto de hábitos donde el método se conjuga con una ética basada en el autoconocimiento y la práctica del discernimiento. Demos un vistazo a cuatro ideas de especial significado a la luz de la propuesta educativa de la Javeriana:

La inspiración: a partir del vocablo “Effetá” [Ábrete]i, el padre García de Castro, propone una manera de contemplar la vida, situándonos en el modo y propósito desde donde obramos. Esta mirada identifica el acto de educar como testigo del aprendizaje: acontecimiento que pone al estudiante en el centro y anima al cuerpo docente a conocer con ingenio su cualidad natural, fortalezas, búsquedas, ritmo e interés.

El lugar pedagógico: educar es un arte si favorece la confianza y la libertad, en familiaridad con los propios afectos. La pedagogía ignaciana invita a descubrir este lugar y preservarlo mediante una comunicación sobria, indiferente, no protagónica ni paternalista, que anime al conocimiento desde el gusto y la autorreflexión. En la Universidad se reconoce la experiencia como eje fundamental, donde el docente propone condiciones y preguntas para que las capacidades personales de los estudiantes den fruto, los alcances se perciban con claridad y la dificultad se sortee con paciencia y conciencia.

Cultivar la lucidez: a partir de la motivación interna hay un llamado a aprender en el aquí y el ahora, allí donde inteligencia y emoción se dan la mano. Esta pedagogía se enfoca tanto en lo que alienta fácilmente el espíritu, como en aquello que genera tensión, desolación o frustración. Recordamos el examen ignaciano como pauta que ayuda a forjar el carácter, profundizando en las inquietudes, los deseos y los compromisos con la realidad. Allí reside un potencial para ordenar la propia vida en el descubrimiento de la vocación, así como para sentir críticamente los contextos dolorosos: gestos de presencia, acogida y reconciliación.

Por último, el padre García de Castro propone un diálogo con la vida oculta: con este acento ignaciano cada persona se identifica como misterio, ser abierto en cuya vida interior resuena aquello que le afecta y merece respeto y cuidado. En este sentido, la relación pedagógica entraña cierta sacralidad donde se tejen valores inescrutables, es un lugar para el silencio y para la palabra. Esta es una invitación a perseverar en la escucha, con la humildad como maestra, y acompañar con sabiduría tanto la ilusión como su ausencia, aún en los tiempos  más difusos.